EL PAíS › HISTORIAS Y TESTIMONIOS DE LAS PERSONAS QUE PARTICIPARON DE LA FIESTA

La plaza de la militancia

Columnas de organizaciones políticas y sociales, sindicatos, cooperativas de trabajo y agrupaciones barriales llenaron la Plaza de Mayo y se mezclaron con familias, jóvenes y chicos que fueron por su cuenta.

 Por Laura Vales

–¡Más arriba! –grita Ezequiel Wajncer al grupo que lucha con la pancarta, tratando de hacerla avanzar con músculo y paciencia por la 9 de Julio. De guardapolvo blanco y con un pin de Evita en la solapa, el profesor de literatura encabeza una de las columnas que llegan desde el conurbano al festejo del 25 de Mayo. Salió de Moreno con otros cincuenta jóvenes; como él, todos se pusieron el guardapolvo. Wajncer tiene 33 años y es director de un profesorado en Cuartel Quinto.

“Un barrio muy postergado, en el límite entre Moreno y José C. Paz: ahí no hay nada”, define. El profesorado que dirige, de gestión social, fue abierto por el Movimiento Evita y es el único de la zona. En la semana, profesores y alumnos armaron la bandera con la que ahora se largan a llegar hasta la Casa Rosada.

Hacia adelante, las diez cuadras que faltan para alcanzar el escenario frente a la Casa Rosada se ven compactas de banderas. Ayer, la Plaza de Mayo volvió a ser la plaza la militancia. Organizaciones políticas y sociales, sindicatos, cooperativas de trabajo y agrupaciones barriales vinculadas a la cultura llenaron la calle, alternándose con familias no siempre militantes pero sí con un discurso claro: casi todos los consultados respondieron que estaban para apoyar un proyecto de país y su continuidad.

- Tres precandidatos presidenciales marcaron la cancha con globos aerostáticos y afiches. Del ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, se vio un globo con su nombre y la leyenda “peronismo que viene”. En la plaza, además, se repartieron volantes sobre la recuperación de los trenes. El gobernador entrerriano, Sergio Urribarri, también mandó un globo con su nombre junto al slogan “nuestro proyecto continúa”. Y en la Avenida de Mayo hubo numerosos afiches del titular de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, que también lanzó su candidatura para 2015.

- Mientras en la Plaza se hacía el festival musical, en las calles aledañas hubo grupos que montaron sus propias propuestas. Sobre Perú, la agrupación Peón Vuelve llevó sus tableros de ajedrez para jugar con quien se animara al desafío. “Somos ajedrecistas Unidos y Organizados que apoyamos el proyecto nacional y popular. Trabajamos para eliminar la idea de que el ajedrez es elitista”, contó uno de los integrantes del grupo mientras atendía seis partidas simultáneas. Todos los fines de semana, la agrupación recorre las plazas enseñando a jugar de manera gratuita.

Una cuadra más allá, también sobre el tramo peatonal de la calle, el ballet folklórico Sentando Raíces montó su propio espectáculo. “Venimos de Ezeiza. Queríamos llegar a la plaza pero no pudimos, así que bailamos acá”, explicó Vanesa Corbalán. La profesora da clases gratuitas en el barrio Villa Golf y así armaron el grupo. Son 40 personas, de entre 5 y 34 años, que se movilizaron con sus vestidos típicos y bombos, con la intención de mostrar lo que hacen.

- A pesar de la masividad de la movilización, los bares y restaurantes permanecieron abiertos y con mesas en las veredas, coexistiendo con decenas de puestos callejeros de comidas. Pastelitos, choripanes, locro, chocolate con churros ofrecían calorías al por mayor para una tarde soleada pero fría.

Desde el interior de los bares, los turistas filmaban y fotografiaban el paso de los manifestantes con sus banderas. Mucha gente caminaba con su propio cartel manuscrito, con frases como “La patria es el otro” o “Avanti morocha”. Otro, llevado por una jubilada, decía: “En mi infancia Evita, en mi vejez ella”. Las mesas también fueron buscadas por quienes querían escuchar la transmisión en cadena del discurso presidencial. Así, mientras en la plaza sonaban los bombos, en los cafés hubo aplausos y cantos.

- “El pingüinito no”, le dijo, tajante pero divertida, Alejandra Basiletti a Iván, de 12 años, en uno de los puestos de escarapelas; “¿O querés que me llamen de nuevo de la escuela?”. Al padre del chico tampoco le pareció adecuado para el colegio una escarapela en forma de pingüino. El problema, contaron con orgullo, es que les salió un hijo militante. Iván lo confirmó: “Les lleno la cabeza a todos mis compañeros”.

El padre contó la historia familiar: “En el 2001 yo no tenía trabajo y ella estaba embarazada. Pensé en irnos a España, pero en medio de los trámites, que llevan su tiempo, asumió Néstor, vimos que había otra cosa y nos quedamos. Fue duro. Yo pasé de ser subgerente de Nintendo a cambiar el aceite en un lubricentro, pero nos fue bien. Hoy tengo mi negocio. Y mi mujer, que es artesana, armó su propia marca y exporta, que no es poco. Por eso digo que del ‘83 para adelante el único presidente que gobernó a favor nuestro fue Néstor, y después Cristina”.

Alejandra agregó: “Nos habíamos quedado hasta sin casa. Vivíamos en un auto estacionado frente a la comisaría de Villa Martelli. Ahora tenemos la prefabricada arriba de lo de mi suegro, nos compramos un terrenito en el sur, tenemos el auto; nadie nos regaló nada, todo lo hicimos con esfuerzo, pero porque hay un país que lo permite: trabajar, trabajamos siempre. En casa hablamos mucho, Iván creció escuchándonos. No es raro que tenga sus convicciones. A mí me gusta, me parece bien que en la escuela defienda sus ideas. Si este año le dieron un manual con la cara de (Mauricio) Macri, ¿por qué no va a poder decir que apoya al Gobierno?”.

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Mucha gente caminaba con su propio cartel manuscrito, con frases como “La patria es el otro”.
Imagen: Carolina Camps
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