ESPECTáCULOS

Paris Hilton, la pobre niña rica que quiere pervertir a los granjeros

En el reality Simple Life, la patrona sexual de Internet (tiene quince mil weblogs de fans) hace una caliente excursión al sur de EE.UU.

 Por Julián Gorodischer

No sabe actuar, ni cantar, ni escribir, ni bailar, pero se dedicó a viajar por la cadena de papi Hilton con la facilidad de una turista preferencial, hecha para el derroche, desconocedora del cash. Una billetera es un objeto extraño para Paris Hilton (sólo usa tarjeta), más de moda que Britney, en paseo continuo por las fiestas de Beverly Hills, y principal defensora de “un paso más allá de toda liberación sexual”. No es la rubia tarada, a pesar del platinado feroz y el escote permanente que le otorgó el lauro de la peor vestida (según People y E! Entertainment); no es la alienadita que vive de las rentas de papi y organiza cócteles en su mansión de L.A. (aunque también lo hace, claro). Es la que un día, consciente de sus limitaciones, quiso destacarse por la negativa, ser la peor y la más mala de todas, la reventada pero con el orgullo que se expresa en el pucherito que se le ve en su video prohibido y gratuito en Internet. Allí, en ese continuado de fellatios y penetraciones, posa junto al rugbier Brian Urlacher en performance de colegiala, y después de “putita”, como pide que la llame mientras él le practica sexo oral.
Lo hizo mucho antes que Nicole Neumann, y tal vez haya sido su musa inspiradora. Y generó una explosión de quince mil weblogs que le reclaman más, más, más, babeantes y con la mirada extraviada del que sabe de qué se trata. Ella carga al hombro el perrito de diva, displicente como una millonaria, pero también mundanísima. Así se la podrá ver desde la semana próxima (los miércoles a las 21, por Fox) en el reality Simple Life que la arrastró junto a su amiguita Nicole Richie, hija de Lionel, a las afueras campestres, a vivir en una granja con una familia de moralistas que decreta el fin de la fiesta a las 21 e impone una larga faena de tareas rurales para las inútiles. En el campo, Paris no deslumbra ni se destaca por su cuna, aunque sea la heredera de una de las grandes fortunas del mundo, sino por su misión pedagógica. Ella quiere despertar al “machito” de la casa al que acaba de definir como so cute (muy lindo). Paris, en el reality, se propone abrir la herida en la rígida moralina estadounidense del pueblo de provincia, en la franja más puritana de la zona sureña, y por eso queda emparentada con sus precursores: Tom Green y la tribu Jackass, correteando ancianas en calzoncillos, acosando granjeros con la impunidad del que estará sólo por un rato.
Paris no apela al modelo idiota sino al de la muñequita porno, cuando propone “hagamos un trío” para corromper al granjerito, o sale de ronda pidiendo besos por los bares más aburridos del campo. Si la de Paris y Nicole iba a ser una aventura de adaptación para reír ante una imposibilidad (que duerman entre garrapatas), lo que se ve es una más de las movidas de Paris: adulterar conciencias, tenerlos de rodillas y jadeantes aun en el pueblo de las polleras largas y la misa dominical. Si la apuesta de Simple Life iba a ser el inofensivo jueguito del príncipe hecho mendigo, involuntariamente el programa gira hacia otra zona: desnaturaliza esa feroz represión provinciana que tapona todo tiempo libre con faenas de desplumado de pollos y aseo de la casa, mientras ellas se pasean con poca ropa por la casa: acaban de salir del baño, se acuestan juntas en la de dos plazas, más cerca del porno aligerado que de la dulce convivencia Ingalls.
En cualquier caso, lo que sobrevuela a Simple Life es una inmensa provocación sexual: meterle al granjero en su dulce hogar a la “putita” para recordarle que, en el locutorio del pueblo, puede verla pidiendo que la penetren por atrás; hacerle saber que ella es la patrona sexual de Internet, la que no pudo triunfar en el cine o la pasarela, pero se llevó el premio mayor: ser la cita más buscada de Yahoo. Y ahora está allí mismo diciendo que no puede dormir si no es con su osito de peluche, conocedora sagaz de los encantos de lolita. Anticipa una tragedia policial (violación a cargo del granjero que, culposo, termina asesinando a su cándidafamilia), pero no pasará... Todo reality es ficción, y el de Paris Hilton no quiebra el tono, tan poco realista como la saga de los Osbourne o las peleítas conyugales de Nick y Jessica en Newlyweds, pero igualmente encantador. De cibericono a estrella de TV: el paso de Paris fue dado. Lo que queda es brindar, al regreso, por la fama conseguida. Con el mejor champagne francés, claro.

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Hilton y su amiguita Nicole Richie, dos atrevidas en el campo.
 
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