EL PAíS › HILDA MOLINA EN LAS RELACIONES BILATERALES

Cuba piensa en una médica

 Por M. P.

El dato pasó desapercibido porque las pantallas y los diarios privilegiaron el reclamo oficial por la neurocirujana Hilda Molina. Eso opacó el resto de la información sobre los vínculos entre Cuba y el Mercosur. Pero el viernes 21 de julio, poco después de que la delegación de La Habana recibiera la carta firmada por Néstor Kirchner, la isla firmaba acuerdos económicos con el bloque por unos 100 millones de dólares. Para los cubanos, era un gesto que demostraba interés y voluntad por acercarse a la región en la que el propio Fidel Castro percibe un tiempo distinto. Eso explicaba el entusiasmo inicial de Cuba por participar de la cumbre de Córdoba en un momento tan particular del continente. Pero el affaire Molina les amargó el viaje. Y ahora en La Habana se preguntan hasta qué punto el fuerte contrapunto por la disidente determinará la relación con Argentina y su gobierno.

Los cubanos se habían preparado para la cumbre de Córdoba con entusiasmo. Sabían que la presencia de Fidel garantizaría un impacto político, y esperaban volver con la satisfacción de un acto masivo y nuevos acuerdos de cooperación. Una de las ideas era ofrecer sus logros en recursos humanos, especialmente salud, educación y ciertas tecnologías, a cambio de financiación, energía o productos agrícolas. Con la Argentina una de las posibilidades era lograr una quita de la deuda de 1500 millones de dólares que mantiene desde los ’70 gracias a José Ber Gelbard.

En ese tema concreto, los cubanos ya habían intentado cancelar la deuda enviando sus ya famosos médicos. Una alternativa la estaba pensando el diputado Miguel Bonasso, uno de los primeros dirigentes que se acercaron al matrimonio Kir-

chner cuando el entonces gobernador de Santa Cruz aún no había comenzado su campaña presidencial. La propuesta era que la Argentina concediera a Cuba una quita del 75 por ciento de la deuda, repitiendo el esquema de refinanciación que había logrado con los acreedores privados internacionales. Pero la presentación de la carta por Molina, que los cubanos no preveían, impidió cualquier gestión.

Bonasso es amigo personal de Fidel. Dice deberle una “eterna gratitud” por el cuidado que Cuba le dio a su mujer, Ana de Skalon, quien murió en La Habana en febrero. Fue el dirigente argentino que más tiempo pasó junto al cubano durante la cumbre. El sábado, un día después de que el contrapunto por Molina volviera a estallar en los diarios, acompañó a Fidel y Hugo Chávez a la casa de la infancia del Che en Alta Gracia. Ese día también almorzó con Fidel en el Hotel Holiday Inn. “Soy leal a mis amigos, en lo político y lo personal. Y Fidel es la historia, es un privilegio ser amigo de un gigante”, comentaría luego a Página/12.

Bonasso no es el único diputado que tiene simpatía por La Habana. Basta con mirar los nombres que integran el Grupo Parlamentario de apoyo a Cuba, que encabeza el metalúrgico Francisco “Barba” Gutiérrez. También lo integran Marta Maffei (ARI), Hermes Binner (socialismo) y un grupo numeroso de kir-

chneristas, Graciela Rosso, Edgardo Depetri, Remo Carlotto, Araceli Méndez de Ferreyra. Esos legisladores serán invitados en septiembre a La Habana para participar como observadores del encuentro de Países No Alineados, al que la Argentina supo integrarse por impulso del propio Perón. Aunque todavía falta la invitación oficial, en Cuba ya se están preguntando con cuántos de ellos finalmente contarán. ¿Habrá algunos faltazos por la médica Molina?

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