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Filmar el deseo

En el reciente Festival de Cine de Mar del Plata, el corto documental “Filmar el deseo”, de la belga Marie Mandy, exploró, en conversación con un grupo de directoras de distintas latitudes, qué busca mostrar una mujer cuando, desde la dirección de una película, enfoca una cama.

Por Sandra Chaher

¿Las mujeres tienen una forma particular de percibir, vivir y observar el deseo? ¿Hombres y mujeres tienen una vivencia diferente al respecto? Y, puestos ellos y ellas a dirigir cine, ¿transmiten esas diferencias? La representación subjetiva del deseo en hombres y mujeres es todavía un tema poco explorado. Por eso quizá, la sección “La mujer y el cine” del reciente Festival Internacional de Cine de Mar del Plata estuvo dominada por las preguntas ¿Cómo se filma el deseo? y ¿cómo lo filman las mujeres? Sobre todo el deseo amoroso, sexual. Cada película es construida desde la mirada del autor. En ese sentido, las miradas de las más de veinte directoras de las cuales se vieron sus películas mostraron diversidad más allá de que todas fueran mujeres. Pero desde que se proyectó el documental Filmar el deseo, de la belga Marie Mandy, las diferentes formas de filmar de hombres y mujeres fue un tema obligado de entrevistas y debates.
Mandy entrevistó a colegas de todos los continentes excepto de América latina (extraña ausencia), directoras famosas, para ver cómo se las arreglaban en el plató cuando la desnudez y el deseo decían “presentes”. La francesa Agnés Varda dejó oír la voz más feminista: “Las mujeres vivimos en un cuerpo de mujer y por lo tanto tenemos que mirarnos con nuestros propios ojos.” Desde el patio de su casa parisina, esta mítica veterana considerada en la película “fundadora de la nouvelle vague” argumenta pedagógica frente a la entrevistadora: “La mujer tiene que mirarse con sus ojos, no con los de los otros.” Los otros, se entiende, son los varones que desde hace cien años monopolizan la industria cinematográfica, y desde siempre las representaciones que nos legaron la mayoría de las civilizaciones. Mandy entrevistó con cámara digital a 15 realizadoras con tres premisas: que el encuentro fuera en el lugar donde ellas vivieran (aunque tuviera que viajar a Senegal o India); presentarlas vinculando sus carreras cinematográficas con la maternidad (en caso de que tuvieran hijos) y que el eje de la charla fuera la mirada femenina en la creación. La diversidad de opiniones va de la militancia de Varda a la provocación de Carine Adler. Esta inglesa debutó en cine después del nacimiento de su primera hija con una historia que tematiza la soledad de una joven cuando muere su madre mostrando cómo el vacío trata de ser llenado con encuentros sexuales. En uno de ellos un hombre le hace pis en la cara (una imagen frecuente en el cine hecho por hombres, una fantasía masculina podríamos pensar). “Yo no hago cine políticamente correcto -argumenta tranquila Adler– y puedo hacer esas escenas porque soy mujer. A un hombre en este momento le costaría más.”
Sorprende la perspectiva diferente de las africanas. Mientras las europeas, norteamericanas y canadienses focalizan sus respuestas en un mayor o menor alejamiento de la perspectiva de género –predominando la idea de que el cine hecho por mujeres trata el deseo y el cuerpo de forma diferente: enfatizando la desnudez en su completud y no en las zonas erógenas; mostrando el placer sexual desde el placer de las mujeres y nosólo de los hombres, y remarcando que cualquier apropiación del cuerpo es ideológica–, las africanas se internan en viajes más íntimos, en un universo femenino casi cerrado. Mientras la tunecina Moufida Tlatli cuenta cómo para las mujeres de su pueblo la ausencia de los maridos, por viajes de trabajo, puede darles más alegría y placer que la presencia de ellos, la senegalesa Safi Faye –a quien las ideas le “vienen cuando estoy en la cocina y escribo en trapos o papeles que encuentro”– muestra cómo la mejor educación sexual para una chica es el relato de la experiencia de otra chica.
De la discusión sobre cómo se filma el deseo –o la perspectiva de género en el cine– participó también la realizadora lesbiana Rose Troche, que estuvo en Mar del Plata presentando su último filme, La seguridad de los objetos. “Pienso que nuestra posición en el mundo es muy diferente de la del hombre –enfatizó en un reportaje–. Es una diferencia de sensibilidad que no es muy obvia, es muy sutil. Podés sacar el nombre de la novela, del cuadro, de la película, y de todas maneras podés saber quién la hizo. A veces miro un cuadro en un museo y digo éste lo pintó una mujer. Esa diferencia es algo bueno, va a llegar el tiempo en que esto no signifique que sea peor.”

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