SOCIEDAD › OPINION

Sábanas consignas

La primera bandera la hicimos de una sábana vieja, como suele hacerse hoy en los más apartados puntos del país, cuando un muerto obliga a sus amigos, compañeros y parientes a fabricar los implementos de la protesta. Nuestro muerto no era técnicamente un fallecido, sino un desaparecido en democracia, una figura que nos costó un mes asumir; hasta que pudimos publicar la primera nota sobre el caso en este mismo diario. “Nadie vio otra vez a Miguel”, la titularon. Junto al periodista platense Pablo Morosi habíamos transitado cada lugar por el que había pasado Miguel Bru en los últimos meses. Habíamos estado en la vieja casa tomada en la que ensayaba su banda de punk rock, Chempes 69. Habíamos visitado a los compinches a los que solía pedirles para el micro, a quienes se les instalaba semanas como allegado, siempre de buen humor, con sus perros a la zaga.
No encontrábamos motivo para la desaparición de Miga. Hasta que supimos sobre los allanamientos ilegales. La patota de la 9ª había entrado buscando droga, supuestamente alertada por los vecinos del barrio El Mondongo, para quienes Miguel era como un Tanguito desenfrenado que hacía el amor con sus amantes en la terraza, como los gatos. Vestidos de civil habían entrado, pateado las puertas, desarmado la batería con los borcegos, que siempre conservan aunque se pongan jeans y campera. Y Miguel les había puesto una denuncia, harto del abuso, no en cualquier lugar. Bien informado, la había radicado en una fiscalía, ante la misma Justicia que actuaría de verdugo más tarde, encubriendo su propia muerte.
La sábana voló de la cama que entonces compartía con la hermosa Josefina, y la casa en la que vivíamos, a una cuadra de la Escuela de Periodismo, se convirtió en un bunker de reuniones. Sabíamos como estudiantes de periodismo que debíamos cuidar el discurso para llenar las marchas de gente en una ciudad conservadora y temerosa. Por eso discutíamos tanto las consignas, nos peleábamos en enormes asambleas. Fue Jose, la que propuso la primera frase para la bandera que estrenamos hacia la quinta manifestación ¿Dónde está Miguel?, decía. Nos parecía poca cosa al comienzo. Nos criticaban nuestros compañeros de la izquierda más roja por no pedir cabezas, por no apuntar con fuego. Nunca imaginamos lo políticamente dura e histórica que resultaría esa pregunta. Cada día Rosa se sigue preguntando lo mismo. Nunca dejó de buscar su cuerpo. Su padre, sus hermanos, y nosotros, sus compañeros y amigos, tampoco.
* Miembro de la Asociación Miguel Bru.

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