ESPECTáCULOS › TENDENCIAS EN AGOSTO, LA SEÑAL VENUS INCORPORA NUEVOS REALIZADORES DE CINE PORNO ARGENTINO

Tics y preferencias de la nueva camada

Un ciclo del canal Venus abrirá el mes próximo la puerta a cineastas de la nueva liga porno, que aquí dan las claves para correrse del formato tradicional del género: eludir el machismo, incluir travestis, evitar prejuicios de clase, tender al formato reality show con parejas de verdad.

 Por Julián Gorodischer

Uno está cansado del machismo de planos dirigidos siempre a ellas. Otro decidió la inclusión de los travestis como objetos de deseo. Un tercero promueve la fusión entre los géneros: el desembarco de una estética sci fi, la comedia de enredos y la escena de horror para cortar las imágenes dispuestas para calentar. La nueva liga del cine porno imagina la lógica del reality show (parejas comunes, fantasías reales) en la trama argumental o derriba prejuicios de clase contando el sexo entre mucamas y caseros de campo. “¡Basta de rubias californianas!”, decreta Martín Lukas, director de la aclamada Servicio doméstico, que prefiere –como la mayoría– preservar su identidad real y no salir en fotos.
Sin una industria local que los contenga, muchos de ellos reciben como una gracia el ciclo que estrenará en agosto el canal condicionado Venus: será los miércoles a la medianoche y se llamará Latin Sex, con el juego abierto al localismo a través de paisajes cordobeses –en la obra de Christian Sassi–, a la obsesión por mostrar el sexo entre laburantes de Martín Lukas. En la Argentina, donde apenas hay dos distribuidoras directo a video (Capitol y Kowi hot videos) y donde domina la producción del patriarca local Víctor Maytland (que acaba de ingresar a las bateas de Musimundo), la tele es una alternativa para profesionalizar a los nuevos, desde Néstor Giura, introductor del travesti en las tramas, hasta el platense César Jones, enfant terrible del grupo, que propone “el fin del machismo, la homofobia, la misoginia y la cosificación”.
El platense César Jones, todavía sin acceso a las huestes de Venus, es un niño terrible que tira bombas a “la versión hardcore de comedias rancias tipo Sofovich” que atribuye al patriarca Maytland. El cineasta terminó su carrera de Bellas Artes y se propuso ejercer su reacción: “Salirme de las pautas del género, tan penetrado de machismo en su formato standard”. En su última película, Pornumental Jones, fusionó el legado del reality show con la decisión de filmar una porno, entrevistó a parejas reales y les pidió que contasen sus fantasías. Los civiles convocados le dijeron qué querían: filmar una porno e interactuar con personas que no conocían. “Tuvieron una reunión de caldeamiento –recuerda– y decidieron poner en acto los deseos que enunciaban.”
Las parejas pidieron ver a su media naranja teniendo relaciones con otro, y los filmó en un hotel alojamiento, el icono de la doble moral, el engaño, la infidelidad, aquí puesto al servicio de duplas que desplegaron abiertamente su sexualidad frente a sus novios “como si fuera una usurpación ideológica”, define Jones. Desde su primera película, 2176 clones bisex, quiso que su estética fuera como de antiporno retrofuturista (sic): introdujo a las travestis en la trama, intercaló escenas de sexo con gags de comedia de enredos, demolió el típico plano a los genitales de ella con panorámicas que conciben múltiples focos de deseo. “Encuentro una diferenciación que es del orden de la mirada, o sea ideológica, respecto del porno mainstream. No comulgo con el machismo, la misoginia, la homofobia, la estereotipia y la cosificación que campean en el género –sigue–. No es cuestión de evitarlos, sencillamente porque no pienso en esas instancias; intento explorar mi sexualidad y la del prójimo sorteando las vallas que impone mi propia represión.”
Entre los estrenos de agosto de Venus llega Córdoba al palo, la extraña aproximación al género del serrano Christian Sassi, que continúa en la línea ideológica de Víctor Maytland: irrumpen los cuerpos reales, las nalgas con granos y manchitas rojas, los rollos y varios kilos de más en escenarios “sucios” como el de la obra en construcción. La imagen plástica no inspira al cordobés Sassi, que alguna vez fue acomodador de cine porno, y allí ideó la escena de sexo-con-espectador-y-ángel-de-la-guarda que seve en su film. Córdoba... corta el tono tradicional: es fragmentaria, sin relato lineal, musicalizada con una base rítmica electrónica y marcada por la ironía. En la escena entre jefa y empleado, ella es una cuarentona que mira todo el tiempo a cámara en rictus desmedido de excitada; en patrona-con-pintor introduce el tiempo real y la pantalla dividida: Sassi trabaja con clichés (la veterana ardiente, el hombre con dos minas) y en el exceso gana: bordea la parodia pero se arrepiente justo un minuto antes de llegar a fondo, cuando la ficción utilitaria siempre es más fuerte que la comicidad.
