EL PAíS

El mito de las escuchas

 Por Irina Hauser & Raúl Kollmann

Las escuchas telefónicas que parecían la prueba clave y más alarmante de Alberto Nisman en la teoría del encubrimiento del caso AMIA resultaron un fiasco. Así se deduce del fallo de Daniel Rafecas que desestimó la denuncia del fiscal por inexistencia de delito. Las escuchas habían sido presentadas para justificar la imputación a Cristina Kirchner, Héctor Timerman y un grupo de operadores en una supuesta maniobra para dejar impunes a los iraníes sospechosos de participar en el atentado. Pero lo que muestran esas conversaciones es que ése era sólo un deseo de Irán y sus cultores, que algunos de los que hablan no son lo que dicen ser, y que los funcionarios acusados no sólo no participan de las llamadas sino que son aludidos de las formas más disparatadas pero ninguna que los señale cometiendo un delito.

Quizá el ejemplo más nítido sea la forma en que el operador islámico Yussef Khalil y el falso espía Allan Bogado hablan de Timerman, a quien se refieren como “este ruso de mierda se mandó alguna”, “no cumplió”, “imaginate cómo está tu amigo Timerman ahora con su comunidad (...) no la entiende” (esto, el día después de la firma del Memorándum para sentar a los iraníes ante el juez). O sea, el canciller para ellos era un obstáculo, no una ayuda. Bogado, que se presentaba como hombre de la Secretaría de Inteligencia con capacidad de hacer gestiones, proveer información y viajar al exterior para investigar el caso AMIA, no era agente ni había salido del país en la última década. Tanto Khalil como otro de los interlocutores, Fernando Esteche, hablan sabiendo que tienen el teléfono intervenido, por lo tanto es dudoso que hablen muy en serio.

La denuncia original de Nisman, impulsada por Gerardo Pollicita, planteaba la existencia de una supuesta maniobra para dar impunidad a los iraníes en la causa AMIA motorizada por la Presidenta y el canciller Timerman, con la colaboración del operador pro iraní Khalil, el dirigente de Miles Luis D’Elía, el de Quebracho Fernando Esteche, el diputado Andrés Larroque, el ex juez Héctor Yrimia y el espía trucho Bogado. Nisman presentaba a estos dos últimos como agentes de la S. I., lo que el organismo desmintió. Decía que todo ese grupo urdió gestiones para la creación de un órgano llamado “Comisión de la Verdad” en la aplicación del Memorándum de Entendimiento, que según Nisman buscaba impunidad y no indagar a los iraníes; y que el gobierno argentino intentó que Interpol diera de baja a las circulares rojas que disponían la captura. Para Rafecas no hay delito porque el Memorándum nunca se aplicó, Irán nunca lo firmó ni existió la Comisión de la Verdad. Y que todas las gestiones argentinas ante Interpol fueron, al revés, para aclarar que las circulares rojas estaban vigentes.

¿Qué papel tenían las famosas escuchas? Para Rafecas, por su contenido, ni siquiera se puede decir que sus protagonistas estuvieran urdiendo un acuerdo y menos que respondieran a un plan criminal desde el Gobierno. A lo sumo, plantea, había deseos de operadores pro iraníes de que no avanzara el juicio contra los sospechosos. Y aun suponiendo que estuvieran tramando algo –como deducía Nisman– en “un sistema democrático” esos “eventuales actos de ideación” “no resultan punibles”. Rafecas igual analiza las conversaciones y sus aspectos más disparatados para mostrar la endeblez de la acusación. De los imputados por Nisman algunos ni siquiera aparecen hablando: ni Timerman, menos la Presidenta, y tampoco Larroque. El resto parecen personas que hablan en nombre de otros, en defensa del régimen iraní y/o del gobierno nacional, a veces devanean sobre cuestiones que nada tienen que ver con el caso AMIA, siempre jactándose de cargos o funciones de fantasía.

Los diálogos fueron tomados por Nisman de intervenciones a teléfonos de Khalil en el expediente del atentado a la AMIA. Khalil, un argentino de origen chiíta, tiene –según describe Rafecas– “una dependencia funcional” con Moshen Rabbani, el ex agregado cultural de Teherán en Argentina, con pedido de captura por el ataque. Khalil habla sabiendo que lo están escuchando y dice que su teléfono es “un colador” o “no me hagas hablar tanto por teléfono, boludo”. En noviembre de 2012 ironiza con Esteche: “Servicios de Inteligencia, Mossad, CIA, todos, déjenme hablar tranquilo con mi amigo Fernando Esteche, soy Yussef Khalil por favor les pido, no me corten el teléfono”. Todo esto, explica Rafecas, ya de por sí obliga a relativizar lo que Khalil habla.

