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El ruido de los caballos

Por Jorge Marziali *

El paisano Carlos Gándara (que no fabrica dulce de leche, pero se me hace hombre dulce y de bien) es oriundo de Magdalena, y vive con su familia en City Bell. Para no andar desocupado, hace unos años le propuso al jefe del Batallón 601 armar una agrupación tradicionalista: los muchachos del 601 prestaron el espacio (unas cuatro hectáreas) y Gándara armó una asociación civil sin fines de lucro (aunque con fines de locro) y denominó a la agrupación Estancia Grande, en memoria de la que supo pertenecer a la familia Bell, antes de convertirse en regimiento.
A partir de ese momento, la Agrupación forestó, construyó un tinglado y unos corrales. Mantiene unos 20 pingos, para solaz de niños, paisanos y curiosos de City Bell y alrededores. Dos o tres veces por año organiza allí una fiesta para la gente del lugar, con entrada libre y gratuita, donde suele haber destreza criolla, cantores y jineteada. Una de esas fiestas, además, se transforma, cada año, en la celebración oficial del aniversario de City Bell, sin aportes de la Municipalidad, pero con fotos de los sucesivos intendentes en los diarios locales.
Carlos Gándara sabe que sólo se sacan fotos, aunque no distingan muy bien un malacara de un indio pintado. Pero no le importa; el hombre ama los pingos, la platería, la soguería, las pilchas criollas y muchas otras “ridiculeces”, al decir de mi primo el decorador de chopins.
De pronto, aparece un vecino al que no le gustan los caballos, sobre todo el “incesante ruido” que los nobles animales “ocasionan las 24 horas del día”. “¿Animal ruidoso, dijo...? Pa’ mí, el caballo pastando...”
El vecino manda una carta-documento al Estado Mayor del Ejército, en nombre de “todos los vecinos” aunque con la firma de ninguno. Pide que no haya más caballos ensuciando el pasto del batallón ni haciendo “ruidos” en su frenesí de mascar yuyos.
Pregunto yo: ¿Cuando un ciudadano elige vivir frente a un regimiento, no sabe que es muy posible que hayan “sordos ruidos” que “oír se dejen/de corceles y de aceros”? Es como irse a vivir a Ezeiza y después pedir que suspendan los aviones.
Si bien el caso de City Bell no es la guerra de las Malvinas, el Estado Mayor arruga, por consejo de sus abogados, y ordena cortar el convenio con la Agrupación. El coronel a cargo del 601 sabe que el Estado Mayor se equivoca, pero no se anima a informar a sus superiores sobre los aportes culturales gratuitos que la Agrupación hace a la comunidad.
Mientras tanto, la oficina de “Control Urbano” de la Municipalidad de La Plata certifica que los caballos “no generan malos olores, no ensucian” ni, por ahora, hacen “ruidos”, y que “pastan tranquilamente por dicho predio”. La comisaría de City Bell, por su parte, informa que no existen denuncias de ningún vecino que involucren al Centro Tradicionalista.
¿Qué puede saber el Estado Mayor sobre los chicos de City Bell, que aprendieron a jinetear en la Agrupación de su barrio urbano y hoy se destacan en Jesús María y otros chopins por el estilo?
Con la Agrupación, los vecinos han podido ver una pulpería (de esas que dibujan en el Billiken, ¿viste?) y se han enterado de lo que es una “prueba de riendas entre tambores”. Y, además, se han comido, por dos mangos, unos buenos costillares al asador, mientras escuchaban cantos y decires, de esos que no difunden por radios, por lo general, mucho más ruidosas que los caballos.
Resultado: el 15 de marzo, la Agrupación se tiene que ir. No hay, en medio de esta zoncera, asuntos de dinero ni de poder. Hay tilinguería, desidia, capricho.
Pregunto ahora: ¿No podrá el paisano Jaunarena, ministro de “Defensa”, defender lo que ha sido una buena idea del Batallón 601, aprovechando que no hay en el horizonte hipótesis de guerra o algún otro menester bélico?
Endemientras, quizás alguien pueda avisar si existe un campito cercano donde poner la Agrupación, para que los chicos y los buenos vecinos no vivan condenados a mirar a Sofovich en la tele, para ver si, en una de ésas, muestra un caballo, animal alrededor del que se mueven sentires que nos devuelven “algo de lo expropiado, que es casi todo”, como le gusta decir a la buena de María Elena Walsh.

* Cantautor.

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