PSICOLOGíA › AMOR O INHIBICIóN EN EL CIBERESPACIO

“Nos conocimos por Internet”

 Por Sergio Zabalza *

“Para mí, se tiene que dar”, suelen decir muchos personas que, por más que las aqueje la soledad o el mal de amores, se resisten a desarrollar estrategias, por ejemplo, servirse de Internet, para encontrar una compañía. Alguien podría argumentar que un encuentro debe estar signado por ese encanto que brinda la sorpresa, lo nuevo o lo inesperado, lo cual invalidaría una búsqueda franca y consentida. Sin embargo toda comedia romántica atestigua los esfuerzos, arreglos y desarreglos que recorre quien está dispuesto a comprometerse con un deseo, en este caso, encontrar un amor.

Al respecto, Lacan hace referencia al componente cómico de los avatares amorosos, y no debe ser causalidad que la finalización de un análisis esté relacionada con la capacidad para poder reírse de uno mismo: esa disposición a dejarse sorprender por los vericuetos de una historia, por mínima o extraña que parezca. Quizás aquí está la clave que habilita a una persona para, más allá de las eventuales consecuencias, acceder a la acción.

Es que el acto no asegura ni brinda garantías de éxito. Se trata de una apuesta. Pero es aquí, precisamente, donde está el encanto. Quien está dispuesto a correr un riesgo también está en condiciones de dejarse sorprender. Desde este punto de vista, la fórmula “para mí, se tiene que dar” no es más que el neurótico artilugio de quien no está dispuesto a entregar nada porque de antemano cree saber qué condiciones debe reunir el objeto de amor “para mí”.

En este punto ya no hay risas, sino tragedia. Es que a veces las personas advierten estar enamoradas cuando ya es demasiado tarde y el objeto de amor ha partido. Desde este punto de vista, “Cuidado con el deseo, porque se te puede dar”, constituye una máxima a tener en cuenta para toda situación en la vida, pero sobre todo en el amor. De hecho, cualquier excusa es buena para quien hace una apología de la espontaneidad en el encuentro. Para decirlo de una vez: salen disparados apenas el candidato/candidata asoma en el horizonte.

En muchos casos el rechazo a servirse de los medios que brinda el ciberespacio forma parte de este escamoteo al deseo. La inhibición es el nombre que toma la posición subjetiva de quien está entrampado por una idea: una imagen acerca de cómo deberían ser las cosas, sea el objeto de amor, la vida, el trabajo, etcétera. Es decir, una puerta cerrada a la aventura de estar vivo. Sujetos que, instalados en el antes, no pueden dejar de pensar en el después.

Luego, toda razón es buena para enmascarar esta posición que impide el acto: desde “yo no tengo suerte”, “no hay hombres”, “las minas están todas locas”, hasta “no estoy tan desesperado/a como para meterme en Internet”.

* Psicoanalista. Trabajo redactado a propósito de las próximas jornadas anuales de la Escuela de la Orientación Lacaniana, tituladas Solos y Solas.

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