Las charlas en las que es aludida Cristina Kirchner son tres, a partir la firma del Memorándum, el 27 de enero de 2013. Según la lectura de Rafecas, son comentarios “inocuos” que tienen algo que Nisman no dice: que los iraníes querían hacer negocios y el gobierno argentino “se mantenía inflexible” y sostenía las alertas rojas. La Presidenta es mencionada por Bogado, que se mueve como un proveedor de datos y gestiones a Khalil. Cuando hablan del acuerdo con Irán, Bogado dice que Timerman cumplía órdenes, obviamente de la jefa de Estado. “Orden, orden, orden, orden”, enfatiza. En el segundo diálogo con alguna referencia a ella, el 6 de febrero de 2013, Khalil le dice sobre el Memorándum: “Seguilo de cerca eso”. Bogado responde “sí, pero tranquilo, está cerrado muy arriba”. Khalil: “Seguilo igual yo sé por qué te digo... porque yo escucho del otro lado también vos escuchas de un lado”. Hay una llamada con D’Elía –quien hace gala pública de su apoyo a Irán– donde le dice a Khalil que había hablado con el ministro Julio De Vido y que había predisposición para “mandar a la gente de YPF” y que estarían “muy interesados en intercambiar lo de aquello por granos y carne”. Pero le habla de un problema político, en alusión al Memorándum y las órdenes de captura. Rafecas concluye que no existe ni la menor explicación sobre cómo se pide la indagatoria a la Presidenta, un delito tan grave como el de encubrimiento o su instigación.

Lo que se ve en las escuchas donde se habla de Timerman es sorprendente, porque se nota que a los operadores proiraníes les causa problemas, es una traba para ellos. Sobre un encuentro que Nisman le adjudica con su par iraní no surge de ningún lado que haya sido para negociar impunidad. Al revés, Timerman fue el que advirtió varias veces a Interpol que las circulares rojas sólo podía levantarlas su oficina local por orden judicial. Nisman lo ubica en una “diplomacia paralela”, Rafecas en una “diplomacia real”. Tras la firma del Memorándum Bogado le dice a Khalil: “Vos imaginate cómo está tu amigo Timerman ahora con su comunidad (...) no la entiende”. Khalil, en mayo, se refiere al canciller: “Hay un poco de desazón allá. No gustó algunas palabras que se dijeron eh, me parece que el ruso este de mierda se mandó alguna”. Rafecas remata que “no surge una sola mención, una sola referencia, una sola gestión, una sola participación, ni del canciller argentino ni de absolutamente nadie de la cartera que conduce”. En el caso de Larroque, explica que sólo lo mencionan en el contexto del conflicto palestino-israelí en noviembre de 2012. Ahí se reúne con Khalil y D’Elía, y según lo que surge de las escuchas es para pedir que no se sumaran a las marchas contra Israel. Pero Nisman entreveía un plan para exculpar a los iraníes.

Rafecas explica que D’Elía, aunque no era funcionario desde 2006, tenía acceso a despachos oficiales y era nexo con la comunidad islámica frente al conflicto palestino-israelí. En una llamada le dice a Khalil que tenía un mensaje urgente del Gobierno “muy grosso”. Por otra charla el juez deduce que pedía en una reunión de cancilleres que Irán se aveniera al anuncio de la Comisión de la Verdad y a poner fecha para que viaje el juez a Teherán. Pero Khalil ni siquiera lo toma en serio, además los iraníes querían levantar las capturas. Rafecas no le da relevancia. Al que también relaciona con la comunidad islámica es a Esteche. “Recibía un pago mensual desde la comunidad, por sus servicios.” Lo describe como una figura “polémica” que cumplió una condena recientemente y que, igual que Khalil, habla de que tiene intervenido el teléfono. Hay una sola conversación en la que le dice a Khalil: “Quieren construir un nuevo enemigo de la AMIA ... no van a poder decir que fueron los israelíes”. Para Rafecas son “afirmaciones falsas y delirantes”.

Esteche aparece como nexo de Khalil con el ex juez Yrimia, que fue fiscal adjunto del caso AMIA cuando fue el atentado. Khalil le cuenta a otro dirigente iraní que le dijo “quién es amigo de La Casa (en alusión a la ex SIDE) y quién no”. Pero el tema de la reunión parece que era otro: “recomponer la relación con la Iglesia Católica” y alude a Yrimia como el “operador político que tiene Francisco acá”. Nisman lo denunció como espía y la SI le dijo que era ajeno a ella.

Bogado, el otro falso espía, dice el juez que se mostraba como “alguien influyente con contactos en las más altas esferas del gobierno nacional”. Uno de los ejemplos más grotescos de sus llamadas es cuando quiere impresionar a Khalil y le habla de la salud de la Presidenta: “Tiene un coágulo, viste... casi seguro la operan (...) le cuesta reírse, viste, pero lo demás lo tiene controlado”. Era información ya vieja que había salido publicada en medios y portales con partes médicos. Bogado también hablaba de viajes a la Triple Frontera y negociaciones en Ginebra, pero Migraciones no registra su salida del país en la última década.

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