EL PAíS › EL RADIOOPERADOR QUE HABLA DE LOS VUELOS DE LA MUERTE

“Sangre en la puerta de carga”

Según la declaración de este testigo, trabajaba como radiooperador de vuelo para aviones de tipo DC3 que eran utilizados por personal de la ESMA para los vuelos de la muerte. El suboficial declaró por primera vez en 2009.

 Por Alejandra Dandan

En 1976, Roberto Venancio del Valle era radiooperador de vuelo de la 2a Escuadrilla de Sostén Logístico Móvil de Ezeiza, integrada por DC3, aviones bimotores usados en vuelos de la muerte. Del Valle era suboficial. Le gustaba volar. Y solía hacerlo habitualmente. Un día de los que no voló llegó a las ocho de la mañana al hangar de Ezeiza donde había tres aviones en línea.

“Llegué temprano”, dijo pocos días atrás en la audiencia de Comodoro Py. “Fui a mi lugar de trabajo, donde encontré los aviones para controlar. Siempre me gustó que las cosas anden bien. Estaban los tres aviones en línea. Empiezo a subir a uno. Me pongo a verificar que estén bien sujetos, que tengan su seguro como corresponde. Entré, anduve bien, pero cuando bajé del último me llamó la atención que tenía sangre. Que la puerta de carga de atrás estaba salpicada con sangre, todo el patín de cola estaba así. Se llama patín de cola a la rueditas sobre las que la nave se apoya.” En ese momento, “se me vino el alma abajo directamente”, continuó. “Y me salió del alma decir: ¡Hijos de puta! Acá están matando gente.” Porque “yo vi soguitas, arrancadas. Se ve que era ropa de gente. Veía el botón junto con el ojal. Con un pedacito de tela, y debajo estaba todo sucio, toda la tela estaba junta con el ojal. Y bueno, me quedé impactado. Cuando después miro a mis compañeros, les digo: ‘Así que éstos están matando gente’. Pasaron los días y a la semana, el comandante de la Escuadrilla nos mandó a llamar a todos y nos comunicó que ‘Estamos en guerra’, que tenemos un enemigo que para combatirlo había que rebajarse al mismo nivel de ellos”.

Del Valle habló por primera vez de estas imágenes ante la Justicia en el año 2009. Por entonces, vivía cerca de la base Espora en Bahía Blanca, donde tuvo su último destino, donde vive todavía y donde en 2007 le asesinaron a su hijo, cabo segundo Eduardo Del Valle, cuya muerte se convirtió en uno de los detonantes de su denuncia. La semana pasada volvió a confirmar todo aquello al Tribunal Oral Federal No 5 del Juicio ESMA, que investiga un tramo de los vuelos de la muerte.

En su declaración, Del Valle aclaró que además estaba allí porque se sintió convocado en el año 2004, con Néstor Kirchner como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas.

“Podría hablar un cachito”, pidió al juez, del otro lado de la pantalla conectada de Bahía Blanca a Comodoro Py. “Yo escuché y prácticamente cumplí con una orden del señor en jefe de las Fuerzas Armadas, Néstor Kirchner, que en una alocución pidió a los suboficiales que tuvieran algo para decir, para ayudar a estas causas, que lo podían hacer. Y bueno, eso es lo que llegué a hacer yo en ese momento.”

Las ropas

Fiscal Mercedes Soiza Reilly: Usted dijo que había tres aviones en línea, ¿y un cuarto?

Del Valle: Tres aeronaves, al cuarto no subí.

–¿Qué aviones eran?

–Eran bimotores, DC3.

–También dijo que se aproximó al avión y vio sangre, pedazos de ropa y sangre. ¿Dónde los vio?

–Cuando abrí la puerta.

–¿A qué llama patín de cola?

–Es una rueda que está en la parte de la cola, porque el avión tiene dos trenes principales. No tiene rueda adelante.

–Usted dijo “están matando gente”. ¿Por qué le salió pensar de esa manera?

–Me salió del alma cuando vi sangre y ropa, ahí me salió de adentro. Me salió del alma.

–Se lo comentó a los compañeros, dijo.

–Se ve que corrió la bolilla y a la semana salió el comandante a decir lo que comenté antes.

–¿Quien era el comandante?

–(Capitán Norberto Horacio) Dazzi.

–Usted dijo que venía gente de la ESMA. ¿Qué nos puede decir sobre esto? ¿Qué días?

–No sé eso. Sé que lo hacían de noche. Los vuelos eran nocturnos. Y de eso no puedo hablar nada, no intervine en ninguno.

–¿Cómo sabía que eran de la ESMA?

–Porque venían de ahí. Era el comentario general.

El juez del TOF en ejercicio de la presidencia varía cada semana. En este caso le tocó a Leopoldo Bruglia. El hizo las primeras preguntas. Tiempo y lugares. Del Valle explicó dónde y cómo revistió. En 1976, dijo, estuvo en la base aeronaval de Ezeiza. Y a principios de 1977 en la Escuadrilla de Ataque de la Base Aeronaval de Espora, donde lo trasladaron por problemas personales, luego del tema del avión, “porque lo que llegué a ver a mí me afecto anímicamente, me afectó muchísimo ver eso”. Permaneció en Espora hasta fines de 1979, en el medio estuvo seis meses en Punta Indio. A fines de 1979 le dieron el pase a Ushuaia y en diciembre de 1982 volvió a Espora. “Mi profesión es el de radiooperador –dijo–, volaba, lo que más volé es el DC3, un bimotor, porque en ese momento llegaron los Electra nuevos, bah nuevos.”

Durante la audiencia, Bruglia le dijo varias veces que tuviera mucho cuidado con las preguntas de las defensas. Iban a buscar de- sacreditar sus declaraciones con preguntas distintas. O porque no denunció esto cuando lo conoció o porque podían intentar que se autoincriminara. Lo intentaron. Un abogado le pidió al magistrado tres veces la detención del testigo. La segunda y tercera vez las querellas lograron que el testigo no lo oyera, pero la primera vez el testigo lo escuchó. El pedido no tenía chance de prosperar, pero mecanismos como éstos vienen sirviendo en las audiencias para amedrentar a los testigos, sobre todo a los más vulnerables, como dijo la fiscal Soiza Reilly durante el juicio.

Con algunas dificultades, entonces, el testigo continuó.

Al comienzo, dijo, usaban a un oficial mecánico para los vuelos pero después empezaron a “complicar” al personal subalterno. Aquel oficial “la pasó mal”, explicó, había “compañeros que lo escuchaban, de noche gritaba y cosas así”. El oficial mecánico volaba mucho. Les decía que estaba muy cansado. Le encontraron aparentemente un problema de diabetes, pero “medio que se le volaron los pajaritos”, explicó.

En ese contexto, según su relato, el jefe de Operaciones Ricardo Cagliolo “vino un día, se puso a tomar mate con nosotros y no nos dio una orden directa, no nos dijo hagan tal cosa, pero nos comentó: ‘Estoy yo a la cabeza’”. Empezó a nombrar a unos cuantos, éramos todos los que teníamos que hacer un documento que se llamaba tarjeta de identificación naval y estaba vencida.

En la audiencia, alguien le preguntó por qué motivo esperó a 2007 para hablar. “Hasta 1982 no se podía hacer nada y después fue una mezcla de cosas”, pero “a mí me empiezan a agarrar las ganas de hablar esto cuando asesinan a mi hijo por gente de su misma Escuadrilla.”

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Los vuelos de la muerte fueron uno de los medios usuales para exterminar secuestrados.
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