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Una tarea que se hace difícil

 Por Irina Hauser

Fabiana León es defensora oficial desde hace dieciséis años. En 2006 quedó apartada de todas las causas de derechos humanos. Le había tocado defender al represor Julio Simón, conocido como el Turco Julián, “pero no podía superar la violencia interna” que le “provocaba”. “Es porque tengo posición tomada, tengo un compromiso fuerte con las víctimas”, explica. “Para poder defender a alguien uno tiene que poder escindirse y recomponerse y en este caso yo no podía, lo que me llevó al quiebre de mi salud física y que los peritos médicos determinaran que me sacaran de todos los casos similares.” A pesar de eso, el año pasado le asignaron la defensa del camarista prófugo Otilio Romano, acusado de complicidad en 103 crímenes de lesa humanidad en Mendoza desde 1975 y durante la última dictadura, destituido en diciembre. “Fue un shock, pero era un juicio político, no penal. Las imputaciones eran funcionales no por cosas que haya hecho con su propia mano. Igual fue difícil. Lo peor fue escuchar nuevamente los relatos de las víctimas. No puedo dejar de tener empatía, en especial si se trata de mujeres. No interrogué a las víctimas y abordé el alegato en forma técnica. Hice una buena defensa y pienso que no debió ser destituido, por eso recurrí a la Corte”, evalúa. “Con todo esto me cuestioné mi actividad y concursé para fiscal”, anuncia.

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