ESPECTáCULOS

Dos óperas que se sitúan en la tradición más clásica del género

Juventus Lyrica continúa su programación de este año con La médium, de Menotti, y La mano de bridge, con música de Barber.

 Por Diego Fischerman

La ópera, en el siglo XX, fue un género conflictivo. Algunos buscaron ir en contra de las leyes sobre las que se había estructurado durante trescientos años. Otros buscaron argumentos que se acercaran a ideas más actuales de narración –y de teatro–. Se experimentó con la ópera, se hicieron óperas en contra de la ópera y óperas que demostraban la imposibilidad de la ópera. Y, solitario y condenado por la intelectualidad, Gian Carlo Menotti, un compositor nacido en Italia en 1911 y radicado luego en Estados Unidos, se dedicó a crear ni más ni menos que auténticas óperas, a la vieja usanza.
A la manera pucciniana, en sus obras el sonido, la orquestación y hasta la forma eran apenas recursos para lograr los mejores efectos teatrales. Ganador del Pullitzer con El cónsul, de 1950, Menotti fue visto, por la crítica fuertemente legisladora de las décadas de 1950 y 1960, como un fenómeno típicamente norteamericano, como el más reaccionario de los reaccionarios y como un compositor de óperas para las masas (lo que, de paso, era bastante revolucionario). Pero mientras Schönberg, en Hollywood, se negaba a escribir música para el cine y se esmeraba en argumentar acerca de su inserción en la gran tradición prusiana, Menotti escribía la primera ópera para televisión. “Una voz tiene que cantar cosas que pueda cantar”, decía el compositor, explicando su credo a Página/12 en 1999, cuando, a los 88 años, visitó Buenos Aires por última vez para dirigir su propia puesta de El cónsul. “La voz es el instrumento de la ópera y a un instrumento no se lo puede tratar mal. El canto tiene el ritmo de la respiración y eso no debe alterarse. No creo que se deba escribir ni en contra de uno mismo ni en contra de la voz humana.” Menotti, sin embargo, está lejos de negar los valores de algunos de sus colegas. Valora el Wozzeck de Alban Berg y Lady Macbeth del Distrito de Msensk de Dmitri Shostakovich. Confiesa, en cambio, haberse “aburrido soberanamente” con Einstein on the Beach de Philip Glass– “Bob Wilson –el director de escena que habitualmente trabaja con Glass– es interesante, pero la música, a los pocos minutos, si es que uno no se ha vuelto loco, sólo sirve para dormir.”
Una de las obras más importantes de Menotti es su ópera en dos actos La médium. Juventus Lyrica, en la segunda función de su temporada de este año, propone una nueva versión de esta obra junto a La mano de bridge, una brevísima ópera de 10 minutos que también cuenta con libreto de Menotti pero cuya música fue escrita por Samuel Barber, pareja del compositor durante años. La régie en ambos casos es de Oscar Barney Finn y la dirección musical, de Leandro Valiente. Con funciones mañana y los próximos viernes 9 y domingo 11, en el Teatro Avenida, el elenco de La médium estará integrado por Eugenia Fuente (Madame Flora), Sonia Stelman y Virginia Savastano (Monica), Mónica Sardi y Manuela Reyes (Sra. Nolan), Gisela Barok y María José Dulin (Sra. Gobineau), Mario De Salvo y Fernando Grassi (Sr. Gobineau), más el actor Oscar Ferreyra como Toby. Los personajes de La mano de bridge serán encarnados por Gisela Barok, Mónica Sardi, Gabriel Centeno y Gustavo Zahnstecher. Esta vez no es la primera, por otra parte, en que la asociación Juventus Lyrica programa obras de Menotti. En temporadas anteriores ya se habían presentado Amahl y los visitantes de la noche y El teléfono.
La médium (estrenada en 1946 en Nueva York) muestra el drama de una mujer que se dedica a embaucar a sus clientes con falsas sesiones de espiritismo y que terminará irremediablemente presa de su propio engaño. “La tragedia de un ser atrapado entre dos mundos: el mundo de la realidad, que es incapaz de entender, y el mundo de lo sobrenatural, en el que es incapaz de creer”, según palabras de su autor. En La mano de bridge, una obra estrenada en 1959, se superponen la formalidad de dos parejas que se reúnen para jugar a las cartas con los pensamientos íntimos de cada uno. “Soy un hombre de teatro, en la medida en que lo son Verdi, Wagner o Puccino; porque antes que nada, soy compositor”, define Menotti. Libretista de todas sus óperas, la mayoría de las cuales está escrita en inglés, este autor que dirige desde hace años el Festival de Dos Mundos de Spoleto, asegura: “Necesito componer cosas que me expresen. El arte es una voz personal y, en cuestiones personales, poco importan las teorías. No vivo mi posición como una cuestión de barricadas sino de lealtad a mi propio gusto. Trato de componer obras que a mí me gustaría ver y escuchar. Si, porque es más moderno, hiciera cosas en las que no creo o que no me dan placer, no sé si sería un compositor mejor, pero, con seguridad, sería un compositor deshonesto”.
En relación con su tarea de director teatral de sus propias óperas, Menotti dice que “dirigir una obra propia no es distinto que hacerlo con una ajena. Un régisseur debe ser un intérprete. Si alguien toca una sonata de Beethoven, antes que nada tiene que tocar las notas que escribió Beethoven. Y cuando se hace una ópera debe suceder exactamente lo mismo. Después vendrán las distintas interpretaciones. Cada obra corresponde a una época y a una determinada concepción del arte y esto no tiene por qué alterarse. En una obra de Shakespeare a uno le interesa Shakespeare y no Peter Brook o el genio de turno que viene a demostrar que él sabe mejor que Shakespeare lo que Shakespeare quería decir.”

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Gian Carlo Menotti defiende la voz humana como instrumento.
 
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