SOCIEDAD › RELATOS DEL DIA DESPUES, EN LA ESTACION, ENTRE FAMILIARES, POLICIAS Y FERROVIARIOS

El hall de Once después del infierno

Mientras muchos buscan en las listas pegadas en las paredes, otros juntan firmas para que se rescinda el contrato a TBA. Los empleados ferroviarios de a ratos evitan el distintivo de la empresa. El hall está cruzado de versiones y de vallados policiales.

 Por Emilio Ruchansky

“Si es evitable, no es tragedia”, sentencia un cartel pegado en una entrada lateral de la Estación Once, al costado de las escaleras que dan a la calle Mitre. Está junto a las listas de heridos internados en los hospitales porteños, en el que otro cartel advierte la prohibición de sentarse en esas escaleras donde los pasajeros de bolso al pecho se detienen a leer las listas. “¿Tiene algún familiar internado?”, pregunta este cronista a una lectora. “No. Pero los miro por si hay algún vecino de Moreno o algún amigo”, dice María Elena, que cuida ancianos en la Ciudad Autónoma. Casi todos los pasajeros tienen algo para decir o quejarse.

Cerca de María Elena, otra mujer dice que en el hospital ferroviario de Avellaneda hay pacientes internados que aún no fueron reconocidos. “Lo sé porque lo vi en un grupo de Facebook de hinchas de Racing”, agrega Jimena Reyes. Otros se detienen para fotografiar los rostros de Menghini Rey y otras dos personas buscadas: Miguel Angel Núñez e Isabel López, o leen un comunicado sobre el mal estado de trenes, que critica al Gobierno por darles la concesión a “colectiveros y no verdaderos ferroviarios”. La firma dice: “Agrupaciones ferroviarias Líneas Sarmiento. No somos de Pedraza”.

En medio de la avenida Pueyrredón, frente a la Estación Once, tres amigos de Lucas “Chimu” Menghini Rey sortean autos con el semáforo en rojo, con cinta de embalar y un afiche con la cara de este joven, desaparecido tras el choque de tren 3772. Lo pegan en taxis, colectivos, autos particulares. Uno de ellos, Sebastián, habla rápido para no descuidar la tarea: “La hacemos porque ya no tenemos más opciones. Fuimos a todos los hospitales y morgues, hubo muchos datos erróneos en el medio”, dice. De a ratos, algunos pasajeros se acercan para aportar algún dato o decirles que lo vieron por la calle o en televisión, siendo rescatado.

Adentro, sostenidas por la línea de molinetes, unas tablas de madera balsa tapan completamente la vista del andén 2, donde chocó el tren contra el tope. Delante hay seis cascos con viseras enrejadas y otros seis escudos, amontonados contra una columna. Sus dueños uniformados charlan sin perder la vista en la multitud, de la que los separa un corralito armado con vallas y cintas. La posibilidad de disturbios se insinuó el miércoles pasado, cuando el delegado Rubén “El Pollo” Sobrero quiso dar una conferencia. Y casi se repite ayer, mientras hablaba con los medios Roque Cirigliano, encargado del material rodante de TBA.

“Y... Se oyen insultos y esas cosas. Después del choque tuvimos que trabajar de civil, sin las remeras de la empresa porque la gente se nos venía encima. No es la primera vez que pasa. Siempre que nos quieren agredir subimos a una sala del primer piso, donde están las duchas y los vestuarios, y nos tenemos que quedar ahí”, dice Mario, a punto de cumplir 25 años de empleado ferroviario. Lleva la chomba azul con las siglas TBA, al igual que sus otros cinco compañeros apostados en la fila de molinetes. “Por orden de arriba”, aclara, se liberaron los molinetes. Una extensa tela negra cubre el andén con los vagones chocados.

“¿Para qué están juntando firmas?”, pregunta en un pasillo de la estación una señora a un hombre mayor, que lleva su cartera de mano bajo la axila. “Para que se vaya TBA, le saquen los subsidios y el Estado se haga cargo de los trenes”, dice el señor, que se define como “un autoconvocado”. A su lado también recolecta firmas Aída Isabel Rodas, madre de un joven fallecido en Cromañón. “Estuvimos en la morgue acompañando a los familiares y ahora estamos organizando una marcha. Para mí, esto fue un Cromañón de día”, dice la mujer.

En el centro del hall, los amigos de Menghini Rey permanecen sentados, en ronda, vigilados por un espantapájaros que armaron con cajas y lleva un cartel colgado del pecho: “Somos frágiles como el cartón”. Dos amigas de Chimu, que acaban de encontrarse ahí, se abrazan y lloran en medio de la multitud. Muchos pasajeros se detienen para transmitirle su apoyo al grupo de amigos en este día luto nacional.

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Los cascos, los escudos, detrás los policías y, más allá, los vallados frente a los andenes.
Imagen: Luciana Granovsky
 
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