LA VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACIóN

Ni jueces ni panaceas

A raíz de la puesta en debate del proyecto de ley de radiodifusión, se discutió también sobre el sentido y el valor de los observatorios de medios de las universidades. El debate sobre su importancia, su legitimidad y su sentido.

 Por María Soledad Segura y María Cristina Mata *

El 4 de abril último, la presidenta Cristina Fernández presentó el Observatorio de Medios del Instituto Nacional contra la Discriminación, luego de haber criticado la cobertura del lockout agrario que realizaron los medios de comunicación de masas. Dirigentes de la oposición y dueños de medios fustigaron esta iniciativa, que consideraron un “intento de fiscalizar a la prensa independiente”. Sin embargo, esta entidad había sido creada tres años antes sin que nadie lo objetara, no tiene autoridad punitiva y sólo puede publicar sus investigaciones en su página web luego de dar vista a los observados.

Si bien los observatorios de medios fueron masivamente conocidos en nuestro país a partir de esa coyuntura, tienen una historia con varios años de antigüedad en todos los continentes. En la Argentina, en 2003 se creó el Observatorio de Medios de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires y se hicieron ensayos para crear una Veeduría Ciudadana de Medios en la Escuela de Ciencias de la Información de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Desde el año pasado funciona el Observatorio Ciudadano de Medios de Córdoba de la Comipren –comisión formada por gremialistas, periodistas, investigadores y juristas–, coordinado por el Programa de Estudios sobre Comunicación y Ciudadanía del Centro de Estudios Avanzados de la UNC. Este año, la Agencia Periodística del Mercosur de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata lanzó el Observatorio de Medios de la Argentina y otras carreras de comunicación han comenzado experiencias del tipo.

Los observatorios presuponen que los medios masivos de comunicación tienen un papel central en la construcción de ideas, valores y opiniones. Por eso, deberían ser escenarios en los cuales los diferentes sectores sociales pudieran manifestarse públicamente, saber acerca de otros y conocer múltiples versiones de lo que sucede. Algo que está reñido con la lógica mercantil predominante en los medios masivos, lo que la mayoría de sus usuarios conoce. El problema es, sin embargo, la resignada actitud que las personas asumen frente a los medios cuando ellos no brindan iguales posibilidades expresivas, acceso a informaciones y conocimientos necesarios, a experiencias culturales y entretenimiento de calidad. Como si los derechos a la comunicación se borrasen ante la condición de público de los medios. Como si a los medios fuese posible elogiarlos o criticarlos sin adoptar otra actitud que la del consumidor que, aceptando las reglas establecidas por productores e intermediarios, adquiere o rechaza lo que se le ofrece.

Es por eso que los observatorios no se crean “contra los medios”, ni siquiera como sus jueces, sino que buscan enriquecer la vida democrática asumiendo la ciudadanía en el campo de la comunicación; es decir, vigilando el cumplimiento de derechos y haciendo visibles las desigualdades expresivas e informativas existentes. Para cumplir esa función, los observatorios deben cumplir ciertos requisitos. Deben realizar monitoreos sistemáticos con metodologías rigurosas que se sometan a la crítica y la contrastación. Exigen la complementariedad de miradas y el debate porque estos especiales modos de ver son siempre situados. Además, necesitan construir su legitimidad a partir de su pertenencia o vinculación con organizaciones sociales e instituciones que sustenten su labor. Es que su papel analítico no alcanza para convertir a los observatorios en herramienta capaz de contribuir al fortalecimiento de la democracia y la ciudadanía si sus observaciones no aportan a la acción colectiva transformadora.

Baste un ejemplo: en el Observatorio de Córdoba estamos “mirando” el tratamiento que los medios locales dan a la posible sanción de una nueva ley de radiodifusión. Con observar no modificaremos los debates y las acciones políticas sobre la cuestión. Pero podremos brindar a las organizaciones que abogan por el cambio en ese terreno un instrumento más para comprender el papel que esos medios están jugando. Y comprender el juego es condición indispensable para poder jugar.

* Programa de Estudios sobre Comunicación y Ciudadanía, Centro de Estudios Avanzados de la Universidad Nacional de Córdoba.

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