SOCIEDAD › UN CRONISTA DE PáGINA/12 CUENTA LA AVENTURA DE LLEGAR A URUGUAY EN KAYAK CON OTROS 300 INTRéPIDOS

Crónica de una travesía a puro remo

La Travesía Binacional de Kayakismo se realiza todos los años. Esta vez, un cronista relata en directo cómo es el cruce, las olas, el compañerismo y llegar adonde desembarcaron los 33 Orientales.

 Por Facundo Martínez

Desde Playa de la Agraciada

Unos 80 kilómetros más arriba se encuentra el puente internacional San Martín, que une las ciudades de Gualeguaychú y Fray Bentos, lazo que por estos días volvió a convulsionarse a partir del pedido de la papelera UPM (ex Botnia) al gobierno de Uruguay para que le permita aumentar su producción. En ese contexto de alboroto diplomático y popular se viene desarrollando desde el sábado a la mañana la 5ta. Travesía Binacional de Kayakismo, cuya idea rectora –cuentan los organizadores– es “unir a los pueblos hermanos desde el agua, disfrutando de un río que es hermoso, y mucho más todavía por la costa uruguaya”..

La Travesía Binacional tiene ya su propia historia dentro del kayakismo argentino y ocurre que cada año se suman más palistas a la aventura que significa unir ambos países a través del correntoso río Uruguay. Este cronista, remo (o pala, para ser más precisos) en mano, se suma a la experiencia que comienza en Villa Paranacito, Entre Ríos. “Este año se tomó más conciencia de lo que genera este evento y por eso fue declarado de interés público”, dice Alejandra Bossio, directora de Turismo de la Villa, a Página/12. A propósito de la tensión internacional, agrega: “Esta travesía es un símbolo de esperanza entre los pueblos y por supuesto que contribuye para que todo se solucione”.

El cruce del Uruguay también tiene una gran historia, porque hace 188 años por la misma zona aparecieron, comandados por Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, los Treinta y Tres Orientales: un grupo de revolucionarios uruguayos que tras un largo derrotero por las islas del delta bonaerense y entrerriano desembarcaron en la Playa de la Agraciada, también conocida como Arenal Grande, que pertenece al departamento de Soriano y donde realizaron el famoso juramento de “libertad o muerte” al pie de la bandera tricolor. Desde ahí, divididos en dos grupos, los Treinta y Tres Orientales iniciaron la Cruzada Libertadora de la Provincia Oriental, entonces dominada por los brasileños, con la idea de fortalecer la unión con las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Luego de realizar todos los trámites correspondientes en la Prefectura Naval Argentina de Paranacito, los más de 300 palistas provenientes de Rosario, La Plata, Berisso, Tucumán, Escobar, San Isidro, Tigre, Gualeguaychú, Isla Martín García, Córdoba, Paraná y Montevideo, entre otras ciudades, comienzan la remada que ocupará buena parte de la primera jornada. Debían ser 25 kilómetros en total, los primeros 15 kilómetros por el delta entrerriano, y los últimos 10, el cruce del río Uruguay. Pero el clima no acompaña. El viento del sudeste levanta olas de 1,5 metro y, tras una larga deliberación, la Prefectura uruguaya no autoriza el cruce; el río está bravo y se prioriza la seguridad. El cambio de planes obliga a retroceder unos kilómetros para pasar la noche en la escuela 20 del Arroyo Martínez. Allí se improvisa un campamento y se arman varios fogones alrededor de los cuales se reúnen las tribus para charlar y cantar hasta entrada la noche.

En la madrugada de ayer, con un poco menos de viento y mejor clima, desde Uruguay dan el visto bueno al cruce. A las 9 de la mañana desde Uruguay llega la venia, y el grupo se organiza para la travesía. La regla es que cada grupo se mantenga cerca y no se ensanche. Hay olas y vienen de frente, al igual que el viento, y no hay que perder la concentración; un descuido puede significar una caída al agua. De todas maneras las lanchas de apoyo cuidan que el grupo no se disperse. Y la PNA también acompaña, hasta el límite nacional.

Son dos horas y media de dura pelea contra el río. Las tribus se cuidan entre sí, se dan aliento, se ayudan. Eso es parte de la aventura y también de los valores del kayakismo: solidaridad y compañerismo, adentro y afuera del agua. Se trata de uno de los pilares de esta actividad deportiva, cuya práctica tiene la admirable característica de no distinguir sexos ni edades ni contexturas, además de combinar armoniosamente vida en la naturaleza y aventura.

El almuerzo se realiza sobre la playa virgen de Punta Arenal. Aquí ya esperaban desde la noche del sábado dos grupos de palistas uruguayos para compartir el resto de la travesía. De la disputa entre argentinos y uruguayos a raíz de la pastera, sólo chistes. La hermandad entre vecinos está siempre latente y se profundiza al caer la noche. “Para nosotros es muy importante que los kayakistas argentinos vengan a remar acá, nos ayuda mucho para desarrollar la actividad en nuestro país y para estrechar lazos con nuestros amigos de la otra orilla”, dice el uruguayo Mauricio Yanes, kayakista del club ACAL de Malvin, Montevideo.

El cielo encapotado comienza a abrirse. La mirada se relaja frente al inmenso río; también se observan dos enormes galpones abandonados que hace más de cien años sirvieron a un viejo puerto arenero. Se oyen los sonidos de los pájaros y de los árboles, y del río que baja. Son dos horas de descanso para luego encarar otros 22 kilómetros río abajo donde se encuentra la famosa Playa de la Agraciada.

Por la margen uruguaya del río se observan paisajes muy bonitos. El viento sigue complicando de frente y el cansancio aumenta. Hay olas, pero la dificultad ahora es menor. La corriente empuja y aliviana un poco. Desde la costa, los kayakistas reciben el saludo de los lugareños. “¡Vamo’ arriba, que falta poco!”, repite uno levantando el pulgar a todos los que lo saludan levantando las palas. Son los últimos cuatro kilómetros, que se hacen eternos.

En la Playa de la Agraciada, la Travesía Binacional toca su punto más alto. Nos esperan el secretario de Turismo de Soriano, José Luis Perazza, quien nos da la bienvenida al departamento del mismo nombre. Pesa fuerte aquí la idea de desarrollar el turismo fluvial y la relación con los kayakistas argentinos es muy buena. En este lugar histórico se desarrolla el evento principal y tendrá lugar la cena de camaradería, de la que también participan los sponsors argentinos y uruguayos de la travesía. Habrá sorteos y una gran fiesta de hermandad que se extenderá hasta entrada la madrugada.

El regreso quedó para hoy. Al igual que en la partida, la Prefectura uruguaya deberá autorizar el cruce. A las 8 los palistas deberán estar en el agua. Nadie duda de que, como todos los años, habrá demoras. La última jornada será larga. Tendrá un nuevo cruce del río Uruguay, aunque ahora sobre una margen más estrecha, lo que hará menos sacrificado el recorrido, y después otros 30 kilómetros de remada por el arroyo Brazo Chico, el canal La Chilena, el arroyo Brazo Largo y finalmente el río Paranacito, siempre por el delta entrerriano. Otra belleza por descubrir. La idea de los organizadores, con paradas de reordenamiento en lugares estratégicos, es estar cerca de las 17 de regreso en Villa Paranacito, donde habrá que vaciar y preparar los kayaks para volver a cargarlos en los trailers y entonces sí, ya caída la tarde, emprender la vuelta a casa.

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Son 300 palistas que todos los años deciden enfrentar las olas, el viento y el frío.
 
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