ESPECTáCULOS › ADRIAN Y ALEJANDRO KOROL REGRESAN AL TEATRO

El espíritu de Los Vergara

Después de pasar por la tele, los hermanos quieren recuperar aquel clima de los ’80. “A veces nos dan ganas de salir a pintar”, dicen.

 Por Silvina Friera

El sistema no los deglutió ni les domesticó la rebeldía. Los hermanos Korol se foguearon en las calles –a principio de los ‘80–, armados apenas con unos aerosoles. En las paredes de la ciudad pintaron frases inolvidables como “tiemblen fachos, Maradona es zurdo”, firmadas por quienes se hacían llamar Los Vergara e ilustradas con el logo de la raíz cúbica. “A veces nos agarra ganas de salir a pintar”, confiesa Adrián en la entrevista con Página/12. Después del ingreso a la televisión (La noticia rebelde, El show de videomatch y el programa propio, La otra verdad), Adrián y Alejandro regresan al teatro de la mano de Varieté Korol, que se estrena hoy a la 0.30 en el Chacarerean Teatre (Nicaragua 5565). El nuevo show se nutre del espíritu del café concert que tuvieron sus primeros espectáculos: canciones humorísticas como La edad del pavo (“a los 20 te psicoanalizabas con Freud, Miller y Lacan, y ahora son tus nuevos referentes: Coelho, Osho y Jorge Bucay”), monólogos y parodias. Entre las novedades, Los Korol proyectarán en una pantalla gigante un episodio de dibujos animados de Trulalá, con un doblaje en vivo, que Alejandro realizará en cada función.
–¿Con este espectáculo de varieté se proponen regresar a las fuentes de lo alternativo?
Alejandro: –Nunca perdimos el espíritu de los Vergara, aunque después nos hicimos conocidos como los Korol. Los Vergara lo llevamos en la sangre. En un momento fue una forma de vida, cuando pintábamos los graffitis no nos importaba otra cosa que hacer eso. Incluso nos veían como bichos raros y trataban de analizar qué era lo que hacíamos. Esa época coincidió con el café concert; Adrián, con sus conocimientos de música, y yo con el teatro, nos largamos a hacer café concert en los ‘80, en el medio de la movida under post dictadura. Nos sentimos cómodos, aprendimos mucho, y sentíamos ganas de volver a ese espíritu del café concert.
Adrián: –Rescatamos ese espíritu under, pero incorporándole elementos nuevos: en los ’80 no había Internet, y era otra la realidad política del país y del mundo. El código del espectáculo es, indudablamente, Vergara, pero con muchos elementos post graffitis. Estamos más aggiornados.
–¿En qué consiste ese código Vergara?
Adrián: –Es el universo de la generación de Larguirucho y Palmiro Caballasca, con los dibujos animados, con la televisión y con una determinada manera de rebeldía ante lo institucional. El código Vergara es la cosa callejera del graffiti llevada a un ámbito intimista en un teatro.
–¿Cómo hicieron para conservar ese espíritu cuando ingresaron a la televisión? La generación de ustedes tenía muchos prejuicios con la televisión, pero a la vez un deseo enorme de entrar...
Adrián: –Mucha de aquella gente que tenía una actitud crítica hacia nuestra incorporación a la televisión, que de hecho fue en un programa de culto como La noticia rebelde, hoy dice que lo único bueno que hubo en la historia de la televisión fue ese programa.
Alejandro: –En esa época nos divertía mucho una frase, que nos decían nuestros colegas del under: “Ustedes están en La noticia rebelde, ustedes están transando con el sistema”.
Adrián: –Era nuestro laburo, hacíamos algo que nos gustaba en la tele o en el teatro. Más te atrapa un sistema si vos hacés teatro under los sábados a la noche y de lunes a viernes estás laburando en una oficina, quemándote la cabeza. Siempre buscamos, a pesar de estar en la tv, tener algo alternativo en el teatro o en la radio.
–Cuando ustedes empezaron, el humor era sinónimo de transgresión. ¿Es más difícil hoy hacer humor, cuando parece que se convirtió en una actividad más legitimada socialmente y desde el poder?
Adrián: –Por definición, el humor siempre es subversivo, porque invierte un orden o se enfrenta a un poderoso. Tal vez hoy el humor no pasa necesariamente por la figura presidencial. El poder no está sólo en la Casa Rosada, y por eso es interesante, por ejemplo, empezar a hacer humor con los que están irritados, enojados e histéricos con este proyecto.
Alejandro: –El humor generalmente incomoda y busca el blanco: a quién molestar y cómo. No sólo hablo de humor político. Nosotros hicimos muchas parodias de las modas: el que antes era psicobolche, después se hizo yuppie y ahora va a las fiestas rave o al Malba. Las modas se fueron reciclando y transformando, y el público se siente identificado y cómplice de la situación. Nuestro humor siempre pasa por el discurso, la palabra, las canciones y los monólogos, pero sin quedarnos en una actitud de esclarecidos o vanguardistas. Nos nutrimos de un humor muy sofisticado, pero también incorporamos y mezclamos lo callejero. Nosotros jodemos con que es posible hacer una cumbia villera intelectual, que en vez del pibe cantina, sea el pibe marxista.
–¿Cuál fue la mejor escuela para ustedes?
Adrián: –La calle y la militancia en la “Fede”, en el colegio secundario. Por empezar, eso nos dio la técnica para hacer graffitis: aprendimos a pintar paredes con el aerosol y salir corriendo. Mi gran compañero de militancia fue Polito (Fabián Polosecki).
Alejandro: –En el ’82, todavía estaba Bignone como presidente, empezamos a pintar y nos corrió el Ejército Argentino: nosotros sólo con los aerosoles como única arma, que era más importante que las que tenían ellos, pero si te apuntaban te mataban. Sin embargo, éramos más rápidos para correr (risas).

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Varieté Korol se estrena hoy a la 0.30 en el Chacarerean Teatre.
 
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