PSICOLOGíA › ENCARNACION Y OBJETIVACION DE LOS DISPOSITIVOS DE DOMINIO

Clases de cuerpo y cuerpos de clase

 Por A. M. F., X. I. y C. C.

En las entrevistas a los trabajadores y trabajadoras de empresas recuperadas, insiste mucho el tema de los días o meses que estuvieron viviendo en la fábrica durante la “toma”. Los discursos convergen en significar esas experiencias como momentos de gran exposición corporal; fuertes vivencias en las que “había que poner el cuerpo”. No sólo los cuerpos podían llegar a ser blanco de los golpes en los desalojos policiales; también, para muchos, se trataba de la exposición a una persistente situación de riesgo que los llevaba a “sentir el miedo en el cuerpo”.

Son cuerpos que en su accionar han pasado frío y hambre; en general en estas fábricas, cuando llegaban al punto de vaciamiento, la cesación de pagos implicaba un corte general de servicios como la electricidad, el gas o el agua, lo que hacía mucho más duro sostener la ocupación. Esta precariedad en las necesidades básicas mejoraba cuando empezaban a obtener la ayuda de los vecinos y de otras agrupaciones que les fueron llevando abrigo y comida, cuando lograron formar los fondos de huelga y, en algunos casos, recién cuando pudieron empezar a producir.

Los desalojos policiales afectaron directamente los cuerpos, tanto en forma de golpes y forcejeos como en la tensa situación de no poder dormir por miedo a que fuera esa noche el momento en que la policía irrumpiera por sorpresa. Algunos dicen que este miedo, vivido corporalmente en las tensas esperas, es peor que los golpes en los desalojos reales. Sin embargo, frente a las dificultades brota una actitud de resistencia y lucha, un empuje –“más ganas”– que se potencia colectivamente. Esto no implica necesariamente transformaciones en su conciencia de clase, pero sí procesos colectivos y personales donde se descomponen sus cuerpos de clase. Se abren transformaciones específicas de los cuerpos dóciles, de acciones rutinarias y movimientos reducidos o fragmentarios a cuerpos en guardia, tensos, activos.

Como dijo Spinoza, “nadie sabe de lo que es capaz un cuerpo”, y ellos tampoco lo sabían hasta que la realidad los puso a prueba y sus cuerpos fueron capaces de mucho. Y el hecho de darse cuenta de estas potencias parece haberles permitido tener más confianza en sus propias fuerzas, empoderarse y enfrentar más decididamente el desafío de poner a producir autogestivamente sus fábricas.

Puede pensarse que esos tiempos hechos de momentos difíciles propician que los cuerpos quiebren cierta anestesia, cierto grado de enajenación de las propias necesidades y sensaciones; tales anestesias han sido funcionales para lograr el estado de apatía necesaria para sostener la obediencia fabril. Estos cuerpos, ahora en lucha, se vuelven visibles aun para ellos/as mismos/as. En un mismo movimiento, establecen nuevos registros del sufrimiento y maltrato al que fueron sometidos y nuevos registros ante la percepción de sus potencias en despliegue.

Una vez que estos cuerpos anestesiados, que han naturalizado distintas formas de maltrato fabril, pasan a ser cuerpos activos en situaciones de reacción, resistencia, enfrentamiento, no sólo son capaces de luchar con energía, sino que también se abren a la posibilidad de acceder a la alegría del trabajo.

Descomponer esos cuerpos de clase, formados en la obediencia que forjó durante años el dispositivo fabril –dispositivo de control social– despliega otros posicionamientos de acción, de dignidad, de solidaridad. En tal sentido puede suponerse que las fábricas que tuvieron mayores enfrentamientos para poder instalar su autogestión han creado mejores condiciones de posibilidad para sostener sus dispositivos autogestivos.

Varias cuestiones quieren resaltarse:

- La intrínseca relación entre las luchas para sostener la ocupación y el grado de autogestión implementado y sostenido.

- La estrechez de considerar la subjetividad como “mental”. Si los procesos de objetivación-subjetivación de los dispositivos de dominio operan no sólo en la producción de imaginarios sociales sino sobre cuerpos, a través de prácticas específicas, los procesos de objetivación-subjetivación de resistencia y nuevas producciones de subjetividad también implican todas estas dimensiones.

- Los empoderamientos de los colectivos nunca se instalan de una vez para siempre ni en todo por igual.

- La inercia de lo instituido, las operaciones de captación, son un asedio permanente a las libertades que se construyen.

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