SOCIEDAD › CIEGOS QUE SE FORMAN COMO CATADORES PARA LOGRAR UNA INSERCION LABORA

Capacidades diferentes

La ceguera les genera mayores posibilidades en el campo olfativo. Y con ello, pueden convertirse en mejores catadores. Un proyecto promueve su capacitación y un nuevo trabajo en el mundo de los vinos, perfumes, aceites o gelatinas.

 Por Pedro Lipcovich

No hay mejor catador que un ciego. Hay derecho a proponer esta fórmula o refrán, desde que, en Buenos Aires, un grupo de personas con discapacidades visuales la hizo realidad. El emprendimiento empezó con la cata de vinos de calidad, pero se extendió al testeo de productos de perfumería y avanza hacia la cata de alimentos como el aceite de oliva y las gelatinas. Se anota en una movida para que las personas con discapacidades se forjen su inserción laboral poniéndose en condiciones de competir abiertamente con cualquiera, en los campos en los que son semejantes o –como en el caso de la cata– superiores a las personas sin discapacidad. La experiencia se ramificó en áreas como la catalogación de vinos afrodisíacos, el asesoramiento a exportadores, la información sobre vinos en Internet y el trabajo con desarrolladores de productos porque, explicó una de las protagonistas, “el mercado busca la sensorialidad: no sólo la eficacia del producto, sino las sensaciones que produce al utilizarlo, y en esto las personas ciegas tenemos un lugar”.
Todo empezó, como tantas cosas, por una cuestión de palabras: “En el análisis de los vinos, la ‘cata a ciegas’ se refiere a la conveniencia de que el catador desconozca lo más posible del producto, su marca, la bodega, la región de la que viene, para que esos datos no influyan en su evaluación. Un día, me dije: si se llama ‘a ciegas’, ¿no podrían hacerlo personas ciegas?”, recuerda Dolores Lávaque, titular de la consultora Staffing & Training Group. Llevada por esa pregunta, investigó: internacionalmente no había registro de experiencias de este orden. Entonces, se vinculó con la Fundación Par (ver recuadro). La idea empezaba a tomar sabor.
El proyecto se implementó mediante un taller de capacitación gratuito para 12 personas con discapacidades visuales. Ninguno tenía experiencia o práctica en degustaciones ni pasado de gourmet, pero los resultados fueron superiores a los que se obtienen en personas sin discapacidad visual. “Encontramos porcentajes altísimos de cero errores para testeos donde, habitualmente, se registra por lo menos un error. También, si se les requería discernir diferencias de sabores u olores mediante valores numéricos, sus resultados eran mucho más precisos”, señala Lávaque.
Pero, ¿por qué? ¿Es cierto que los ciegos tienen los otros sentidos más desarrollados que quienes pueden ver? No. Pero sí: “No es que huelan o gusten más, sino que son más capaces de poner en palabras lo que huelen o gustan –aprendió Lávaque–. Una persona común, ante el sabor de un vino, puede decir: ‘Me hace acordar a algo, pero no sé a qué...’. Un ciego, en cambio, es más probable que diga: ‘...Me hace acordar al olor de la leche cuando está en su punto de hervor’, o ‘...a un olor que sentí al pasar frente a una panadería’, o quizás al olor del pan dulce, que después podrá desglosar en fruta abrillantada, agua de azahar y levadura. Y así se van forjando los descriptores, que permiten definir cada vino en particular”.
Está bien, el desempeño de los ciegos en la capacitación fue brillante pero, ¿les sirvió para una salida laboral? Aquí hay que anotar una pequeña pero interesante discrepancia entre los capacitados y sus capacitadores. Tanto Staffing & Training como la Fundación Par tienen sus reservas (y la honestidad de plantearlas) en cuanto a que a los flamantes catadores ya se les hayan abierto oportunidades de trabajo. Pero estos últimos no dudan.
