SOCIEDAD › LUIS LAZARTE, CAMPEóN MUNDIAL DE LOS MINI MOSCA, TRABAJA COMO RECOLECTOR DE RESIDUOS

Barrendero de día, boxeador de noche

Tiene 39 años y ya defendió una vez el título de los mini mosca. Abandonado por sus padres, vivió con una familia sustituta. Se casó y tiene dos hijos. Trabaja como barrendero en Mar del Plata, donde se entrena para dar la revancha.

 Por Carlos Rodríguez

Desde Mar del Plata

“El cinturón de campeón del mundo se lleva en la cintura, no se lleva en la cabeza.” El marplatense Luis Alberto Lazarte, a los 39 años, es campeón mundial de los mini moscas, reconocido por la Federación Internacional de Boxeo (FIB). El certificado de humildad que transmite con su frase tiene que ver con la historia de alguien que se “hizo” en la calle. Es que Lazarte fue abandonado por sus padres el mismo día en que nació. Lo crió una familia sustituta, pero su vida siguió siendo dura porque su padrastro lo golpeaba. Eso lo llevó, entre los 12 y los 16 años, a vivir solo en la calle, donde fue “cartonero, limosnero, abrepuertas, pero nunca chorro”. Su destino de boxeador se forjó también en la calle. “Me la pasaba peleando, hasta que me topé con un tipo que boxeaba y le gané. Después me contaron que era un boxeador y eso me animó a pelear, pero con objetivos que iban más allá de la bronca o el resentimiento.” De cuatro a diez de la mañana, Lazarte sigue en la calle, trabajando como barrendero en la avenida Peralta Ramos. Por las tardes entrena y se prepara para su segunda defensa del título ante el nicaragüense Nerys Espinoza.

Lazarte nació en el barrio Libertad de Mar del Plata y desde los 12 años se fue a vivir al José Hernández. Dice que su madrastra, Dora, es su madre. Aunque desde los seis años conoció a los padres biológicos que lo dejaron abandonado en un hospital, mantiene con ellos una relación que considera “amable”, pero distante. De todos modos, su verdadera base de contención es la que logró, desde hace 23 años, con su esposa, Gabriela, con la que tiene dos hijos y va ahora por el tercero porque ella está embarazada. Su hijo mayor, Diego, quiere ser boxeador, pero no lo deja. “Viene a practicar al mismo gimnasio que yo y pelea, pero por deporte. Yo no quiero que se haga profesional. Es una vida muy dura.” Su segundo hijo, Nahuel, tiene apenas 12 años y nunca tuvo que andar a las piñas.

La entrevista con Página/12 se hizo en el gimnasio Centurión de Mar del Plata, decano de la actividad en esta ciudad, donde alguna vez entrenó el ex campeón mundial de los welter juniors Ubaldo “Uby” Sacco, quien falleció a los 41 años. En las paredes del gimnasio, además de los guantes de boxeo marca La Bestia, abundan las fotografías de otro boxeador marplatense que llegó lejos, aunque nunca fue monarca a nivel internacional: Fernando Ramón Sosa, ex campeón nacional de los plumas y hoy entrenador de Lazarte. “La virtud de ‘El Mosquito’ (apelativo con el que se lo conoce a Lazarte) es la tenacidad. Siempre fue un luchador y por eso llegó a campeón a los 39 años. Ahora estamos entrenando para cuando tengamos que enfrentar de nuevo a (Nerys) Espinoza.” En la pelea anterior, donde Lazarte expuso por primera vez su corona, empataron y el campeón retuvo la corona. “No fue su mejor pelea, venía con problemas, había fallecido su padrastro y eso le hizo recordar muchas cosas. Ahora estamos de nuevo bien y vamos con todo.”

Lazarte siempre habla de su familia y pone en el altar a su mujer: “Ella es la que me bancó toda la vida. Estamos juntos desde que yo tenía 18 años y ella apenas 12. Ella me rescató de toda esa bronca que tenía porque mis padres me abandonaron apenas nací, en un hospital”. Gabriela también arrastraba una vida dura, hija de un padre con problemas de alcoholismo. “Yo me hice a las trompadas y sigo a las trompadas, pero ahora es un deporte, una forma de vida, algo que me hizo ser alguien y que me sirvió de mucho. Le debo mucho al boxeo y quiero seguir hasta que pueda.” El 4 de marzo va a cantar los 40.

Está muy lejos su debut como amateur, en 1989, con una victoria por nocaut en el segundo round. Como profesional empezó ganando, también por nocaut, el 2 de marzo de 1996. Tiene un record de 60 peleas con 48 triunfos, ocho derrotas y cuatro empates. Cinco veces peleó por un título del mundo, hasta que lo consiguió en mayo del año pasado, al derrotar en Mar del Plata al colombiano Carlos Tamara. “El rencor me hacía pelear en la calle, ahora peleo por mi mujer y mis dos hijos. A mis padres biológicos los conozco, los veo, pero no son mis padres. Tengo cuatro hermanos de sangre, pero no los siento como mis hermanos. Mi mamá es Dora, la que me crió, y tengo dos hermanas de crianza, que fueron adoptadas por Dora. Guardo rencor hacia mis padres biológicos, no lo puedo superar; pero ahora tengo una vida y estoy bien.”

Los que apoyan la campaña profesional de Lazarte son Pablo Moyano, el hijo del dirigente camionero Hugo Moyano, y también Charito y Buby, los dueños de la empresa recolectora de residuos de Mar del Plata para la que trabaja desde hace 22 años, “primero colgado del camión, ahora barriendo la calle Peralta Ramos, desde Vértiz hasta calle 47”, a lo largo de 22 cuadras. En sus ratos libres es campeón mundial de boxeo.

“El rencor me hacía pelear en la calle. Ahora, en cambio, peleo por mi mujer y mis dos hijos.”

Y en este rincóooooon, Celesteee Sosaaa

En el rincón de Luis Alberto Lazarte hay lugar para una mujer. Celeste Sosa tiene 23 años, su padre, Fernando Ramón, es el entrenador del campeón del mundo, pero ella también participa y trabaja con otros futuros campeones en el gimnasio Centurión. “Luis es un ejemplo para todos los chicos y las chicas que vienen al gimnasio. El pudo superar todo lo que le puso enfrente la vida y pudo llegar. Es una gran persona.” A ella le cuesta hablar de sí misma, hasta que al final se larga: “Yo estoy acá y trabajo con todos los boxeadores, porque algo aprendí. No me regalaron nada por ser hija de mi padre entrenador”.

Hace cuatro meses Celeste fue madre por primera vez. En sus tiempos fue boxeadora amateur, hizo varias peleas, pero tuvo que dejar la actividad porque tuvo una lesión en la cintura. “Estoy en lo que me gusta, en lo que yo quiero. No soy la única mujer que viene a este gimnasio. Mi marido, Claudio Suárez, es boxeador y me deja hacer lo que me gusta, no se opone. A los chicos los estuve entrenando hasta pocos días antes de ser madre. A veces, cuando les seguía el tren con el entrenamiento, chocaba la panza contra el piso y recién ahí me acordaba del embarazo.”

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Trabaja para la misma empresa desde hace 22 años, primero colgado del camión y ahora como barrendero.
Imagen: Alejandro Elias
 
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