EL PAíS › RIVEROS Y GARCíA HABLARON ANTES DEL FALLO

Con invocaciones a Dios y a la Virgen

 Por Diego Martínez

Ni arrepentimiento, ni admisión de los crímenes. Sólo reclamos de ser juzgados por “nuestros jueces naturales”, cuestionamientos al “foráneo concepto de crímenes de lesa humanidad” e invocaciones a “Dios y la Virgen Inmaculada”, que ayer en San Martín no lograron despegarse de quienes los invocaron. Las “últimas palabras” previas a la sentencia, por la mañana, estuvieron a cargo de los generales Santiago Riveros y Jorge Osvaldo García. Fernando Verplaetsen optó por el silencio y fue autorizado a dejar la sala. Los otros imputados habían declarado el viernes.

“Ustedes son jueces de la democracia, no pueden ser jueces de militares, no nos conocen bien, no saben lo que sufrimos”, dijo. Como ejemplo de la dedicación que exige convencer a un civil sobre la legitimidad de los métodos castrenses, citó a su ex abogado Florencio Varela, “que estuvo seis años hasta que pudo entenderme”. Más tarde admitió a su manera las dificultades para comprender las reglas del estado de derecho. “Hace 26 años padezco el tormento de recorrer estrados judiciales y en ninguno reconocí la competencia de los jueces”, dijo. “Durante cuarenta años de vida militar me dijeron que esos señores de gorra roja, los generales, eran mis jueces naturales”, agregó. “El Estado nos engañó. Nos formó para obedecer órdenes y ahora aparecen señores que hablan de órdenes inmorales. Las órdenes son órdenes, no se analizan, se cumplen”, predicó.

También renegó del “foráneo concepto de crímenes de lesa humanidad”, que “ni Alfonsín, ni los fiscales del Juicio a las Juntas aplicaron”, y reclamó que se analizara el contexto de “guerra revolucionaria contra el agresor marxista”. Agradeció “a mi querida esposa, fiel compañera” y “a mis dos amados hijos”. “Mis familiares son mis verdaderos jueces naturales”, dijo, contrariando el discurso previo, aunque están por debajo “del juez superior, en el cielo”. Cerró con “mi sincero respeto a la familia Avellaneda, por lo que sufren, por lo que han sufrido y por lo que seguirán sufriendo en su búsqueda de la verdad”.

“Me siento una víctima, un preso político”, arrancó García. Dijo haber participado de “una guerra declarada por el gobierno constitucional” y “continuada en todo el país a partir del 24 de marzo de 1976”. El proceso de justicia está plagado de “sentimientos de venganza y odio, inspirado por la mentirosa propaganda de ex integrantes de organizaciones terroristas devenidos en autoridades enquistadas en todos los niveles de gobierno”, afirmó. “Se intenta reescribir la historia con políticas educativas de tinte gramsciano”, dijo, y aseguró que “ya hay dos generaciones formadas en la calumnia y la mentira”. Lamentó la pasividad de los cómplices civiles del terrorismo de Estado, “entusiastas de las Fuerzas Armadas de entonces”, a quienes “no se les pide adhesión, pero sí memoria”.

Cerró con un pedido de “reconocimiento a todos los caídos en esta guerra, sin distinción de ninguna naturaleza, y a quienes aún sufren las consecuencias de tanta violencia demencial”, y manifestó su deseo de “que la sociedad argentina pueda interpretar con madurez y objetividad los hechos de la década del ’70”. “Ruego a Dios nuestro Señor que ilumine las decisiones del tribunal y que la Virgen Inmaculada nos proteja con vuestro sagrado manto”, concluyó.

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Floreal Avellaneda.
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