EL PAíS › OPINIóN

Sobre regateos y omisiones

 Por Mario Wainfeld

Las sucesivas invocaciones al “diálogo” suelen subestimar que hay en juego una disputa de intereses. La negociación apela al diálogo, pero no es lo mismo, como explicó bien ayer en este diario Washington Uranga. La negociación no se limita a lo argumental, incluye correlaciones de fuerzas, se expresa vía presiones como la acción directa, aun la ilegal como el lockout del “campo”. Y siempre contiene elementos de regateo, muy soslayados en la mayoría de los análisis. En casi todos los casos se discute plata, aunque quede feo consignarlo.

En todo conflicto hay ofertas y contraofertas, toma y daca. El regateo es un recurso esencial. Ante una oferta, suele ser lúcido revirar y demandar más. “El ‘no’ ya lo tenés” es una consigna que conocemos los que hemos trabajado de abogados, hecho política o participado en cualquier otra instancia de puja por lo escaso.

Este premio atípico apunta a señalar que, cuando el Gobierno eligió el formato de los breves discursos de ayer, debía saber que el combo de medidas anunciado por Martín Lousteau y redondeado conceptualmente por Cristina Fernández no iba a ser aceptado sobre tablas.

Las cuatro entidades leen en esa propuesta un piso para seguir presionando o negociando, según venga a cuenta.

Desde el oficialismo se piensa diferente.

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Gestos: La Presidenta y su ministro expusieron en un ámbito fiel pero no excitado. Su tono fue didáctico y sosegado. Las exhortaciones de la mandataria a levantar el “paro” fueron sobrias para una acción de fuerza tan lesiva. Los gestos parecieron apuntar a una distensión.

Los dirigentes agropecuarios le imprimieron una vuelta de tuerca al formato instalado en este entredicho tan connotado por la acción de los medios. Ofrecieron una conferencia de prensa de volea, un registro notable. Por añadidura, compartieron con los periodistas la escucha de los discursos. Eso les permitió capturar la audiencia y hablar bastante más que los funcionarios, desagregando con minucia sus alocuciones. En términos político-mediáticos desplazaron imperceptiblemente a sus propios piquetes, que fueron en general los voceros de las respuestas (ya se sabe críticas) a cada mensaje de la Presidenta. El encuadre general fue más pacífico que en ocasiones anteriores. No escaló las diferencias, que tampoco fueron zanjadas.

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Un kit para las pymes: El paquete descripto en menos de diez minutos por el ministro de Economía merecía quizás una precisión omitida en su discurso, que fue sobrevolada (envuelta en consideraciones muy abarcativas) por el de Cristina. Las medidas son un esbozo inédito de política de Estado orientado a discriminar positivamente a los pequeños y medianos productores. Una señal progresista que el presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA), Eduardo Buzzi, dejó pasar, quizás embretado en sus internas y en el dispar frente que integra. Reconoció mejoras en un par de intervenciones, pero las calificó como insuficientes. Su discurso combinó –difícil alquimia– la acción conjunta con las demás entidades y su identidad de luchador social. Hasta se preció del mote de piquetero, evocó haberlo sido en los ’90, no explicitó que, en aquel entonces, no contaba con sus laderos de ayer. La verba de Buzzi buscó expresar, aun en sus modismos plebeyos, una identidad distinta. Su praxis lo mantiene en yunta con las otras entidades.

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Un compromiso: Los dirigentes se comprometieron a evitar el desabastecimiento de productos perecederos, excepción hecha de los cárneos. Las imágenes de toneladas de alimentos en mal estado, consecuencia forzosa de los cortes de ruta, les juegan en contra. El alivio es insuficiente porque se siguen arrogando el derecho de privar de carne a otros ciudadanos. Con todo, se morigera el impacto social de una de las medidas de fuerza más brutales de la historia argentina.

Habrá que ver qué grado de acatamiento en sus bases tiene ese giro racional. Hasta ahora, los dirigentes vienen presionando con la acción directa y alegando que no controlan a sus afiliados. Esa carencia, imperdonable, se pondrá a prueba hoy.

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Unidad en la acción: Mario Llambías, que jugó de local en la sede de CRA, coqueteó con la idea de habilitar el paso sólo de la leche, Buzzi le enmendó la plana. Luciano Miguens, presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA), masculló habló siempre del paro en tiempo pasado. Hasta dijo que “el campo” ya demostró que podía parar el país, dando así por cumplida la meta de la medida de fuerza. El titular de Coninagro, Fernando Gioino, fue el más parco de todos y el que más se adentró en las medidas. Expresó dudas sobre la implementación de los reintegros, no quejas sobre su vigencia. Las entidades representan grupos misceláneos, prosapias diversas, advertibles hasta en su atuendo. Las diferencias se expresaron en esbozo, pero, hasta acá, como suelen aconsejar ciertos justicialistas, los ruralistas privilegian la unidad en la acción por encima de la coherencia ideológica.

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Errores: En pocos días, que parecieron más por intensidad, el Gobierno fue redireccionando su discurso y emprolijando las medidas compensatorias. Lo hizo en el buen sentido, una confesión tácita de sus errores originales.

Las retenciones móviles se anunciaron sin red, sin enunciar contrapartida para los productores menos poderosos. Tampoco fue sensato prescindir de consulta previa con los mandatarios provinciales, que debían sobrellevar los costos de las reacciones. Mala lectura de época: no será sencillo (y, seguro, no será gratis) aumentar la masa no coparticipable en la nueva coyuntura sin discurrir y eventualmente negociar con los gobernadores.

A trancas y barrancas, el Gobierno enmendó sus fallas de origen. Con la legalidad y la razón de su lado, al Gobierno le sigue faltando sintonía fina, capacidad de articular con aliados y extraños, construcción de escenarios de participación y negociación durables.

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Excesos: Buzzi, entre tantas palabras, dijo que si el Gobierno hubiera anunciado las medidas antes “todo esto” podría haberse evitado. Suena a sinsentido lógico, porque al escucharlas no cerró el tema.

No lo es, los ruralistas se perciben fortalecidos por el desarrollo del conflicto y van por más. Así que en ese punto, no faltó a la verdad.

Sí lo hicieron todos los dirigentes cuando dijeron que el objetivo de su medida de fuerza no era el desabastecimiento. Sí lo fue y en esa violencia finca su fuerza.

Ayer se aminoró la lesividad, es un buen paso. Sería atractivo mejorarla con un reconocimiento obvio, retaceado en los mostradores: el de la legitimidad del gobierno democrático. Que tantos relatos equiparen a grupos sectoriales con un gobierno popular o los jerarquicen por encima es otra de las advertencias de este conflicto que sigue a mil por hora.

El acto de hoy en Plaza de Mayo sumará nuevas imágenes sobre representatividades y sobre sectores sociales en pugna, otras referencias solapadas por la narrativa dominante.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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