ESPECTáCULOS › ENTREVISTA AL ACTOR, CANTANTE Y BAILARIN DIEGO REINHOLD

“Todos somos Peter Pan en algún momento”

Se siente tan compenetrado con el personaje creado por Barrie que admite: “Si no me hubiesen llamado, les habría dicho: ‘¡Yo soy Peter Pan...!’”. Convocado para el musical, comparte escenario con Favio Posca y otros 22 actores.

 Por Silvina Friera

Cuando se duda si se puede volar, se pierde la capacidad de hacerlo para siempre. “La razón por la que los pájaros vuelan y nosotros no está en el hecho de que ellos tienen una fe ciega, porque tener una fe ciega quiere decir tener alas”, escribió James Matthew Barrie (ver recuadro). El musical Peter Pan...todos podemos volar, versión de Marisé Monteiro, basada en el cuento original del célebre novelista y dramaturgo escocés, se puede en el teatro Opera (Corrientes 860), protagonizado por Diego Reinhold y Favio Posca, con dirección actoral de Claudio Gallardou, puesta en escena de Ariel del Mastro y canciones escritas especialmente por Patricia Sosa y la propia Monteiro.
El famoso niño que permaneció detenido en el tiempo de la infancia porque decidió no crecer es interpretado por Reinhold, un actor que posee un dominio del cuerpo y una gestualidad excepcional, y que además baila y canta. “El bailarín estándar es una persona derecha y bien armada, pero yo estoy hecho pedazos. Bailo mirando el piso, encorvado, y eso gusta porque es un estilo muy personal. Para actuar imito a la gente que admiro. Trato de ver en qué estado se pone el actor para lograr determinados tipos de expresión. Aprendí a economizar y hacer que brille lo que hago, hasta en lo más mínimo”, dice Reinhold en la entrevista con Página/12.
El actor, que empezó a estudiar teatro a los 10 años, admite que tuvo grandes maestros como Fernando Piernas, de la escuela de Augusto Fernandes, y Hugo Midón, con el que debutó profesionalmente a los 17 en Imaginaria. Después continuó fogueándose en El gato con botas, Locos ReCuerdos, Huesito Caracú, Cómico y Jazz, Swing, Tap, entre otras. El año pasado dirigió Teatro Chupete, de Pipo Pescador (actualmente en el Auditorio de San Isidro), pieza que ganó recientemente el premio María Guerrero al mejor espectáculo infantil. “Tengo una base actoral muy fuerte, que me permite acceder a personajes importantes, más allá de que canto y bailo. Es el teatro lo que sostiene todo, es la posibilidad de crear la ilusión, más allá del tecnicismo”, aclara Reinhold, que al igual que el resto del elenco (22 actores más en escena, además de Reinhold y Posca, que interpreta al Capitán Garfio) debió someterse a un férreo entrenamiento de esgrima, para preparar las escenas de lucha.
Peter Pan, el niño que se escapó de su casa y decidió no crecer, escucha, subyugado, los cuentos de Wendy, hasta que un día se lleva a la niña y a sus hermanos al País del Nunca Jamás, una isla en donde se encuentran con el villano de la historia: el Capitán Garfio, que comanda una banda de piratas. Esta superproducción (que se presenta los sábados y domingos a las 15) contará con efectos especiales de gran impacto visual, como el vuelo de los personajes, y proyecciones de video en distintas partes de la obra, para recrear tanto el ambiente de Londres de principios del siglo pasado como las selvas y lagunas del País del Nunca Jamás.
–¿Peter Pan es un personaje pensado para que lo interpretara usted?
–Si lo hubiesen hecho sin mí y no me hubiesen llamado, les habría dicho: “¡Pero cómo, yo soy Peter Pan!...”. El personaje me encanta; me parece uno de los cuentos más perfectos que se ha escrito porque habla de cuestiones que nos pasan a todos cuando tenemos que dejar la niñez. Todos nos encontramos con Peter Pan en algún momento y sentimos que queremos seguir jugando, aunque quede mal porque ya no es tiempo de hacerlo. Me acuerdo que cuando entré a primer año de la secundaria mi hermano más chico jugaba con los Playmobil, y yo ya no podía jugar con él, y me dolía mucho esa situación. Es un personaje mágico, que me da un montón de posibilidades como actor: volar, hablar con un personaje imaginario, como es Campanita, jugar con una sombra, crear una escena de aventuras, pero también tiene un componente dramático, cuando se enoja con Wendy porque ella decide crecer.
