SOCIEDAD › LA DIOCESIS DE SAN ISIDRO PIDIO DISCULPAS POR LOS ABUSOS DE MERCAU

Pedido de perdón y reparación

Como se había anunciado, en todas las misas ofrecidas en la diócesis de San Isidro, ayer se pidió perdón a las víctimas de abuso del caso del párroco José Mercau, de Tigre, condenado a ocho años. También es inédita la voluntad de pagar indemnizaciones.

En un hecho inédito en el país, y tal como lo habían anunciado, el obispo Oscar Ojea y el presbiterio de la diócesis de San Isidro pidieron ayer perdón público a las víctimas de los abusos cometidos por el sacerdote José Mercau, quien se encuentra preso por estos delitos. La diócesis del norte del conurbano informó que también indemnizará a cuatro jóvenes víctimas y venderá sus propiedades para asumir esa responsabilidad ante la Justicia.

El mea culpa titulado “Asumir, pedir perdón y deseo de reparar” fue leído ayer en las misas de todos los templos de la diócesis.

“La comunidad diocesana de San Isidro, y de un modo especial el obispo y su presbiterio, piden públicamente perdón a los jóvenes que han sido afectados por estas conductas realizadas por un sacerdote de nuestra diócesis, el padre José Mercau, cuando era párroco de San Juan Bautista, en Ricardo Rojas, partido de Tigre”, subrayaron.

Asimismo ratificaron su “decisión de ayudar a estos jóvenes a sanar heridas y construir un porvenir”, y manifestaron su deseo de que este gesto “signifique también una renovación en toda la comunidad del compromiso por promover una cultura del cuidado de los niños y adolescentes”.

La diócesis de San Isidro también citó en el texto palabras del papa Francisco al pedir: “Cuidémonos los unos a los otros. Cuídense entre ustedes, no se hagan daño. Cuídense la vida, cuiden la familia, cuiden la naturaleza, cuiden a los niños, cuiden a los viejos”.

La decisión de Ojea de pedir perdón y reparar económicamente a las víctimas representa un cambio importante en la conducta mantenida hasta ahora por la jerarquía católica argentina ante casos similares, incluyendo el del cura Julio César Grassi, con quien la diócesis de Morón no ha tomado todavía ninguna decisión disciplinaria, a pesar de la condena de abuso sexual que pesa sobre él.

Mercau estaba al frente del Hogar San Juan Diego, en El Talar de Pacheco, Tigre, que recibe a chicos de bajos recursos con problemas familiares, víctimas de maltrato o abandono. Pero, en 2005, cinco menores denunciaron que fueron abusados por él. Los chicos tenían entonces entre 11 y 14 años y, según relataron, el cura primero los seducía y luego los obligaba a mantener relaciones sexuales con él. Mercau se declaró culpable y fue condenado por los delitos de “corrupción de menores reiterada, en concurso real con abuso sexual mediante acceso carnal agravado”.

“Las secuelas que deja el abuso sexual en el futuro de los niños y de los jóvenes no se pueden medir”, aseguraron las autoridades eclesiásticas sanisidrenses en el comunicado leído en todos los templos, y agregaron que “su vida vincular y afectiva queda lastimada en lo más hondo por la violación de su intimidad”.

“La conducta del que abusa también hiere a todo el Cuerpo de Cristo y quiebra la confianza en la comunidad. Este mal causado nos hace experimentar un vivo dolor como miembros de la Iglesia”, reconocieron.

Destacaron en este sentido que “con claridad estos actos están abiertamente en contradicción con la Palabra de Dios y con la tarea evangelizadora que día a día comunidades y pastores llevan adelante”.

Por último, Ojea y sus sacerdotes pidieron a Dios que esos gestos “estimulen a seguir anunciando con transparencia y fidelidad la alegría del Evangelio, e iluminen cada rincón de la diócesis para poder acercar la buena noticia en particular a nuestros hermanos más pobres”.

La abogada de los jóvenes abusados, Mariana Zárate, quien también trabaja en el ámbito de la diócesis, contó que el cura “tenía un mismo procedimiento con todos los chicos. Trataba de ganarse la confianza, seducirlos mediante diferentes maniobras y a cambio de bienes materiales que los chicos necesitaban, porque son de vulnerabilidad extrema”.

De esta manera, el sacerdote “en dos casos llegó al acceso carnal”, dijo la letrada, quien confirmó que “les daba zapatillas a cambio de favores sexuales, lo cual es lamentable, ya que se trata de personas que necesitan ayuda”.

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Oscar Ojea, obispo de la diócesis de San Isidro, encabezó el cambio de actitud de la Iglesia.
 
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