ESPECTáCULOS › DR. NELLE, KUSTURICA, LA NO SMOKING ORCHESTRA
Y UNA CITA DE HONOR CON UN GRUPO INDESCIFRABLE

“La música llega antes que las armas”

El cantante del grupo que actúa esta noche en el Luna Park dice que no puede predecir nada, “porque estamos más locos que la última vez”. Y muere por ir a ver... a Excursionistas.

 Por Karina Micheletto

¿Música gitana? ¿Folklore balcánico? ¿Punk del Este? Nada de eso, y todo eso junto. Cualquiera que haya escuchado a la No Smoking Orchestra –en los discos o en los films de Emir Kusturica– sabe que el nombre es lo de menos. Como suele suceder con la música cuando está viva, las clasificaciones terminan siendo envoltorios inútiles a la hora de escuchar. Unza-unza, definen ellos lo que hacen sobre el escenario, una contagiosa y multitudinaria fiesta. La No Smoking vino por primera vez a la Argentina cuatro años atrás, durante los enrarecidos meses prediciembre 2001, y un par de presentaciones en La Trastienda alcanzaron para sellar cierta corriente de amistad con anfitriones que por entonces parecían ofrecer su casa para una descarga catártica colectiva. Esta noche, la banda llega a un escenario ampliado, el del Luna Park. Allí presentarán el disco La vida es un milagro, surgido de la última película de Kusturica, que se estrena aquí en quince días (ver aparte). Página/12 habló con Nelle Karajilik, el carismático dueño de la voz de la banda, quien también actúa en la película.
Karajilik dice que se siente muy, muy unido a la Argentina, y hay un primer dato que acerca una pista sobre las razones. Una de ellas, claro, el fútbol. Al parecer, alguien o algo le ha hecho creer a este bosnio que Excursionistas es algo más que un pequeño club de Primera C. Entonces, además de contar que está esperando llegar al calor de Sudamérica (vive en Belgrado, donde nieva al momento de la entrevista telefónica), se apresura a decir que espera ir a ver a Excursionistas, y que, como Kusturica en los shows de La Trastienda, quiere lucir una camiseta verde y blanca. A lo largo de la charla volverá a mencionar varias veces al club, dotándolo de cierta idea de fiesta o ritualidad similar a la que transmite el grupo en escena. Algún día este bosnio conocerá lo que hay detrás de ese equipo de fútbol al que algo o alguien obligó a idealizar. Mientras tanto, se declara hincha del Partisan. “Y en la Argentina, no sé si Boca o River”, anuncia.
–Tendría que decidirse.
–Sí, pero nunca diría cuál elegí. Lo que sí sé es que también soy de Excursionistas.
Hay una situación atípica en la No Smoking: es una banda con dos líderes. Karajilik (o Dr. Nelle, como todo el mundo lo conoce) dice que no hay problemas para manejar el equipo de a dos, o de a más: “Es simple: cuando hacemos una película, Emir es el comandante. Pero cuando tocamos, manejamos cierta clase de democracia”, explica con tranquilidad.
–¿O usted es el comandante en lo musical?
–¡No, por favor! No quiero ser comandante, eso significaría tener una responsabilidad, y no quiero ser responsable.
–¿Entonces no hay nadie responsable?
–Nadie, pero todo funciona muy bien. Lo que se escucha es un proyecto de democracia. Todos podemos hacer todo lo que queramos dentro de la banda. Siempre y cuando no nos golpeemos, y esas cosas.
–¿Y nunca tuvieron problemas con tanta democracia? No debe ser fácil con una banda tan numerosa...
–Logramos salir adelante. Porque Emir es el duro y yo soy el tolerante. Ese es el secreto. El es Napoleón Bonaparte y yo soy Mahatma Gandhi.
Como las películas de Kusturica, como las vidas de todos los serbios y bosnios, la música de la No Smoking Orchestra está cruzada por la guerra. O, mejor dicho, por lo que dejó la guerra, mixturas culturales extrañísimas que derivaron en una riqueza musical única. Cuando se le pregunta por el episodio de la casa que le quemaron a Kusturica en Bosnia, Dr. Nelle dice que es un asunto olvidado, que no quiere recordar nada relacionado con la guerra. El podría volver si quisiera, dice, pero no tiene ninguna razón para hacerlo. “Cerca de 250 mil personas huyeron de allí. Todos mis amigos están desparramados por el mundo. Si uno busca ir a algún lugar es por la gente, no por los edificios. Y si ya no queda nadie allí, ¿para qué querría volver? La única ventaja de la guerra es que ahora tengo algo mío alrededor de todo el planeta”, concluye.
–¿Cómo analiza la situación social y política de los Balcanes, ahora que pasó la guerra?
–Es una pregunta difícil para alguien que no habla muy bien inglés. La política en los Balcanes siempre estuvo en el borde, siempre quedamos mal ubicados entre dos grandes imperios. Mucho, mucho tiempo atrás, fueron el Imperio Romano del Este y el Oeste. Así fueron pasando los siglos y los ejércitos: el Imperio Otomano, el Imperio Austro-Húngaro, el ejército alemán en la Primera y Segunda Guerra, etcétera, etcétera. Todos esos ejércitos trajeron algo y lo dejaron aquí. No sólo soldados y armas, también otras cosas como la música. Por suerte, la música llega siempre antes que las armas, y se va después que las armas. Es por eso que en los Balcanes hay una suerte de locura musical que forma parte de nuestra tradición. Si se toma cualquier vieja canción tradicional, digamos de doscientos años atrás, cada nación y cada religión de los Balcanes aparecerá representada. Vas a escuchar la versión turca de esa canción, la versión de Bulgaria, de Macedonia, griega, rumana... Y cada una de esas naciones dirá: “Esa canción no nos pertenece”.
