ESPECTáCULOS

Estrella y Bach también pueden sonar en la cárcel

Por Sonia Santoro

“Nosotros les traemos la realidad, pero ustedes también son un espejo de la sociedad, por eso es bueno que haya este puente.” El pianista tucumano Miguel Angel Estrella comenzó así su encuentro de ayer con un grupo de presos en la Unidad Nº 24, una cárcel de máxima seguridad de Florencio Varela. Allí, acompañado por la Orquesta de Cámara de la Universidad Nacional de Lanús, tocó un exquisito Chopin que arrobó hasta a quienes nunca habían oído de su existencia. Con paredes desprolijas, simples cortinas y rejas por cuanta ventana había, el salón de usos múltiples fue el humilde escenario. El público: casi 70 presos privilegiados (la cárcel alberga a 500) que, seguramente, antes de escucharlo hubieran preferido recibir a un grupo de cumbia. Pero no después. Como es su costumbre, el pianista empezó hablando. Presentó a Chopin, a su Concierto Nº 1, y explicó los tres movimientos de la obra. Mencionó su paso por la cárcel Libertad, en Uruguay, durante la última dictadura militar, y se largó con el tercer movimiento del compositor polaco. “Si están de acuerdo, después seguimos con el primero”, dijo. Y hubo acuerdo. Pero antes invitó “a algún cantor que tenga ganas de hacer oír su voz”. Un preso se paró tímidamente y entonó a capella el tango “Café la humedad”.
Siguió con el primer movimiento, “El cóndor pasa” y terminó con el tercero. “Me acuerdo de Atahualpa, que cuando en el exilio vivíamos en París venía a comer, se sentaba al lado del piano y me decía: ‘Limpiame el alma, Chango, tocame Bach’. Y ahora sentí que con el sonido estábamos metiéndonos en sus entrañas, que se les llenaba el alma”, dijo, para terminar. Los aplausos fueron furiosos. Juan Antonio, un interno de 36 años que presenció todo con los ojos llenos de lágrimas y una mano en la boca, trató de explicarse: “Al estar encerrado mucho tiempo los sentimientos se revuelven mucho, y cuando pasa algo así es muy difícil controlarlos. Es lindo que alguien se ocupe de estas cosas, sobre todo en un ambiente jodido... hay mucha violencia dentro y fuera de las personas. Tener disponible algo tan puro como la música es como un don”.
Tocar en una cárcel no es nuevo para Estrella. Su preocupación por la justicia social y la difusión de la cultura argentina lo llevó a fundar en 1981, en Francia, “Música Esperanza”, un movimiento que gracias a sus conciertos solidarios y al apoyo de organismos del exterior recolecta fondos para los chicos.
–¿Qué espera lograr en los presos con este concierto?
–Que sepan que la música clásica no es un tabú ni una cosa fea, es algo bellísimo. Y unir el exterior a través del puente de la música y yo como antiguo preso. Y contar con palabras simples. Unir a un tipo como Chopin, que nació en 1810 y murió un 17 de octubre... Esos pequeños datos que uno mete en el corazón de la gente hacen que Chopin para ellos no sea una entelequia sino el tipo que tuvo un romance con un amor imposible y que dejó Polonia porque estaba harto de que los zares rusos mataran a los polacos y les sacaran territorio. Son puentes de diálogo, de información.
Hoy Estrella viaja a Tilcara a inaugurar un seminario de músicos sociales. Será cumplir con su sueño personal, hecho realidad “a poncho, huevo y pasión”. “Pero no tenés apoyo –se quejó–; al Estado argentino, que debería estar orgulloso de que se cree una carrera nueva que es tan necesaria, le importan más las banalidades que alentó el menemismo, que son pajerías que no hacen más que ensuciar el alma de la gente. Y estas otras cosas son locuras que hacemos algunos pelotudos, o marcianos.”

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