ESPECTáCULOS › LA PRIMERA FECHA DEL QUILMES ROCK

Una fiesta para todos los gustos

Fito Páez puso la energía, Spinetta la belleza: el clima general hizo el resto.

 Por Javier Aguirre

Sin desmesuras de artistas ni de espectadores; sin excesivo fervor ni espíritu de catarsis pública; sin bengalas ni vecinos ofuscados. Acaso con la excepción de la enérgica e histriónica performance de Fito Páez, la sensación general de la primera jornada del Quilmes Rock 2004 fue de calma, cordialidad y serena alegría, compartida por las 15 mil personas presentes. Las dimensiones del predio –que incluyó al estadio de Ferro pero también a su cancha auxiliar–, la presencia de tres escenarios distintos, distantes y simultáneos y el aval del sol fresco de octubre construyeron un clima de amplitud espacial y, por momentos, de auténtico picnic primaveral. Clima que, seguramente, alcanzará mayor temperatura en las fechas en las que se presenten Bersuit Vergarabat o Los Piojos.
Este festival, aunque apenas empezado y más allá de los eslóganes publicitarios, ya suma puntos como para convertirse en un evento histórico para el rock local. Y no por su locación porteña, sino por su extensión en días, por la cantidad de artistas participantes y por contar con prácticamente todas las bandas “grandes” del rock argentino en actividad, apenas con las salvedades de La Renga, de Gustavo Cerati y del exiliado Andrés Calamaro. Y además, por añadir una selección nada desdeñable de artistas extranjeros (Café Tacuba, Molotov, The Offspring, Paralamas, Robi Draco Rosa).
“Esto va dedicado a Carmen de Patagones”, anunció, informado, Fito Páez; al abrir su set, el principal de la noche, en compañía de Luis Alberto Spinetta. Ambos cantaron a dúo la hermosa Bello abril, una canción incluida en el más reciente disco del rosarino, Naturaleza sangre. Vestido de traje negro, lleno de energías y cambiando permanentemente de instrumentos y micrófonos, Páez eligió interpretar composiciones de los últimos años –El diablo de tu corazón, Salir al sol ¡la de Tinelli!–, a las que en el tramo final del concierto sumó viejos hits como Circo beat, Tercer mundo y Ciudad de pobres corazones. Y su espectáculo fue, acaso junto al de Los Tipitos en el Escenario 1, el más caliente de la primera jornada.
Ya desde su vestimenta blanca, en cambio, Spinetta propuso un espectáculo menos físico y más introspectivo. Con llamados a la paz, un pedido (“no nos parezcamos a los de arriba”), y mostrando buen ánimo como para hablarle al público y sugerir atención especial a algunas canciones (como hizo con el estreno Buenos Aires alma de piedra), Luis Alberto ofreció un repertorio que contó con tres oldies & goldies, de esos que encienden a la gente: Me gusta ese tajo, Seguir viviendo sin tu amor y Durazno sangrando. Todo con esa aura especial que tiene cualquier show de Spinetta, y que ni siquiera queda desvirtuada por las reglas festivaleras.
La multiplicidad de escenarios obligó al público a un zapping espacial, y motivó algunas “competencias”: mientras el repatriado Ariel Rot rockeaba de un lado de las tribunas de tablones, Memphis bluseaba del otro. Y mientras La Portuaria tejía matices, texturas y climas, a sólo cincuenta metros Los Tipitos los destejían a fuerza de simples y efectivas canciones de pop-rock. Luciendo una bandera propia en el escenario, Los Tipitos fundamentaron su presencia en la “primera división” del rock argentino, atrajeron mucha gente durante su set y probaron estar en su mejor momento en cuanto a convocatoria.
Antes, Iván Noble, Andrea Alvarez, Leo García y Gonzalo Aloras habían dejado sus marcas, todas distintas. Noble hizo lucir su voz guerrera, se mostró en escena seguro y vehemente y brindó una rockera cara de perro a su material solista, con cuatro guitarras, y algunas canciones de Los Caballeros de la Quema. Alvarez se hizo fuerte al rodearse de una nutrida escolta de bateristas y percusionistas; entre ellos Ray Fajardo, de El Otro Yo; Leo De Cecco, de Attaque 77; Panza, de Babasónicos y Toto Rotblat, ex Fabulosos Cadillacs. En tanto, Leo García pareció tomar distancia del personaje como de cartoon que supo forjar entre loas a Gilda y a Morrissey, y en la inmensidad del escenario principal, se convirtió: dejó la acústica y abrazó al rock de guitarras eléctricas (aunque a él nadie le gritó Judas). En cuanto a Aloras, a pesar de que presentó un set elegante, distendido y musicalmente impecable, no recibió demasiada atención del público. En el escenario menor, y al mismo tiempo, aprovecharon bien sus momentos Montecarlo, con energía y actitud rockera; María Eva Albistur, con su pop-rock sin miedo a la distorsión, y Proyecto Verona, con sutileza y calidez.
El festival, que continuó anoche con la “fecha reggae” de The Wailers, Mimi Maura y Los Cafres, tendrá hoy a partir de las 17 su tercer capítulo, con artistas como León Gieco, Las Pelotas, Intoxicados, los mexicanos Molotov, Cabezones, Carajo, Súper Ratones, Federico Gil Solá y Massacre, entre otros. Y se extenderá a lo largo de otras seis jornadas de octubre, con las presencias de Babasónicos y Catupecu Machu (sábado 9); Bersuit Vergarabat, Ratones Paranoicos y Auténticos Decadentes (domingo 10); Divididos, Café Tacuba y Los Pericos (viernes 15); The Offspring, Rata Blanca y El Otro Yo (sábado 16); Charly García y Paralamas (domingo 17); y Los Piojos y Pappo (lunes 18).

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Spinetta y Páez en Ferro, reeditando aquel La La La conjunto de 1987.
 
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