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La sangre sobre el asfalto

Tras las palabras de Francisco, o Paco, el sacerdote francés que acompañó a Enrique Angelelli, más medido, profundo y tierno en su recuerdo del amigo ante el lugar de su asesinato, ayer se impuso el discurso de Alilo Ortiz, mano derecha de monseñor hasta su muerte. De entrada le dio por gastar a los políticos justicialistas presentes, hasta que llegó a opinar sobre lo dicho por el presidente Néstor Kirchner durante el homenaje del miércoles en la Casa Rosada. “Kirchner ha dicho que ha sido tarde, y es cierto, en buena hora lo ha dicho. Porque en el pésame decimos los cristianos, no voy a pecar más. Kirchner y el cardenal dijeron durante treinta años que los riojanos estuvieron jodiendo con Angelelli, ahora prometemos no pecar más. Por eso, nunca es tarde cuando la dicha es buena”. Luego se dirigió a la militancia presente. “El era un militante del Evangelio –dijo–. No voy a explicar lo que es un militante, ustedes saben. Les quiero contar una anécdota”, dijo, y pasó a la vez en que según le contó el propio obispo lo visitó un empresario cordobés “que tenía una empresa pantalla para tapar su negocio con el narcotráfico y la trata de blancas”. “Era una carrada de plata, un cheque por algo así como 500 mil de ahora. El tema es que el hombre le pidió a monseñor que le firmara un recibo, pero por un millón. Favor por favor, dijo”. Pero el Pelado lo mandó nada más que a Córdoba, dijo, y la gente río. “Sí, viene bien para los militantes –ironizó–. No se rían.” Y para terminar les dijo, ya en franca interpelación a los funcionarios: “Escucho mucho decir que van a hacer algo hasta las últimas consecuencias. No macaneen, para Angelelli las últimas consecuencias es la sangre sobre el asfalto”, y arrancó aplausos en Punta de los Llanos.

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