SOCIEDAD › ENTREVISTA A CARLOS VARELA ALVAREZ, ABOGADO DE SUSANA TRIMARCO

“Un gran debate es agrandar el concepto de derechos humanos”

Integrante del equipo querellante que representa a Susana Trimarco en el juicio por el secuestro de Marita Verón, Carlos Varela Alvarez describe cómo se involucró en el caso, habla sobre la responsabilidad del Estado y la falta de investigación.

 Por Marta Dillon

Carlos Varela Alvarez es el abogado querellante que, al inicio del juicio por la privación de la libertad y la promoción a la prostitución de María de los Angeles Verón, supo deslumbrar a quienes lo escucharon desarticular los pedidos de nulidad de la defensa de los trece imputados con argumentos no sólo legales sino también filosóficos. “Es que no sólo hay que hablarle al Tribunal en un juicio oral sino también a quienes están detrás”, dice este mendocino por opción –nació en Chile por causas relacionadas con la militancia política de su padre– a sabiendas de lo que significa el lenguaje como herramienta y también como trampa. Formado en la defensa de los derechos humanos –en su largo currículum en este sentido, se puede mencionar que dirigió el primer laboratorio universitario de Derechos Humanos del país, en la Universidad Nacional de Cuyo–, intervino como querellante en todos los casos de desaparecidos en democracia en la provincia de Mendoza, en las causas que denunciaron las torturas que sufren los detenidos dentro de las cárceles de esa provincia y representó a la familia de Sebastián Bordón, el adolescente asesinado por la policía mendocina en 1997. Gracias a su intervención en estos casos se abrieron vías de litigio internacional –ante la Corte Internacional de Derechos Humanos de la OEA y ante el Comité de Derechos Civiles de la ONU– que modificaron la jurisprudencia. Pero también ha participado en otro tipo de casos penales como la defensa de Monzer Al Kassar –por falsificación de documentos públicos– y de Alberto Flamarique en la causa que se abrió durante el gobierno de la Alianza por los sobornos en el Senado, la famosa causa “Banelco”. A casi un mes de iniciado el juicio oral por el caso de Marita Verón, Carlos Varela –que integra el grupo de representantes de Susana Trimarco junto con José D’Antona, Carlos Garmendia y Belén Lembo– evalúa lo sucedido hasta ahora y explica por qué esta causa podría encuadrarse desde la perspectiva de los derechos humanos.

–¿Cómo se involucró en el caso de Marita Verón?

–El año pasado volviendo de un viaje, y en medio de las noticias del tsunami en Japón, me llegó un correo electrónico de ella, contándome del caso, que tenía referencias mías y que quería entrevistarse. Nos juntamos en Buenos Aires y antes me informé mejor del caso por Internet. En esos momentos estaba sola y muy angustiada, me relató lo que todos conocen y no pude decir que no y por otro lado me preguntaba por qué yo, habiendo muchos buenos colegas en estos temas. No busqué respuestas, me dije que la única manera de ser solidario en esta causa es ser parte de su infantería, así que aquí estamos, muy agradecido a quien me haya recomendado y honrado del desafío.

–Usted habla de su trabajo en derechos humanos, pero ¿puede considerarse este caso desde el ámbito de los DD.HH., cuando todos los imputados son particulares?

–¡Claro! Un gran debate intelectual y social es agrandar el concepto de derechos humanos. Muchos dicen en forma sesgada que sólo existe violación de los derechos humanos si hay participación del Estado. Pero lo que no dicen es que cómo en este caso se ha violado el derecho a la libertad, a la circulación, a la integridad física y psíquica, al honor, todos ellos derechos humanos reconocidos. Por tanto, se violaron derechos humanos sea por parte de particulares o no. Si a una persona la matan, la sociedad dice a gritos que le violaron un derecho humano, otra cosa es la responsabilidad o no del Estado, pero es un debate que debe abrirse en función de ampliar la protección de toda víctima.

–¿Ampliar el concepto de los derechos humanos no podría tener implicaciones políticas y sociales peligrosas que podrían servir para agravar penas de delitos comunes o aun de delitos cometidos en el marco de procesos políticos como el que se vivió en nuestro país en la década del ’70?

–Lo que quiero decir, y no soy un teórico del tema, es que hay un divorcio entre lo que los dogmáticos han elaborado como concepto de derechos humanos y lo que la gente común entiende por ello. Cuando se roba, viola, mata, estafa, la víctima siente que hay un derecho vulnerado y los dogmáticos dicen que eso le pertenece sólo al derecho penal. Creo que hay un desequilibrio entre quien es acusado de quebrar la ley, que es custodiado, alimentado y debe ser alojado en cárceles sanas y limpias, y el Estado es responsable por su persona. Esa responsabilidad está bien y peleamos para que realmente mejoren las condiciones de detención y fines de la pena, pero por otro lado la víctima de un hecho queda desamparada del Estado. Así muchos proyectos personales quedan sin timón, y para mí es un tema de solidaridad social. Debe el Estado estar presente también en esas situaciones aunque no tenga ninguna responsabilidad. Asistimos a decenas de casos de violencia urbana que no son resueltos o sus autores carecen de posibilidades de reparación y a quienes sufrieron esa acción sólo les queda la vera del camino. Por tanto, no hablo de agravar penas o ampliar la responsabilidad a otros ámbitos; sólo creo que la protección de derechos humanos debe alcanzar no sólo a quien es víctima del accionar del Estado, y que incluye, por tanto, los actos entre particulares y que cada caso debe ser medido y valorado. Porque establecer cuál sí y cuál no es complejo, pero todo dolor merece una respuesta.

