EL PAíS › OPINIóN

La campaña

 Por Jorge Rivas *

Para ellos es simplemente un juez K. Alguien, por lo tanto, de quien hay que decir que es corrupto, venal, o autoritario, o genuflexo, o todo eso junto. Ellos son la mal llamada oposición, que encabezan los medios de comunicación dominantes en el mercado, y en la que se reparte codazos un variopinto conglomerado de aspirantes a nadie sabe bien qué.

Poco les importa si el objeto de sus calumnias es un ministro de la Corte Suprema de la talla académica y profesional de Eugenio Zaffaroni, de bien ganado prestigio no solamente en nuestro país. En rigor, cualquiera que conozca aunque sea por aproximación su trayectoria sabe que él no puede tener la menor conexión con ninguna suerte de explotación de personas, lo que no puede decirse de algunos de sus principales acusadores.

Los que piden su renuncia o sostienen que Zaffaroni debe ser sometido a juicio político también saben, por supuesto, que no existen razones para una cosa ni para la otra, y que las explicaciones públicas que él ha ofrecido respecto de las actividades que otros desarrollaban en departamentos de su propiedad son, además de atendibles, seguramente veraces. Pero de lo que se trata no es de aclarar los hechos, sino de que ciertos diarios y canales de televisión repitan una y otra vez sus titulares incriminadores.

Sucede que Zaffaroni es un jurista sólidamente comprometido con los derechos humanos, con la persecución penal de los delitos de lesa humanidad, y que imparte cátedra acerca de la inutilidad y la injusticia de la mano dura para combatir el delito. Y sucede que es uno de los símbolos de la renovación de la Corte Suprema, mérito fundacional del gobierno de Néstor Kirchner. Para la mal llamada oposición, un blanco perfecto.

Decimos mal llamada, porque quienes piden la cabeza del ministro no alcanzan el nivel ético y político mínimo exigible para que se los considere una oposición digna de un régimen democrático. Son más bien meros saboteadores del proceso de cambios inaugurado en 2003, al que ya han intentado poner fin de diversas maneras. Por alguna razón, parecen estimar que las elecciones de octubre próximo, tal como están las cosas, no son un procedimiento pertinente para conseguir ese objetivo.

De modo que están decididos a poner en práctica cualquier artimaña, por repudiable que sea, con el fin de ensuciar el camino a esas elecciones en las que prevén la victoria del proyecto que encabeza la presidenta Cristina Fernández. La respetabilidad de Eugenio Zaffaroni se cotiza muy bajo para ellos. La campaña de difamación que están sosteniendo así lo demuestra.

* Diputado socialista.

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