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La meada del economista

 Por Horacio Verbitsky

Con Alfonsín se ha producido un fenómeno curioso. A partir de la muerte de su padre se convirtió en una personalidad pública familiar. Todos conocen su rostro y muchos su voz, pero nadie sabe nada de él, con excepción de la militancia radical. Pero aún allí es un recién llegado, cuya primera candidatura a un cargo electivo bonaerense ocurrió en 1999, cuando ya tenía 48 años. Esto potencia el valor de su candidato a vicepresidente como indicador del posible rumbo de su hipotético gobierno. González Fraga sabe siempre todo de todo y se lo explica con entusiasmo a quienes toman las decisiones. Esto genera admiración, recelos y cortocircuitos. Pero, ¿qué significa en verdad como proyecto económico-social, la opción por González Fraga? Los radicales creen que actuaría como un reaseguro ante aquella porción del electorado que no olvida el abrupto final del gobierno del padre de la democracia. Es cierto que aquella experiencia terminó antes de tiempo en medio de una hiperinflación apocalíptica. Pero González Fraga no parece el mejor antídoto, dado que Jorge Born lo sindicó como responsable de la segunda hiperinflación de 1989/90, cuando fue presidente del Banco Central y principal asesor del ministro de Economía Antonio Erman González. La historia de su llegada al Banco Central es significativa: “Este economista me meó cuando lo tuve en brazos”, le dijo Jorge Antonio a Carlos Menem al presentárselo. El enfermero Antonio fue colaborador del médico Marcial González, cuya esposa le enseñaba matemáticas. Eran los padres de Javier González Fraga. Apoyaron aquella designación el más próximo amigo de González Fraga, Eduardo Amadeo, a quien Duhalde había entregado la presidencia del Banco de la Provincia de Buenos Aires, y el banquero siempre oficialista Raúl Juan Pedro Moneta. La solicitud de Moneta incluyó también la designación como director en la autoridad monetaria del abogado Alberto Petracchi. En cuanto González Fraga y Petracchi se hicieron cargo, el Banco Central disolvió su Centro de Estudios Penales, creado por el penalista David Baigún, entre cuyas finalidades estaba “la realización de investigaciones empíricas sobre los delitos financieros [y] la sincronización de las tareas de prevención delictiva”. El diario Financial Times reveló que Alberto Petracchi era abogado en la causa del Banco del Oeste, de la familia Guelar, en contra del Central que pasó a dirigir. La jueza federal María Servini, investigó por lavado de dinero a Gaith Pharaon cuando el fiscal estadounidense del distrito de Columbia dijo que el BCCI reciclaba dinero de vendedores e importadores de drogas. En la causa argentina aparece González Fraga (cuya consultora GF Macroeconomía asesoró a Pharaon en cuatro proyectos de inversión con capitalización de deuda externa, según el régimen instituido por el padre de su compañero de fórmula). El ahora candidato ha explicado que entonces no pesaba ninguna acusación contra el magnate saudí, que era un banquero exitoso en Estados Unidos. Es cierto, pero la sombra de Pharaon persigue a JFG como si fuera la propia. Acaso porque durante su gestión frente al Banco Central modificó la normativa que se aplicaba para el control del lavado de dinero, y lo defendió con argumentos audaces. JGF dice que no se arrepiente de la desregulación del mercado financiero, la eliminación del control de cambios y la apertura de cuentas en dólares que propició, porque sirvieron para atraer capitales y generar confianza hacia el sistema financiero, aunque admite que “también tuvieron su costo. Lo que antes se hacía en las casas de cambios, empezó a hacerse también en cualquier banco”, dijo hace diez años. Según González Fraga, “si José Luis Manzano trajo 400 millones de dólares para comprar cable, no tiene por qué ser acusado de lavar dinero. Porque, posiblemente, el origen de esos fondos no sea la droga. Simplemente, él tenía ese depósito en el exterior y luego ingresó el dinero al país. Eso no es lavado. Lavado es la transformación de billetes de baja denominación en una cuenta corriente de un banco, donde hay un cajero que acepta como depósito una valija llena”.

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