SOCIEDAD › CUATRO “WHISKERíAS” DEL MICROCENTRO PORTEñO CLAUSURADAS POR EXTORSIONAR A LOS CLIENTES

El negocio de estafar a los incautos

La modalidad era atraer transeúntes y prometerles un show erótico, pero al final se les hacía pagar costosos tragos que nunca habían sido pedidos. Hay dos detenidos. La modalidad fue contada por Página/12 en enero pasado. Otros locales en la mira.

 Por Emilio Ruchansky

Tras un año de investigaciones, cuatro whiskerías del microcentro porteño fueron clausuradas ayer por la policía luego de que se comprobara que mediante engaños y aprietes estafaban a los clientes, a quienes tentaban con un show erótico. Durante el operativo fueron detenidos dos encargados y, según explicó a Página/12 el comisario Eduardo Espósito, “se tardó mucho porque las víctimas son generalmente extranjeros o gente que no conoce la ciudad y costaba mucho identificar a los responsables”. La modalidad había sido advertida en enero pasado por este diario e incluía una lista de al menos treinta whisquerías involucradas.

Los allanamientos se realizaron en whiskerías situadas en Carlos Pellegrini 469, Corrientes 919 y Suipacha 472 y 532. Hasta allí se dirigieron los efectivos de la División Delitos Contra la Salud de la Superintendencia de Investigaciones Federales, por orden del juez de Instrucción 13, Luis Zelaya. Pese a que los locales cuentan con personas que se encargan de la seguridad y de los aprietes a los clientes, no hubo resistencia a la policía, que arrestó a los encargados, una mujer y un hombre, que tenían a cargo varios lugares a la vez.

Los clientes llegan a estos locales por la oferta de tarjeteros en las calles y peatonales del centro, quienes suelen acompañar a la futura víctima hasta el lugar, prometiéndole una consumición gratis. Como pudo comprobar este cronista en el Bar Tango Girl, uno de los locales clausurados ayer, no bien entra una persona nueva, se acerca el o la encargada del lugar y sirve, sin previo pedido, un jugo al transeúnte y a las mujeres que ofertan el show (y en algunos lugares también sexo).

El costo de esa bebida, más allá de que el transeúnte quiera o no quedarse en la whiskería, puede variar entre los 30, 50, 70 y hasta 120 pesos según algunas denuncias. Si la persona no tiene esa plata, como ocurre en muchísimos casos, comienzan los aprietes por parte del encargado y del patovica, que requisan al cliente y le roban dinero y pertenencias personales de valor.

“La investigación se basó en más de cien denuncias. Hay de todo: robo, estafa, extorsión y privación ilegítima de la libertad. A muchas de las personas que no tenían plata para pagar las acompañaban hasta algún cajero electrónico cercano para que pagaran, obviamente los llevaban a la fuerza”, relató Espósito. Ni las mujeres que ofertan shows eróticos, también conocidas como “coperas”, ni los patovicas fueron detenidos durante los operativas. “Fuimos directo a la personas que ya teníamos identificadas, por lo que pudimos reconstruir en los testimonios de los damnificados, porque los que hacen la seguridad de estos lugares cambian permanentemente y no había forma de incriminarlos”, señaló Espósito.

Las denuncias se venían acumulando desde junio de 2009 en distintas fiscalías y fueron unificadas en la Fiscalía Nacional en lo Criminal de Instrucción 48. El método, aseguró el comisario, era siempre el mismo, aunque los lugares fueran distintos. “Las whiskerías son negocios legales, el problema es la actividad que se monta a caballo de la whiskerías, lo que encubren estos locales”, comentó Espósito. También hubo una gran cantidad de los autodenominados “gateros”, que denunciaban la modalidad en un foro de internet. En esos relatos se mencionaban agresiones físicas e incluso aprietes a mano armada por parte de la llamada “mafia de los tarjeteros”, instalada, al menos, hace diez años en la ciudad.

De hecho, fueron estos “gateros”, en base a una larga compilación de historias vividas, quienes confeccionaron una lista de treinta lugares que definieron como “auténticos aguantaderos”. La mayoría de estas locales están en el radio delimitado por las avenidas Corrientes y Santa Fe, entre Carlos Pellegrini hasta la avenida Leandro Alem. Muchos se encuentran en los subsuelos de galerías y, según confiaron desde la Agencia Gubernamental de Control, son habilitados como “whiskerías”, “locales nocturnos” y “bares”, pero las inspecciones se centran en la higiene, la seguridad y la habilitación del local.

La clausura que recibieron las cuatro whiskerías es por 90 días. “Esto resulta como una medida ejemplar, porque al desaparecer el escenario, desaparece el delito. Además, se les complica económicamente a los dueños porque les va a costar reabrir si no funcionan los locales durante tanto tiempo”, dijo al respecto el comisario. Estas no serán las últimas clausuras, agregó, porque se siguen sumando pruebas al expediente. “Seguramente vamos a hacer más operativos en los próximos meses y va a haber más detenciones, porque esta investigación recién está comenzando”, afirmó Espósito, al referirse a las causas a cargo del Juzgado Nacional en lo Criminal de instrucción número 13.

Entre los damnificados, según consta en el expediente, hay muchos extranjeros, quienes no siempre tienen un buen nivel adquisitivo. También hay personas jóvenes y otras de bajos recursos que están de paso por la ciudad. La mayoría de las veces no se denuncian estos casos de robos y aprietes por miedo, desconocimiento o por una razón más simple: se trata de personas que están en pareja o casadas.

Según trascendió ayer, la mujer detenida, de aproximadamente 30 años, sería la coordinadora de los cuatro lugares que se allanaron ayer, mientras que el hombre es uno de los encargados que aparecía en varias de las denuncias. “Vamos lento porque esta investigación se basa en la acumulación de pruebas”, admitió el comisario Espósito. Detrás de estos engaños y aprietes, como viene denunciando la cooperativa de La Alameda, también se monta una gran red de trata de blancas. Habría, según esta organización, más de 600 prostíbulos en la Ciudad de Buenos Aires.

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Los locales clausurados tenían “tarjeteros” en las cercanías para atraer a los posibles clientes.
Imagen: Télam
 
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