–¿Cómo intervienen los gitanos en este proceso?
–Los gitanos fueron tomando las melodías de cada región, las llevaron de un lado a otro y le agregaron su música, transformándola en algo propio. Por eso es que pueden tocar Pink Floyd o Led Zeppelin, por ejemplo, y después de dos años dirán que esa música les pertenece a ellos. Pueden tocar Satisfaction y al cabo de un tiempo terminarán diciendo: “No, no son los Rolling Stones”. ¡Es fantástico! La vida en estas condiciones, con tantas nacionalidades y religiones coexistiendo, tiene una gran ventaja durante la paz: hay mucho para aprender de mucha gente diferente. Pero la paz y la guerra se suceden en los Balcanes como invierno y verano, cíclicamente, cada cincuenta años. Cuando llega la paz, es un buen lugar para la creación artística: todo lo que hay que hacer es abrir la ventana. Claro que ganar dinero como artista es otra cuestión, casi imposible.
–¿Cree que es correcto hablar de música gitana en referencia a su música?
–Odio las clasificaciones. Si quieren pueden decir que hacemos hard rock, no me importa. Las clasificaciones no le sirven a la música, le sirven a la industria, que para mí es el mayor enemigo. Recuerdo que cuando era chico había una pequeña disquería donde estaban todos los discos juntos, y si querías comprar algo no importaba qué tipo de música era, o cuál era el nombre que le ponían a ese tipo de música. Para mí, B.B. King está mucho más cerca de Mercedes Sosa que de U2. Si me lo pidieran, yo lo clasificaría así, con la clasificación del corazón, no la del dinero.
–Pero hoy en día sería imposible una disquería como la de su niñez. Todo lo que no entra en lo establecido, como la música que ustedes hacen, va a parar a “world music”.
–Es gracioso, porque eso significa que la música de Clash, Sex Pistols o los Rolling Stones no viene del mundo, viene de otro planeta. Si la música de los Balcanes, Arabia, China, Pakistán o Sudamérica es “música del mundo”, significa que el Reino Unido no forma parte del mundo. ¿Dónde viven? ¿En algún lugar que no conocemos?
–En todo caso, lo están considerando parte del mundo. Debería sentirse feliz.
–OK, gracias, pero avisen a los otros que están en otro planeta.
–En Occidente muchos descubrieron la música balcánica escuchando sus discos o viendo sus películas. ¿Se consideran representativos?
–No creo que lo que hacemos pueda ser entendido sólo como música balcánica. Tomamos elementos de música balcánica para hacer algo que nos divierte, algo bueno para nosotros y para la audiencia. Nunca pensamos en qué tipo de música es cuando la hacemos. Sólo pensamos en la alquimia, en qué podemos agregar, qué tipo de energía extra podemos producir. Cualquiera que nos haya visto en un escenario sabe que nos comportamos como punkies. Entonces, si alguien puede decir que hacemos música balcánica, yo puedo decir que hacemos punk.
–¿Cómo está su relación con Goran Bregovic?
–Nunca tuve mucha relación por una cuestión de diferencia de edad, él es mayor que yo. Lo conozco, por supuesto, pero nunca fuimos lo que puede decirse amigos.
–¿Pero escucha su música?
–Sí, claro, cuando yo era joven él era muy popular...
–¿Y la música que hace ahora?
–La verdad, no me vuelve loco. Prefiero otro tipo de música. Pero lo respeto.
–¿Cómo definiría las diferencias entre la música de Bregovic y la de ustedes?
–Como una gran diferencia. ¡Como Boca y River! (risas). Creo que su pretensión es ser una persona muy importante, quiere ser el Ludwig van Beethoven del siglo XX. Nosotros no tenemos ese tipo de pretensiones, sólo queremos divertirnos. Emir dijo una vez que Bregovic hace la música para los funerales, y nosotros para las bodas.
–¿Y usted qué dice?
–Que hacemos música para bodas, y también para hinchas de Excursionistas. Para todo lo que implique diversión.
–¿Qué recuerda de su anterior visita a la Argentina?
–Recuerdo mucha emoción de la gente, recuerdo haber visto reír y llorar a algunos durante el show... Nos recuerdo a todos felices, sintiendo que nos conocíamos. Argentina y Serbia tienen muchas cosas en común: la pasión por las mujeres y el fútbol, la diversión...
–¿Cómo imagina su próximo show aquí?
–No puedo imaginarlo porque estamos más locos que la otra vez. Y espero que la gente que vaya a vernos también esté más loca. Será el reencuentro de dos buenos amigos.

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“En los Balcanes siempre quedamos mal ubicados entre dos grandes imperios”, detalla Dr. Nelle.
 
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