EL PAíS

Con la misma escuela de Camps

 Por Osvaldo Bayer

Se ha discutido a fondo, pero no quiero quedarme sin expresar mi opinión en esta repentina expresión popular del operativo Blumberg. Quien me da la oportunidad es el intelectual Ricardo Talesnik, el conocido dramaturgo, que acaba de escribir “Nadie es dueño de la historia” en Clarín.
Talesnik no hace la historia de los derechos humanos en la Argentina, que tomando el corto plazo podría escribirse, digamos, desde el teniente coronel Osinde, o la operación masacre de Aramburu o mejor, un poco más acá, desde López Rega, pasando por el denominado “proceso” y llegando ya a la actualidad a las policías de Duhalde, de Ruckauf y de Solá, para hacer pocos nombres. Pero para ser más justos mencionemos también a los saltos de canguro de Menem, a De la Rúa, pasando por el purgatorio alfonsinista del “yo no vi, tú no viste, él no vio” y que dejó intacta la estructura, ahora más sonriente, de los que hacían parir a las prisioneras políticas en los patrulleros de Camps y Etchecolatz. No, Talesnik se refiere sólo a la reciente manifestación Blumberg.
Bastaría preguntarse: ¿dónde están hoy esos oficiales, esos suboficiales, esos agentes que desaparecían además de los sospechosos, los televisores y las radios? Fueron los que ayudaron a integrar la estructura “democrática”. Pero también los de las nuevas mamadas con la moralidad del período Menem y el brazo ejecutor de Ruckauf y Duhalde, cuyo fresco más costumbrista fue aquella fiesta de fin de año de la escuela de policía donde los flamantes oficiales se robaron hasta las cucharas y las ollas del banquete. Todo dentro de la misma moralidad. De la policía de Camps a la Bonaerense de Duhalde.
Con la escuela de Camps, un monstruo con todas las cualidades del asesino nato. Poder y disciplina: al primer movimiento, el tiro fácil. El secuestro de lujo y el vamo y vamo.
Con la teoría radical de los dos demonios ya está toda la definición. A olvidar y a mirar para adelante. Por eso Alfonsín dejó a todos los profesores de las escuelas de policía y a todos de las escuelas militares nombrados en general por la dictadura, con los mismos programas del proceso. Y felices Pascuas. Ahora tenemos todo esto, de la estructura monstruosa de la dictadura pero también de antes de los López Rega que ya había roto las coyunturas para proceder. Esa tradición del peronismo que en su primer gobierno metió preso a Atahualpa Yupanqui y nos presentó al teniente coronel Alberte y a esas apariciones como el Juancito, el Turco Antonio, para hablar un poco de la maffia, y a aquellos hábiles picaneros que terminaron con Stroessner, el protector, los policías Lombilla y Amoresano, dos sirvientes de la tortura para no olvidar. Y como decíamos, después lo monstruoso sin medida: Camps, Etchecolatz, Etchecolatz, Etchecolatz, Suárez Mason, Menéndez. Pero la casa estaba en orden.
Pero bien, me quería referir a Talesnik, el intelectual. Les reprocha a “Hebe de Bonafini, a las Abuelas, las Madres y a los organismos de derechos humanos” no haber concurrido a la “manifestación popular excepcional” de Blumberg.
Con toda comprensión por el dolor de Blumberg, no se puede emparejar la historia argentina yendo todos a pedir al Congreso nacional penas más drásticas para los ladrones y asesinos. La República padece de males más profundos que la de sentirnos todos iguales, en nuestros dolores y nuestros ideales, como lo pide Talesnik.
Fueron Hebe de Bonafini, las Madres, las Abuelas y los organismos de derechos humanos los que constantemente denunciaron a qué jugaban la Bonaerense, la Federal, las palmaditas en el hombro de Alfonsín, después las felonías de Alí Babá y sus cuarenta yabranes, las gansadas del radical de pura cepa Fernando de la Rúa (repetimos: radical, radical hasta la médula), y luego Duhalde, el Barceló de Lomas de Zamora, para no hablar de Ruckauf, que estuvo en todas y tiene las manos manchadas de sangre desde que era el confesor gratuito de Isabelita y López Rega. Y fueron esas dignísimas viejas de pañuelo blanco las que salieron a la calle para terminar con el antro de los desaparecedores. Fueron esas viejas, Talesnik: nunca el nombre de Blumberg apareció en una solicitada por ellas.