“Yo, que no sabía absolutamente nada del tema, me apasioné –cuenta Carlos Valdés, uno de ellos–. Y estoy trabajando en proyectos.” Uno de sus proyectos, es decir, una de las posibilidades laborales del catador de vinos, es organizar eventos de cata, para educación y recreación de los consumidores, con esponsoreo de bodegas. Valdés, además, es experto en telemática y ya dictó una conferencia sobre vinos en Internet. “Existen buenos portales especializados, argentinos y españoles”, observa. Los que él recomienda son: www.argentinewi nes.com; www.videsyvinos.com; www.areadelvino.com; www.vere ma.com.
Otro de los catadores, Julián Sosso, relata que “como a las empresas no les convenía contratarnos en grupo, busqué otras variantes: yo estoy próximo a recibirme de técnico en comercio exterior, y saber de vinos me facilita la posibilidad de conectarme con bodegas para exportar; además hice un curso de sommelier, donde aprendí el arte de combinar los vinos con las comidas: al hacer cursos, uno se va metiendo en la actividad”.
Andrea Serrano, además de flamante catadora, es educadora sexual: “Procurando unir las dos profesiones, desarrollé un proyecto de vinos afrodisíacos”, sobre el cual expuso el año pasado en la Exposición de Vinos y Bodegas. Pero, ¿hay realmente vinos afrodisíacos? “Lo afrodisíaco es muy subjetivo pero, en base a estadísticas aromáticas, se puede estimar qué vinos tienen mayor potencialidad de erotizar –contesta Serrano–. Suelen ser vinos muy perfumados, con fruta roja muy marcada, aunque no todo vino muy intenso logra el perfil afrodisíaco.” Una variedad que sí suele lograrlo es “el Syrah, vino muy aromático y especiado”.
La experiencia de capacitación en cata de vinos fue punto de partida para otra, el testeo olfativo de productos de perfumería. Fue encarada por Dolores Lávaque con el apoyo del Programa de Inserción Laboral para la Comunidad Ciega del Ministerio de Trabajo de la Nación, a su vez financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo. En este proyecto se capacitaron 30 personas, que actualmente desarrollan una pasantía rentada en la firma Unilever.
Una de ellas es Mirta Tesone, quien comentó su actual trabajo con términos que hubieran interesado al escritor Marcel Proust: “A partir de la memoria olfativa, uno va imaginando cosas: si estoy degustando un vino, se me puede presentar el olor a cuero, el olor a madera, el olor a tierra; un perfume puede evocar la madera, la miel; hay productos que no tienen miel pero sí azúcar, y se siente el olor a azúcar”. Mirta es ciega desde los 7 años, a causa de un tumor en el cerebelo que le destruyó los nervios ópticos.
También trabaja en testeo de perfumes Arelis Pieve, quien “antes ni sabía que existía este tipo de trabajo”, consistente en testear olfativamente productos nuevos, en particular desodorantes y artículos para el cabello. “Este trabajo tiene cierta flexibilidad que me permite atender a mis hijos, de tres y dos años”, agrega Arelis, que es ciega de nacimiento. Hace pocas semanas, Arelis fue invitada a un workshop de desarrolladores de productos de limpieza, interesados en hacerle preguntas sobre texturas: “Si los vasos o platos de limpio están limpios, rechinan cuando uno los frota; la grasitud, el pegoteo o la aspereza de la suciedad se perciben como sensaciones táctiles; el sarro es terroso; una mancha, en cambio, no se puede captar por el tacto”. Arelis vincula este interés de los desarrolladores con “una tendencia del mercado a buscar la sensorialidad: no sólo la eficacia del producto, sino las sensaciones que produce al utilizarlo; por esto, las personas ciegas empezamos a jugar un papel en testeo de productos”.
Otras perspectivas de trabajo para discapacitados visuales se abrieron con un convenio con el INTA para cata de gelatinas y con la capacitación en cata de aceites de oliva, que deben ser testeados sistemáticamente, aun más que los vinos, para evitar defectos durante su elaboración.

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Los ciegos tienen más capacidad de poner en palabras lo que huelen o gustan.
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