ESPECTáCULOS › “TODOPODEROSO”, DE TOM SHAYDAC, CON JIM CARREY

¿Qué harías si fueras Dios?

 Por Martín Pérez

“¿Y si Dios fuese uno de nosotros?”, se preguntaba a mediados de los noventa y con cierta melancolía una canción de Joan Osborne. Una vez acomodado a sus nuevos poderes divinos, no hay nada de melancolía en la actitud de Jim Carrey a la hora de caminar la calle cantando, justamente, esa canción. A los 41 años y luego de intentar suerte como actor serio en una película sumamente clásica como The Majestic, el gran monigote cinematográfico de los noventa pretende con Todopoderoso madurar sin dejar a un lado sus dotes de capocómico. A las órdenes de Tom Shaydac –quien lo lanzó a la fama con Ace Ventura–, Carrey es aquí Bruce Nolan, un divertido cronista televisivo con ansias protagónicas. Aunque tiene un especial talento haciendo notas de color, Bruce ambiciona reemplazar al conductor principal del noticiero en el que trabaja, algo que le quita el sueño a él tanto como él se lo quita a su pareja, una caritativa maestra encarnada por Jennifer Aniston, una de las estrellas de “Friends”.
Muy lejos del espíritu y los merecimientos de aquel bíblico “Dios, ¿por qué me has abandonado?”, el egocéntrico Bruce increpará al Todopoderoso tantas veces –en el transcurso de un trágico día que lo dejará sin sueños, sin auto y sin trabajo– que será llamado al orden, beeper mediante. Así es como Bruce tendrá una cita celestial en la que el mismísimo Dios –interpretado por Morgan Freeman, a medio camino entre el Morpheus de Matrix y la blancura manifiesta de una publicidad de jabón en polvo– le dirá algo así como “si pensás que podés hacerlo mejor que yo, entonces hacete cargo”. Y es recién entonces cuando Todopoderoso se transforma en una película disfrutable.
Acostumbrándose lentamente al hecho de ser realmente todopoderoso, Bruce reproducirá el milagro de las aguas del Mar Rojo en un plato de sopa de tomate, cantará la referida canción de Osborne y hasta será Clint Eastwood por un rato. Sin esforzarse demasiado en explorar a fondo todos los aspectos del hecho de que Dios sea uno de nosotros –de hecho, no hay nada que responda a la pregunta “¿Qué harías si fueses Dios durante una semana?”–, lo cierto es que cuanto más tontos los gags de Carrey son más eficaces. Pero es una lástima entonces que la “tontera” –e incluso la superficialidad– sean dejadas de lado tanto al comienzo como al final de un film que persigue demasiado ligera y literalmente un ideal de comedia-humanista-a-lo-Capra.
Además de dirigir a Carrey en Ace Ventura y la hilarante Mentiroso, mentiroso –en la que disolvía sus gags más graciosos en una pátina de azucarada corrección familiar–, Shaydac ha demostrado ser un humanista celestial en películas como Patch Adams e incluso El misterio de la libélula, protagonizada por Kevin Costner. Aquí la moraleja final para el ambicioso Nolan será que le debería alcanzar con dedicarse a ser bueno en lo que mejor sabe hacer, esas deliciosas notas de color que les sacan una sonrisa a los telespectadores. Sería bueno que Jim Carrey llegue a las mismas conclusiones y, en vez de perderse buscando ser el James Stewart de su generación –algo que además ya logró en The Truman Show–, siguiera en busca de momentos cinematográficos mucho más celestiales, como aquel en el que deja a su rival como conductor del noticiero farfullando una sarta de interminables incoherencias.

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