“Mi aporte es la música: le pongo un chill out, lo hacemos en Córdoba con Ezequiel Esley –dice Sassi–; tratamos de cambiar el formato tradicional de la condicionadas con un estilo más rápido, más visual. Y sin poner la perfección en la mujer. La escena de gorda-con-dos-hombres fue la más festejada.” Para localizar la trama, el sexo se mecha con imágenes de sierras y monumentos o la tonada marca la diferencia. Pero Sassi prevé un paso hacia atrás: “No funcionó –admite–: no son buenos actores. La próxima (Palo al palo, liberación, su primera incursión en una porno gay) será sin diálogos. “En Córdoba –sigue– todo es más complicado, pero me fui haciendo conocido entre los jóvenes. A la gente grande no les gustan mis pelis: ni la verdad que ponen las actrices, ni la música que no se repite como si fuera de ascensor.” Las chicas de Sassi formulan la propuesta indecente, abusan del empleado, compensan la tardanza del pintor con sexo gratis, piden que les hagan lo que les gusta. “Salí del machismo –desafiante– con que el porno tradicional retrataba a la mujer.”
Néstor Giura, que también trabajó para Venus, entendió que lo mejor para exportar su obra era incluir a la travesti como objeto de deseo. “Travestis con hombres, o interactuando entre ellas, o con un chico y una chica. Lo vendo como material para sitios de Internet –dice–, y también tengo una persona que viene de Estados Unidos y que las lleva para allá.” La experiencia le indica que “tiene que haber una penetración anal, una doble penetración e interacción entre varios... y al público le gusta ver a la travesti activa con un hombre: es la fantasía de tener a la mujer con pene”. Giura es como un catador de travestis, que elogia “las cirugías que las mejoraron bastante” y tiene preparadas algunas bombas de alto impacto. En uno de sus films sin título (que se pueden buscar en Internet) otorgó el protagónico a Mara, “la que tuvo el inconveniente con el doctor Ferriols. Pero no la contraté para escandalizar –dice–: daba bonita y está dentro del perfil de lo que a mí me piden. Siempre es bueno aportar caras nuevas”. También el platense César Jones incluyó travestis en uno de sus films (2176, clones bisex), pero aquí puestas al servicio de una causa personal para revalorizar minorías y dar mejor status a esa fuente laboral. “Salí de la frecuente utilización del género como puente de ida y vuelta con la prostitución –dice–, fogoneándola, y manipulando condiciones socioeconómicas y psicológicas precarias, como modo de procurarse nuevos chicos y chicas convenientemente desechados después.”
Martín Lukas es enemigo del clasismo del porno clásico: en sus films no hay mansiones, ni rubias ociosas, ni compradores de sexo pago. El suyo es el sexo que ocurre entre compañeros de oficina (en Despedida de soltera, que se verá en Venus), o entre mucamas y caseros de campo (en Servicio doméstico) o entre campesinos (en Pampa caliente), unidos por una premisa renovadora: “Hasta el momento se prefería contar un relato glamoroso de la rubia tetona, pero quería darle una identidad latina –dice Lukas–. No puedo competir con las rubias californianas, entonces recupero lo nuestro”. ¿Su aporte? Trata de mejorar los rubros técnicos con ayudantes que vienen de la publicidad, pauta escenas con mucha luz.... “Siempre vi que en las pornos se habla de dueños de campo, de oligarcas, y era interesante irse a la visión del casero –sigue–. Y el morbo de la mucama es impresionante, es lo que más éxito tuvo.” Musicaliza con la obra del concertista de guitarra Braulio D’Aguirre (baterista de Los Siete Delfines), elimina la ambientación de supermercado, agota sus recursos para que dé el presupuesto. “Cada rodaje es de un día, una jornada larga de nueve horas, filmando seis escenas. Yo les pido análisis de HIV, y todos penetran con preservativo. Cumplo con los pagos, hago todo transparente, y elimino la fantasía primordial...”
–A saber...
–Que el director tiene sexo con las actrices... ¡todo el tiempo!

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Tres en una escena de Despedida de soltera.
 

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