ESPECIALES › SUPLEMENTO 21º ANIVERSARIO

La culpa es de la soja

 Por Miguel Teubal*

El conflicto agrario que se manifiesta en la actualidad es, en gran medida, consecuencia directa del auge fenomenal que han tenido los precios internacionales de la soja y de otros granos. El gobierno teme que tal situación pueda incidir sobremanera sobre el aumento de los precios internos de los alimentos y por ende sobre el proceso inflacionario, con todas las consecuencias que esa situación puede acarrear sobre el humor de la población. ¿Por qué aumentan los precios de la soja y de otros granos en el mercado internacional? Diversas razones explican el auge de la demanda de diversos granos. En el caso de la soja, tuvo que ver con la necesidad de Europa de encontrar un alimento balanceado adecuado para alimentar a sus cerdos, pollos y vacunos. También contribuyeron los nuevos proyectos para impulsar los agrocombustibles, que presumiblemente habrán de sustituir a combustibles fósiles en el futuro. Asimismo, China y la India se han constituido en demandantes importantes de soja dado el tipo de “modernización” agraria que se está impulsando en esos países.

Pero cabría preguntarse si en el trasfondo de esta situación no se estaría conformando un nuevo estadio en la evolución del capitalismo. Tras varias décadas de neoliberalismo, de privatizaciones, desregulaciones y aperturas a la economía mundial que dieron impulso a importantes procesos de globalización dominados por los agronegocios, se fue configurando en escala mundial una “nueva división internacional del trabajo”, equiparable a la de fines del siglo XIX, cuando tuvieron auge las denominadas “economías agroexportadoras”. Al igual que entonces, en la actualidad estos nuevos y viejos productos de exportación generan enormes rentas internacionales en escala mundial que se han transformado en algunos de los principales soportes de los procesos de acumulación de los países periféricos. A esas razones de más largo alcance se agrega que por la actual crisis financiera muchos inversores se refugian en commodities, incidiendo en el corto plazo sobre el componente más especulativo del alza de esos precios. ¿Cómo se distribuirán esas rentas internacionales que derivan del alza de los precios en el orden económico interno? No cabe duda de que los precios internacionales inciden sobre aumentos de los internos. La soja contribuye a una importante prosperidad para vastos sectores del agro. Los principales beneficiarios de ese proceso lo constituyen los grandes productores, contratistas, “pool de siembra”. Dado el auge que ha tenido la soja en los últimos años, los medianos y pequeños productores pampeanos también se están beneficiando. De allí la respuesta contundente del “sector” frente a las nuevas medidas.

Se nota cierto titubeo por parte del Gobierno frente a la actual situación. Y no es de extrañar que sea así. Porque tuvo que producirse la amenaza de que se agudizara el proceso inflacionario para que decidiera el establecimiento de retenciones móviles e intentara cambiar de rumbo aunque sea mínimamente en materia agropecuaria. Si no fuera por este hecho, no hubiera dejado de aplicar una política agraria que en lo esencial sigue siendo prosoja, en consonancia con lo que hicieron todos los gobiernos anteriores desde la aplicación del decreto de desregulación de 1991. Se trata de impulsar un cultivo utilizando “tecnología de punta” (los transgénicos), sean cuales fueren sus consecuencias, debido a que contribuye significativamente al superávit de la balanza comercial necesario para pagar los servicios de la deuda externa. Los gobiernos anteriores y el actual también hacen oídos sordos a las “deseconomías externas” del modelo sojero: la desaparición de los productores medianos y pequeños, la pérdida de la autosuficiencia alimentaria, el deterioro ambiental, los efectos de una deforestación indiscriminada, los efectos sobre la salud humana. Tuvo que producirse esta coyuntura muy especial y el peligro de una espiral inflacionaria para que el Gobierno intentara ciertos “correctivos” en la política global. El problema es que no se contemplan los intereses de medianos y pequeños productores. Y tampoco implica un cambio fundamental en el modelo agropecuario.

* Economista, especialista en temas agrarios.

Publicada el 27 de marzo de 2008.

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