EL PAíS › LA RELACION ARGENTINA-BRASIL TRAS LA CUMBRE

Qué viene después de George

 Por Cledis Candelaresi

Aunque frente a la iniciativa ALCA el Mercosur actúa como un bloque homogéneo, en su interior no faltan conflictos comerciales que ponen en vilo la relación entre los dos principales socios del bloque sureño. Todo indica que este año Argentina duplicará el déficit comercial que sostiene con Brasil desde hace veintinueve meses consecutivos, y que en lo que va del año ya acumula casi 3000 millones de dólares. Esto es así a pesar de la buena performance exportadora que tienen algunas trasnacionales radicadas aquí, como General Motors, Volkswagen, Toepfer Internacional o Voridian. Apenas se enfríe el clima recalentado por la discusión en torno a la iniciativa Bush, ese creciente desbalance podría reavivar los recurrentes pleitos entre productores radicados a uno y otro lado de la frontera.
Un flamante informe de la consultora Abeceb.com, elaborado sobre datos oficiales, da cuenta de aquel crecimiento y consecuente riesgo. En los diez primeros meses de este año, el déficit comercial en detrimento de la Argentina fue de 2995 millones de dólares, un 64 por ciento más que el registrado durante todo el 2004, proporción que trepa al 96 por ciento si se compara con lo que ocurrió en el mismo lapso del año anterior.
La mayor parte de ese intercambio desfavorable para la Argentina se explica por lo que sucede en el sector automotor, paradójicamente uno de los más destacados a la hora de identificar qué tipos de firmas exportan desde Argentina. Según explica el titular de aquella consultora y otrora secretario de Industria, Dante Sica, la oferta automotriz argentina está claramente limitada por dos cuestiones.
Por un lado, el menú de coches fabricados acá es muy limitado y más antiguo que el brasileño: Argentina dispone de 17 modelos que tienen una antigüedad promedio en el mercado de 71 meses, contra las 65 variantes que ofrecen las terminales brasileñas, bastante más modernas. Existe una dificultad cuantitativa adicional y es que las terminales localizadas en el país vecino cubren ampliamente con su oferta la demanda interna.
En los últimos meses, las administraciones de Luiz Inácio Lula da Silva y Néstor Kirchner pusieron bajo monitoreo a diecisiete sectores identificados como “sensibles” a la competencia del otro. Bajo ese control se encuentran actividades como las de los calzados, textiles o línea blanca, cuyas importaciones desde las fábricas brasileñas representan una competencia riesgosa para la Argentina. Después de esa identificación, los gobiernos propusieron acuerdos entre los fabricantes de uno y otro lugar, para que ellos mismos autolimiten el comercio sectorial.
Según indican los registros oficiales, esos pactos de caballeros habrían servido para frenar la virtual avalancha de productos brasileños, al punto de que las importaciones en las actividades monitoreadas se habrían mantenido sin cambio. Claro que fuera de la perspectiva del comercio bilateral, hay algo que da sustento a las protestas que subsisten de los productores locales, ya que si bien se contuvieron las compras desde el principal socio del Mercosur, se abrieron las fronteras a bienes de otro origen, como los textiles asiáticos o las heladeras mexicanas o chilenas.
Las exportaciones argentinas a Brasil crecieron un 13,7 por ciento en los diez primeros meses del año, pero las importaciones aumentaron un 34,5 por ciento en ese mismo lapso. Argentina sigue vendiendo básicamente productos primarios (por ello Cargill y Bunge figuran entre las principales exportadoras), químicos y autos o partes de ellos. Pero importa cada vez más insumos intermedios, es decir, bienes que necesita una industria que se reactiva. La clave no parece estar en cómo comprar menos sino en cómo vender más.

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