Desde 1976 hasta hace pocas semanas se vendió todo lo argentino. ¿Y por qué, si los ladrones del poder vendían todo la policía no iba a pasar de la pizza con doble muzzarella a los miles de dólares con los cobardes secuestros y los robos? Y de pronto, las víctimas fueron esa clase media alta, porque allí había guita. Los que saludaron a Videla y sus escuadrones de asesinos de pronto pasaron a ser las víctimas. Ah, entonces, sí, a la calle. E hicieron bien, porque es en la conquista de la calle donde se puede conquistar la justicia y la moral, como hicieron los pueblos en sus épicas marchas de protesta y conquistaron así las ocho horas y la búsqueda del fin de la explotación del hombre por el hombre. Así, sí. En la calle. Y claro, entonces sí, ante la masa hasta se movieron los senadores y diputados.
No, Talesnik, Hebe de Bonafini y las Madres no estuvieron en esa manifestación custodiada y trasmitida por los canales privados de televisión. Estuvieron desde 1977 en esa Plaza de Mayo, custodiada por la asesina SIDE, las policías, los militares Astiz y los alcahuetes del poder, que ya habían hecho desaparecer a Azucena Villaflor y dos Madres más.
Ya es una historia vieja: el aumento de penas no soluciona nada. Lo ha demostrado la historia. La Iglesia Católica pese a sus hogueras donde se quemaban vivos a los librepensadores no logró parar a los protestantes. El fusilamiento, la horca, la guillotina, las inyecciones letales no lograron nunca disciplinar las sociedades injustas pese a que los que aplicaron esas penas se llamaran Hitler, Mussolini, Franco o Bush. El jueves lo dijo bien claramente, con toda valentía, el peronista Miguel Bonasso cuando le preguntaron porqué habían fracasado todas las políticas bonaerenses de mano dura, y el respondió: “No dio resultado porque no desmontaron la estructura mafiosa que une a los punteros del Partido Justicialista de Buenos Aires, intendentes y comisarios. Una tríada que forma una gran camorra. Y no desmontaron esa hermandad porque forman parte de ella”.
Bien claro de un hombre que conoce a fondo la situación política. ¿Por qué la Cámara de Diputados no constituye una comisión investigadora a base de esta denuncia? No, dejan que Carlos Ruckauf y su guardaespaldas Casanovas tomen la voz cantante en la sesión Blumberg.
¿Cómo fue posible la experiencia Juárez en Santiago del Estero? ¿Cómo es posible que el Partido Justicialista haya permitido una experiencia absolutamente decadente e insultante a la condición humana? No, después de la experiencia López Rega, el Partido Justicialista tendría que haberse limpiado definitivamente y no volverse a meter en el barro de la inmoralidad y el abuso una y otra vez. Si seguimos así, nuestro próximo jefe de la Policía Federal va a ser Musa Azar, votado por los diputados que en la sesión Blumberg cortaron la palabra a los diputados de la oposición.
El intelectual Ricardo Talesnik termina su crítica a los organismos de derechos humanos diciendo: “Ninguna minoría, ningún sector político, racial o religioso tiene derecho a sentirse dueño de la historia, porque la historia la escribimos todos diariamente, aunque no militemos en política, no seamos famosos ni tengamos poder. Todos nos jugamos la vida por el simple hecho de estar vivos”. No, Talesnik: ni López Rega, ni Musa Azar, ni los policías secuestradores hacen la historia, sino que la retroceden. Los que hacen la historia se llaman Sandino, Emiliano Zapata, Mariano Moreno, Agustín Tosco y José Martí. No necesitan velas para que los acompañemos en nuestro reconocimiento. Y aquí, desde 1977, las únicas que hicieron historia, y nada menos que en la Plaza de Mayo, fueron las Madres. Reconozcámoslo.

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