–¿Le fue útil recordar su infancia para crear al personaje? Los chicos siempre sueñan que vuelan...
–Yo sigo soñando que vuelo. Peter Pan dice que para volar hay que pensar en cosas lindas y cuando yo sueño que vuelo, no diría que pienso en cosas lindas... pero hay algo mental, que es ponerse de una manera para que el vuelo se produzca. Me identifico mucho y me sirven mis recuerdos de la infancia no solamente para mí sino para crear a los demás. Wendy ve a su padre muy autoritario y empieza a soñar con irse de su casa. Todos nos quisimos ir de casa, sólo por rebeldes.
–¿Cómo abordó la composición de Peter Pan?
–No copio cosas para hacer tal o cual personaje, sino que lo hago para entrenar mi trabajo de actor; después a los personajes los abordo de acuerdo con las necesidades de cada papel. Lo primero que pensé para Peter Pan fue en animales. Como vive en un lugar salvaje, es casi un Tarzán, empecé por ahí, imaginando un Tarzán niño. Pero cuando me encontré con los directores, ellos tenían otra visión del personaje. Llegamos a una síntesis maravillosa, porque esos animales se fueron dibujando en lo que sería una especie de héroe romántico que se debate entre crecer y no crecer.
–¿Entendió la historia del cuento desde chico o necesitó ser adulto para comprenderlo?
–Empecé a comprenderlo de grande, porque de chico uno se queda con una primera lectura. Los cuentos clásicos son procesos de la psiquis del hombre contados de manera simbólica, lo mismo pasa con los grandes libros de la humanidad, como la Biblia o El Corán. Son grandes mensajes que se escriben a nivel simbólico, porque sólo en ese nivel se comprende, como La bella durmiente, Caperucita Roja, que están hablando del proceso de los niños al entrar en la adolescencia. Por eso pegan tan fuerte y calan tan hondo, porque lo hacen subconscientemente. Yo no sé por qué Peter Pan me flasheó tanto, porque la comprensión es emocional.
–¿En qué sentido?
–Sé que le estoy dejando a los chicos un mensaje poderosísimo, que seguramente no lo van a comprender, pero que lo estoy poniendo en movimiento en sus mentes. Eso es lo lindo que tiene el arte: vos sabés que estás operando con el imaginario del otro. Yo percibo la energía del público, sé cuándo está atento y cuándo está disperso.
–¿Qué hace cuando detecta que la gente pierde el interés?
–Es dificilísimo (risas), pero ahí se ponen en juego las herramientas que uno aprendió. Conozco a colegas que saben captar lo que necesita el público en ese momento, como Damián Dreizik, al que he visto hacer magia. El reconoce al público como una entidad que es distinta cada función y se adapta y los empieza a manejar: cambia textos, o si iba a decir un chiste se lo guarda porque sabe que no es conveniente decirlo. El tipo es un mago, él controla la energía mental, que para mí eso es el teatro, que no es el cuerpo ni la escenografía; el teatro es nada más que los pensamientos.
–Transmite la imagen de alguien muy exigente con su trabajo. ¿Es así?
–Sí, soy terrible, tremendo, muy obsesivo del trabajo y de la perfección, me encantan las cosas perfectas porque en la perfección uno desaparece. Cuando uno logra la perfección, vive momentos de éxtasis. Me cuesta mucho decir “si esto está mal, lo acepto y lo hago así”. No puedo dormir de noche (risas). Los días previos a un estreno no duermo. No por los nervios, es porque mentalmente voy resolviendo hasta el más mínimo detalle. Y tardo horas, pero me encanta. Para los demás debe ser insoportable, pero para mí es una virtud.

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Reinhold pone su ductilidad expresiva al servicio de la superproducción montada en el teatro Opera.
 
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