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“Candombia” ya tiene superhéroe para luchar contra los villannos

En “Rubenrá”, el espectáculo infantil que presenta en ND Ateneo, el músico uruguayo ratifica una vez más su condición de showman.

 Por Karina Micheletto

La ciudad de Candombia tiene un nuevo superhéroe. Está un poco excedido de peso, pero posee un método infalible para salvar a la humanidad de villanos de todo pelaje. Se desplaza montado en un tambor volador, y va arrojando una potente sustancia. El superhéroe en cuestión se llama Rubenrá, y sus eficaces y olorosas armas son los cuetes que se tira sin parar. Lo suyo es tan heroico, que llegó incluso a asfixiar a unos vampiros disfrazados de banqueros, que querían acorralar todo el dinero de la gente. Debajo de su capa, Rubenrá tiene un parecido asombroso con Rubén Rada, pero no son la misma cosa. Rada es el que relata, acompañado de una banda ajustada, tres carismáticas coristas y seis bailarinas especializadas en acrobacias y técnicas circenses, la historia de este superhéroe. Y también otras, como la de una comparsa que se armó en Bicholandia o la de un Mambrú que no va a la guerra, porque no quiere matar Mambrucitos de otro lugar, aunque sean diferentes y no piensen igual.
Provisto de estas historias, lo primero que propone Rubén Rada en Rubenrá, su espectáculo para chicos, es escuchar a esos chicos que fueron a verlo. Pide que pueda escucharlos él, que puedan escucharlos sus padres, y que se escuchen entre ellos. Les pide que canten, que griten, que cuenten qué cosas les gustan y cuáles “les revientan”, que reciten relaciones para un pericón. Los invita a bailar y a jugar con él, mientras va tirando guiños a los padres: “A las 6, 7 de la tarde, no sé si es por la ley de gravedad, pero los niños pesan un poco más. Por eso hay que cansarlos bien mientras se puede. Este es el momento de cumplir el sueño que tienen todos los padres: revolear al niño”, les dice, por ejemplo, mientras invita a chicos y grandes a seguir el ritmo de los tambores.
Lo segundo que propone el uruguayo es escuchar a los padres que llegaron hasta ahí para llevar a sus hijos. Entonces una mamá podrá decir, consultada sobre las cosas que “le revientan”: “¡Me revienta no poder dormir diez horas seguidas desde que nacieron mis hijos!”, ante el aplauso cerrado de las demás madres, hermanadas en el sufrir compartido. “¡Me revienta que se me metan en el baño!”, se quejará un papá. “¡Me revienta que mis nietos se peleen cuando vienen a mi casa!”, dirá más tarde un abuelo. Canciones y tambores mediante, los padres terminarán bailando con ganas (“la última vez que sus papás bailaron fue el día que se casaron, ¡aprovechen a verlos ahora, chicos!”, arengará Rada), y las madres subidas al escenario, en un coro polifónico.
Rada es un gran showman, y eso le juega a favor en el momento de presentar su espectáculo para chicos, que deja mucho más gusto a satisfacción que el disco (Rubenrá, editado recientemente por EMI). Lleva cinco años presentando este show infantil en el Uruguay, y eso se nota. Durante un poco más de una hora y media, las canciones, las coreografías y los juegos de palabras se intercalan ajustadamente con la participación del público, sin una línea de más. Esta es la primera vez que el músicodesembarca en la Argentina mostrando su faceta “para niños” y, según dice, quiere que sea para largo. Claro que los localismos permanecen, aunque sean fáciles de traducir, y a lo largo del show se oirán varios clásicos “vó” uruguayos, “championes” en lugar de zapatillas, “barajas” por cartas, entre otros “uruguayismos”.
En su disco para chicos, Rada incluye un cómic que relata la batalla del superhéroe oriental Rubenrá contra su terrible enemigo, el Profesor Loquibambia Tocameunvals, inventor de la máquina Chupamúsica. En su espectáculo en vivo, el músico recuerda batallas un tanto más mundanas, casi todas libradas entre padres e hijos, pero no por eso menos importantes. A qué hora hacer la tarea, qué cosas no se pueden decir aunque se piensen, cuáles son las “malas palabras buenas”, cómo sortear el aburrimiento sin la tele, cómo gritar un buen gol, por qué los grandes obligan siempre a hacer mandados a los chicos. Pero los chicos, se sabrá, no están solos en esas batallas domésticas. Porque hay otros que ya las pasaron antes, y aportan soluciones posibles. “Cuando era chiquito mi mamá me mandaba: ‘Rubencito para acá’, ‘Rubencito para allá’”, contará, por ejemplo, Rada. “Hasta que al final me cansé y me hice músico, que es mucho más fácil.”

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“Rubenrá” logra entretener tanto a chicos como a grandes.
 
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