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El día que Franco lloró por Mauricio

El cóctel de gala servido después de la jura sirvió para detectar presencias y comparar los llamativos vestidos de las damas. Papá Franco y su novia descollaron.

 Por Werner Pertot

Quizás una basurita se le metió en el ojo. Pero, por un momento, durante la jura de su hijo, Franco Macri se llevó la mano a los ojos. Y aplaudió como pocas veces a Mauricio, a quien formó para que fuera su heredero. Acompañado por su novia joven y blonda, Nuria, se permitió una sonrisa y le regaló: “Lamentablemente para mí, dejó de ser empresario, pero para ser mucho más. Estoy orgulloso, porque es imposible que no tenga éxito”. Detrás de él, Nuria conversaba animadamente con su ex mujer, Alicia Blanco Villegas. Vaya a saberse de qué. Franco no participó del cóctel de gala que ofreció el jefe, donde predominaron los vestidos de lujo y canapés para todos los gustos.

Firme frente a su mosquete, un granadero era la única persona que no saludaba y daba abrazos en la entrada de la Legislatura. El macrismo estaba de fiesta y se notaba, ya sea en los vistosos vestidos (el blanco predominó en una tarde primaveral) como en la hiperkinesis y las bromas de la diputada Paula Bertol. “Hoy soy Bertol al cuadrado”, se reía.

A la jura de Macri y Michetti le siguió un cóctel de gala, bastante PRO. Pero, bien visto, todo fue como un cóctel en continuado, que empezó antes de la jura, cuando ya circulaban por los pasillos de la Legislatura mozos atiborrados de sandwichs de miga y canapés, que eran cazados al vuelo por los legisladores. Y siguió en el Salón Dorado cuando se habían terminado las formalidades. Macri no estuvo, por lo que Michetti fue el centro de todos los saludos, besos, abrazos y felicitaciones.

“Mauricio odia las cosas formales y solemnes. Estaba un poco empaquetado al leer su discurso”, opinó el asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba, bajo los brillos de las arañas de la Legislatura, arreglada como para una larga fiesta, con flores y cintas por doquier. Pese a su habitual prédica contra las ideologías, el asesor reconoció que “un mundo sin diferencias ideológicas sería muy aburrido”. “Los porteños esperan que haga algo por ellos y no que sea el jefe de la oposición. Lo central de su discurso fue el saludo a Cristina”, apuntó Duran Barba, quien negó ser autor de las palabras del jefe. “Lo conversamos, pero el discurso lo armó él”, dijo, antes de acercarse a saludar a la novia de Macri, la modelo “Malala” Groba, vestida de blanco como para un casamiento. “Más linda que nunca”, la adulaban.

Mientras degustaban fosforitos, saladitos y otras exquisiteces provistas por la empresa de catering Diquint, todo regado con vino Norton Malbec, los ministros de Macri confraternizaban alternativamente con el ex titular de la UIA Julio Blanco Villegas; con el presidente de la DAIA, Aldo Donzis, o con el titular de la Sociedad Rural, Luciano Miguens. También estaba el actor Seefeld (ex Simuladores), amigo personal de Macri, y hay quien dijo ver a algún ex jugador de Boca, como Raúl Cascini o uno de los Barros Schelotto (probablemente Guillermo). El plantel del equipo xeneize tenía ausente con aviso, por su viaje a Japón. Sí estuvo, en cambio, con un llamativo ambo celeste, Daniel Lalín, el inolvidable ex presidente de Racing.

“Están todos muy contentos con que haya suspendido la temporada lírica”, se enorgullecía el ex rector del Colegio Nacional de Buenos Aires, Horacio Sanguinetti, que se hará cargo del Teatro Colón. No lejos, el rabino Sergio Bergman volvía a mostrarse muy PRO: “El cambio recién comenzará cuando la ciudadanía se despierte”, decía. En su silla con motor eléctrico se paseaba cerca el titular de la Agencia de Control Comunal, Federico Young, quien compartió seminarios con la activista procastrense Cecilia Pando. Young dice que tiene pensado querellar a Aníbal Ibarra, Beatriz Baltroc y a quienes lo acusaron de “haber defendido a la dictadura”.

Pero la presencia más bizarra fue, sin dudas, el modisto Ante Garmaz, ya entrado en años, quien le dijo a Página/12: “Macri es muy pillo. En Boca hizo algo muy bueno. La envidia es el pasaporte al éxito y él es envidiable: tiene guita, minas y éxito”, enumeró. Sólo le falta la Ferrari.

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“Macri es envidiable. Tiene guita, minas y éxito.”
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