–A casi un mes de comenzado el juicio, ¿cree que han aparecido elementos suficientes como para dejar claras las omisiones o complicidades del Estado?

–Una evidencia es que no se ha abierto ni una sola causa penal en La Rioja sobre lo que denunciaron las víctimas que fueron rescatadas por la familia Verón. La única causa paralela es la de Fátima Mansilla, en Tucumán, que es la joven que dice haber visto a Marita Verón en la casa de Daniela Milhein –una de las imputadas, donde ella también estuvo privada de su libertad. Que no haya más causas penales habla de la falta de investigación por parte de los jueces y eso no se puede leer como desidia sino como encubrimiento. Tenga en cuenta otro elemento esencial; varias de las pistas falsas nacieron en la Casa de Gobierno de Tucumán, conforme lo expresa Susana Trimarco, y es el gobierno de esa provincia quien le presenta y recomienda a Rubén Ale, quien contaba a esa fecha con un convenio que les permitía estar armados en su flota de remises y tener la información policial al momento. La primera comisión policial que va a La Rioja, con Daniel Verón padre de Marita, es pagada por Rubén Ale y la integra personal policial de su confianza. Y por si fuera poco en esa ciudad, todos leían y sabían de memoria el Martín Fierro, los Medina tenían en el juez Daniel Moreno (que rechazaba los exhortos de Tucumán a La Rioja) a su mejor amigo y por si fuera poco, se encontraron uniformes policiales y DNI en blanco en manos de ese grupo de acusados. Cuenta Susana Trimarco que un día golpeó con un martillo la puerta de la Casa de Gobierno de La Rioja en manos de Angel Maza. Como verá, la disparidad de fuerzas eran obvias.

–Una de las preguntas insistentes sobre el caso de Marita Verón es sobre la credibilidad de los hechos. Como si, a pesar de los testimonios, la sociedad en su conjunto prefiriera seguir creyendo que el secuestro y la explotación sexual de mujeres fueran una fantasía. O que la voz de quienes estuvieron en esa situación fuera insuficiente.

–Nuestra sociedad, como todas, se forma de pre-juicios, es decir de empatías o animadversiones, o de adherencias, es la historia de la condición humana; la que elige a Barrabás, la que habla mal de San Martín o la que exige actos que nadie haría. Siempre digo que no puedo entender por qué en este país Falucho es un héroe si sólo franqueó la puerta a su General. Cumplir con el deber entonces aquí es un acto heroico y no un hecho común. Las chicas secuestradas y las putas que se escaparon son extraordinarias personas, dignas de la mejor medalla social, vienen desde el infierno para decir qué pasó, pero sufrirán el escarnio no sólo de ser mujeres sino de mucha perversión en cuanto al tema sexual. Atreverse a contar lo que sucedió sólo puede nacer de ese dolor intransferible. Quizás quienes estuvieron en campos de concentración nazis o de las dictaduras pueden ser sus mejores hermanos de relatos.

–Socavar la credibilidad de Susana Trimarco y cuestionar la calidad de víctima de Marita Verón parece ser una estrategia central de la defensa de los imputados, ¿por qué cree que es así?

–Las defensas saben que cuentan con una ventaja esencial: Marita Verón no está. Por tanto son básicamente los testimonios los que contarán además de los indicios, y para que haya sentencia se necesita un grado más alto de sospecha. Eso es derecho penal clásico. El descalificar el testimonio entonces es parte de rebatirlo como prueba, contradecirlo con otros, desmentirlo, forma parte de lo que sucede en todo juicio. En este la diferencia es que creo no habrá límites y por lo tanto el rol del Tribunal es esencial e indispensable. Es el insulto contra la verdad.

–¿Hay alguna pista concreta de lo que podría haber pasado con Marita Verón?

–Los testimonios más lejos en el tiempo la ubican en La Rioja en el 2003 y luego aparece una versión más cercana en el 2008. Se ha hablado de España principalmente como el lugar donde la habrían vendido y enviado. Otras pistas llevan directamente a su muerte. Así se hicieron excavaciones el año pasado en Córdoba y se encontró el cuerpo de una chica paraguaya en vez de Marita. Es la tragedia del desaparecido.

–¿Usted es o ha sido cliente de prostitución? ¿Cambió la percepción que tenía sobre la prostitución en general a partir de este caso?

–Sí, cuando cursaba el secundario y jugaba en una selección de vóleibol, con todo mi equipo, después de haber ganado, con entrenador incluido fuimos a una zona de prostíbulos. Eran, me acuerdo, casas con braceros en las puertas. Recuerdo la borrachera y la chica, es algo que siempre está en mi memoria y que vuelve, porque era la inconsciencia absoluta y la juventud en su esplendor. Más grande he visitado cabarets en noches de soltería pero sin otra idea que la de beber. Eso fue en el siglo pasado. Antes del juicio, y porque en muchos otros casos que debí atender mantuvimos mucho contacto con prostitutas y gente de ese ambiente, sí tenía claro la situación de esas personas y su conflicto. Jamás tuve la visión completa de su trama y drama hasta conocer el caso de Marita. Si me quiere como converso, eso soy.

–Al final del juicio ¿qué resultado sería el que le diera la tranquilidad de la tarea cumplida?

–Un abrazo interminable con Marita.

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Carlos Varela Alvarez sostiene que el alcance de los derechos humanos se debe ampliar más allá de las víctimas del accionar estatal.
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