EL PAíS

Tres trayectorias en juego

 Por Mario Wainfeld

Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Daniel Scioli gobiernan desde 2007 la Nación, la Ciudad Autónoma y la provincia de Buenos Aires. Los tres fueron reelectos, con mayorías rotundas. Deberán dejar sus cargos en 2015 porque las reglas legales de sus distritos no admiten la re-re. Ponen en juego mucho hoy, aunque no son candidatos. Pueden ser figuras determinantes una vez terminados sus mandatos, para lo cual están forzados a buscar otros rumbos. Serán protagonistas del futuro, que sin duda es abierto y en cierta dosis supeditado a sus respectivos desempeños.

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La que siempre (se) juega: Toda elección, así sean las parlamentarias de medio término, expresa un veredicto sobre el gobierno nacional. El de hoy, todo lo indica y se repasa en nota aparte, será polifacético, combinando luces y sombras. Es factible que deje al Frente para la Victoria (FpV) en condiciones de dominar, trabajosamente, el Congreso nacional.

Todo indica que el FpV saldrá de las urnas como holgada primera minoría, pero perderá la mayoría absoluta, lo que es una merma en las preferencias, cotejada con la elección de dos años atrás.

El kirchnerismo seguirá siendo el partido con más votos, más militantes y más dotado de herramientas políticas para producir políticas públicas. Lo adorna una marcada capacidad de adaptación a las circunstancias, comprobada espectacular e imprevisiblemente tras su bajón de 2008 a 2010. Algo de eso se produjo en las primeras semanas después de las PASO.

La Presidenta es la principal figura de la política local. Conserva alta la imagen positiva, también la negativa, que es menor. Es la mayor líder de un sector, por mucha diferencia. Su potencia fincó en la gestión, en políticas sociales y laborales, de reparación y restauración respecto de los sectores populares, de crecimiento económico, de ampliación de los derechos de minorías. Esa debería ser su carta de navegación en los próximos años. Su porvenir político depende de su legitimidad de ejercicio, que el FpV sostuvo durante un lapso único en la historia argentina.

Sostenerse implica registrar los signos adversos que arroje la votación, repasar las movidas políticas, las medidas de gobierno y las tácticas electorales. El kirchnerismo ha sabido reinventarse sin traicionarse, adoptar medidas propuestas por sus adversarios, mucho más a menudo de lo que computa la Vulgata dominante... y aun su discurso-relato más ensimismado.

El FpV será en 2015 la única fuerza política que no podrá contar con su principal dirigente como presidenciable. Es un límite tan legal como severo, que se podrá superar o matizar “haciendo política” en el juego interno y en el más relevante universo de la gestión. El momentum económico registra muchas más restricciones que en los mejores años K, por razones exógenas y endógenas que esta breve columna no puede reseñar ni quiere negar.

Remedando a los comentaristas de fútbol, puede decirse que su porvenir depende de cómo juegue, más allá de la acción de sus adversarios políticos o sus enemigos fácticos. Por ahora, la presidenta Cristina es bastante más que la “prima inter pares” y dispone de instrumentos para seguir firme en la brega.

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El que poco se juega: Mauricio Macri está consolidado en la Capital y viene rehuyendo desde 2007, por lo menos, lanzarse al espacio nacional. La regla institucional lo fuerza a dejar de lado esa táctica conservadora, que le permitió ganar de local sin exponerse mucho.

El jefe de Gobierno porteño parecía ser el referente opositor con más proyecciones después de las elecciones de 2011. La catástrofe ecuménica de los candidatos que sí participaron propició su posicionamiento. A dos años vista, es palpable que no capitalizó su oportunidad. Su armado nacional continúa siendo débil y precario. El saldo electoral de hoy, da la impresión, lo corroborará. Apenas un puñado de diputados y por ahí un senador extramuros de la avenida General Paz. Casi todos ellos (Miguel del Sel, Héctor Balda-ssi, Alfredo de Angeli son los mejores ejemplos) figuritas de perfil alto y poco orgánico, bien pasibles de pasarse a otras filas en su momento.

El peronismo antikirchnerista se fortaleció con el lanzamiento de Sergio Massa y le restó espacio virtual. El espacio pan radical conseguirá una suma algebraica de “lemas” superior al del PRO. Los respectivos bloques en diputados y senadores serán más numerosos que los del macrismo.

En la foto actual, el PRO ocupa un incómodo lugar intermedio, acaso un provisorio “no lugar”. Sostiene perspectivas como fuerza vecinal porteña pero es demasiado chico para ser locomotora de una oposición competitiva al kirchnerismo. Y demasiado grande para ser furgón de cola de una coalición viable.

Macri también tiene dos años para batallar, en los que debería superar su abulia y falta de enjundia para la construcción política.

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El jugador polirrubro: El gobernador Daniel Scioli calcula que saldrá fortalecido hoy, aunque el intendente Sergio Massa prevalezca en “la provincia”. Es una paradoja aparente, para nada la única de su carrera política.

Su trayectoria siempre fue ascendente y supo cambiar de camisetas en los momentos propicios. Coqueteó con Massa hasta último momento, decidió “jugar” con el kirchnerismo y se implicó en las dos campañas. En el segundo tramo fue protagonista de fuste, en parte por decisión propia, en parte con un guiño desde Olivos. La afección de la Presidenta, su operación y ulterior licencia acrecentaron su presencia y visibilidad. Estar siempre, mostrarse, poner el cuerpo, comunicar permanentemente a su modo extraño son algunas de sus fortalezas.

Lo cierto es que el hombre “aguantó” los trapos y que ahora se lee en pole position para llegar a la Casa Rosada en 2015. Massa supone lo mismo: por lo menos uno se equivoca, pero es otra semejanza entre dos personajes que se parecen bastante.

Sin caer en el triunfalismo prematuro que cunde en La Plata, es cierto que Scioli tiene un porvenir con senderos que se bifurcan. Es un candidato binorma, abierto a varios escenarios diferentes.

Podría ser el plan “B” del FpV si las circunstancias impiden que la presidenta Cristina encuentre el equivalente a “su Dilma Rousseff”. O sea, un candidato inesperado, no instalado hoy, “del palo”, ideológicamente afín y dispuesto a defender las vigas maestras del “proyecto”. Pero, si las estrellas no se alinean, Scioli está ahí, a mano como muleto o como mal menor.

También está a tiro para ser el “plan B” de la oposición, en particular de los poderes fácticos que siempre lo miraron con cariño. Si Massa quedara relegado en una carrera de obstáculos que recién empieza, “Daniel” podría ser, por la parte baja, su muleto. Jamás dejó de cultivar la relación con las distintas vertientes del establishment. Ni siquiera en esos meses de campaña: su paso por el cónclave de IDEA fue una muestra de esa peculiar destreza.

Algunos kirchneristas son más drásticos y lo califican como el adversario a vencer, desde ya. Saltan etapas, quizá.

No es sencillo explicar el potencial de Scioli: exigiría un seminario, en el que este cronista no quisiera participar porque no le es sencillo dar cuenta de su irrefutable persistencia. Fue fuerte en las urnas, conserva alta imagen positiva, indicadores “duros” difíciles de explicar correlacionándolos con su capacidad de gestión, con los logros de sus políticas públicas. Y aun con los objetivos de muchas de ellas.

Sus adversarios y su entorno concuerdan en describirlo: “es de amianto”. La explicación es insuficiente aunque forma parte del cuadro de situación.

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