ESPECTáCULOS

“Hoy la transgresión pasa por hacer las cosas bien”

El payaso Enrique Federman, un veterano de la escena under porteña, comenta su nuevo espectáculo, La varieté del CCC, que incluye clowns y magos, y reflexiona sobre las formas teatrales alternativas.

 Por Silvina Friera

No tiene la nariz colorada, apenas un buzo polar, casualmente rojo, pero Enrique Federman no necesita ningún objeto para certificar sus orígenes circenses. Es un payaso que sorprende con su gestualidad, hasta cuando extrae de su agenda algo que le hace revolear los ojos a lo Chaplin. No es una triquiñuela de alguna de sus rutinas de clown, aunque por unos segundos consigue mantener el suspenso. “Mirá lo que tengo”, dice y muestra, orgulloso, una reliquia plastificada: el carnet que acredita su condición de afiliado al sindicato de artistas de variedades como payaso. Esa especie de documento de identidad que obtuvo en 1978 es letra muerta. El sindicato ya no existe y Federman bromea respecto de su condición en la entrevista con Página/12. “Necesito revisar mi trabajo de clown. No me siento con el fuego de ponerme la nariz y subirme a un escenario. Al clown lo tengo en observación, está en terapia intensiva todo entubado. Prefiero hacer otras cosas.” Quienes disfrutaron de Esqueches, unipersonal con autoría, interpretación y dirección de Federman, acaso lamenten la abstinencia escénica de este payaso refinado, que supo replantear el lugar del clown en las producciones teatrales de Buenos Aires.
Mientras se recupera de la convalecencia en la que se encuentra el payaso, Federman dirige La varieté del CCC, un espectáculo que se presenta los viernes y sábados a la 0.30 (Corrientes 1543), en la que participan las actrices Eugenia Guerty y Gimena Riestra, el mago Mirko Callaci, el multifacético Gerardo Baamonde, el clown Octavio Bustos y el monologuista Martín Rocco. Esta es la tercera temporada de Perras, otra de las obras que cuenta con su dirección, como el espectáculo infantil, recientemente estrenado, Neutrino, un invento argentino. Como actor interpreta a uno de los personajes de Se busca un payaso, pieza para adultos dirigida por Ana Alvarado. “En La varieté del CCC, cada uno de los artistas muestra durante 10 minutos trabajos creados con anterioridad, que permiten confrontar estilos, aunque los números juntos revelan un todo coherente”, sostiene Federman. “Cuando yo empecé a trabajar de payaso decir que eras un payaso era casi un insulto. Había una concepción peyorativa vinculada con las artes de raíces populares”, recuerda Federman.
–¿A que se debe el auge del varieté como género?
–Si vos tenés un número de diez minutos, sin la aspiración de que eso se transforme en un espectáculo, el varieté te da la posibilidad de hacerlo sumando a otros colegas. A mí el Centro Cultural de la Cooperación me encargó armar el varieté. Ellos le dan mucha importancia porque de hecho hay una sala, Osvaldo Pugliese, destinada al varieté. Desde el CCC es una propuesta ideológica, pero en los artistas responde a una necesidad de expresarse y a una cuestión económica: tengo un número de diez minutos y me junto con cuatro o cinco y podemos concretar un espectáculo. Fundamentalmente, en el varieté hay actores que realizan cuadros cómicos, aunque ahora se mezclan las destrezas y lo circense. Antes, estaban los actores por un lado y los que hacíamos variedades por otro, porque ser de variedades era considerado bastante berreta. No hay una intención de recupero genuino, de revalorizar al varieté sino que es una cuestión laboral.
–¿Por qué se asocia el varieté con lo cómico cuando, por ejemplo, los números con destrezas no necesariamente requieren de un encuadre cómico?
–Lo que más se ha hecho en los ’80 estuvo vinculado con la comicidad, aunque después en los ’90 hubo una vuelta al teatro de autor. Pero en los ’80, con el discurso del clown, los actores mayormente pretendieron hacer comicidad porque se suponía que eso era lo que entretenía. Pero el entretenimiento no pasa sólo por lo cómico.
–Toda la movida del parakultural fue calificada como transgresora. ¿Por qué lugar piensa que pasa hoy la transgresión?
–Por hacer las cosas bien. La mal entendida transgresión es sinónimo de escándalo: todo lo escandaloso, del signo que sea, se supone transgresor. Sin embargo, la transgresión es hacer un espectáculo profesional, cuidado y de calidad.
–Quizás en los ’80, esa transgresión era necesaria porque todo eclosionó después de años de dictadura, autoritarismo y represión.
–La liberación de la dictadura fue una transgresión en sí misma. Para mí esos años fueron interminables. Me acuerdo que íbamos por la avenida Triunvirato con mis amigos en el año ’80 y la cana nos paró, y a uno de mis amigos, que llevaba libros, le revisaron la bolsa. Yo estaba actuando en el teatro del Bajo y la cana entró al camarín durante la función. Es lógico el hecho de que todo eso terminara en una transgresión con todas las expresiones artísticas que surgieron por esos años, en las calles o en los sótanos. Ni ponerse en bolas, ni gritar más fuerte ni manchar al público implica hoy ser transgresor. La transgresión pasa por hacer las cosas bien, que no se noten las costuras, que haya calidad. En los ’80 había una desprolijidad que estaba bien vista.
–Como payaso, después de años de transitar por distintos escenarios y de reírse de usted mismo o de los demás, ¿qué es lo que caracteriza o define al humor argentino?
–El mecanismo que funciona siempre en el humor es la desvalorización propia o de terceros. El típico número del tortazo en la cara o cuando alguien dice “este pelado” funciona por la desvalorización, quizá vos no te reís con esos chistes, pero hay públicos que sí. En el humor porteño prevalece la desvalorización porque la degradación de un valor tiene que ver con la comicidad. En las rutinas de los payasos, un golpe o un tropezón, aunque no tenga una carga emocional de agresividad extrema, implica que alguien que perdió el equilibrio, que se lastimó, que hizo el ridículo, es degradado.

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“Antes, decir que eras payaso era un insulto”, recuerda Federman.
 
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