SOCIEDAD › LOS ADULTOS QUE JUNTAN FIGURITAS, UNA TENDENCIA QUE CRECE CON EL MUNDIAL

Album lleno, corazón contento

No sólo hay nostalgia, como la que exhibe una muestra en el Palais de Glace. También hay ganas de coleccionar. Cada vez más adultos se suman a la vigencia de un hobby que resiste el paso del tiempo y el avance de la tecnología. Como en otros territorios, el Mundial de Fútbol exacerba allí también los ánimos.

 Por Soledad Vallejos

Imagen: Guadalupe Lombardo.

En Buenos Aires hay una sala de exposición con cientos, muy probablemente miles, de ejemplares históricos: brillantes, opacos, redondos, cuadrados, rectangulares, con formas irregulares. A veces ofrecían felicidades no tan módicas porque, ante todo, parecían alcanzables: pelotas de fútbol de lujo, bartolitos voladores, radios, muñecas, bicicletas, guantes de boxeo y el placer nada secreto de ir viendo cómo a veces llenar un álbum era también resolver un misterio. Pero, en rigor de verdad, no es necesario aislarse del ritmo cotidiano de la ciudad para encontrarse con que, salvo quizá por los premios y el misterio, la pasión por esas raras imágenes perecederas que por unas semanas circulan y luego resultan inconseguibles no decae. Será una máquina de éxito global, pero hace dos años que los kioscos renuevan colecciones de figuritas de Violetta. Y nunca faltan las variedades para nenas, para nenes, para nenas y nenes: fútbol, dibujitos, muñequitos. En la variedad está el universo. De todos modos, hay más. Siempre hay más. En especial en el umbral del Mundial de Fútbol, que, en esta edición más que en otras, parece haber aprovechado todas las formas posibles para ir domando la ansiedad. Por algún motivo misterioso, este año esas figuritas pudieron todavía más, a tal punto que sus propios fabricantes admiten su sorpresa por la gran cantidad de público adulto que agota paquetes, canjea, pide, pregunta, y está a punto, casi, cualquier día de éstos, de alcanzar la meta. Parecería que por más que pasen las décadas, llenar el álbum, a fin de cuentas, sigue siendo esa felicidad no tan inalcanzable.

La infancia reencontrada

Cae el sol sobre Parque Centenario. A algunas cuadras, dice Agustín, el pollero, 26 años, el pelo cortito y el álbum presto a metros del mostrador sobre el que troza, pesa, desgrasa, que su mujer lo reta.

–Dejá eso, estamos grandes –dice que le dice su esposa.

–Y, bueno, vos dejá de coleccionar esos devedés de Princesas de Disney y yo dejo las figuritas –dice que responde él.

Entonces, remata, se ríen, se reestablece la paz hogareña y las colecciones siguen en pie cada una en su lugar. Pero, ante todo, lejos de la hijita pequeña de ambos. En especial las figuritas, ahora que quedan tan pocos días para completar el álbum con los equipos de fútbol de todo el mundo.

En la pollería de Angel Gallardo al 900 coleccionar es cosa seria. Por algo sobre el vidrio del local lo anuncia un cartel manuscrito: “Cambio figuritas del Mundial 2014. ¡Tratar aquí!”. El berretín en el lugar es compartido por todos. “Los tres, nosotros y el patrón”, dice Alfredo, compañero de Agustín y, como él, empleado de quien declara 37 años pero prefiere dar un nombre de fantasía porque el amor por las figuritas es fuerte pero hablar de él da pudor. “Poneme Ricardo”, dice, algo sonrojado. Y silbando bajito va hacia la puerta, mientras Agustín saca su álbum y pronostica: “En dos semanas lo tengo completo”.

Compraron el álbum apenas salió a la venta, con el mantra en común “ojalá nos toque Messi”. “Fuimos con el patrón, cada uno se compró uno”, dice Agustín, mientras pasa las páginas de bordes plastificados a fuerza de cinta adhesiva (“para que duren más”) y enumera cuántos jugadores faltan en cada equipo. A los pocos días cada uno tenía un pilón considerable de repetidas y ya habían intercambiado todo lo posible entre ellos. Entonces, decidieron pararse a la puerta del local a la hora de salida de los colegios, y cuando veían pasar chicos con guardapolvo pegaban el grito: “¿Tenés figuritas del Mundial?”, “¿tenés repetidas?”. Sorprendían tanto a los pequeños paseantes que se sentían mal mirados, hasta que alguno dijo: “¿Y si ponemos un cartel?”. Pusieron. Es un éxito.

Caen chicos acompañados por padres que, al cabo de cinco minutos, terminan revelando a fuerza de entusiasmo que al menos la mitad de la colección lleva su firma. Caen chicos con más chicos. Caen adultos solos. “Gracias a eso no tenemos más repetidas”, dice Alfredo, que celebra encontrarse “a un paso de llenar”.

–¿Y después con el álbum completo qué hacen?

–Lo guardamos –dice Agustín–. Yo tenía completo el de Francia ’98 y me lo destrozó la perra. ¡Antes los regalaba, pero ya no, eh!

Porque sí

“Este Mundial viene con más empuje que los otros, pero también con más público adulto, que hace más ruido”, observa Nicolás Sallustro, director en la Argentina de Panini, la empresa detrás de los “cromos” oficiales del Mundial desde 1970, pero también de otras megacolecciones como las de Violetta y algunas más bien internacionales, porque la compañía, de origen italiano, es global. Los adultos conforman un público creciente para el mercado de las figuritas de un tiempo a esta parte, al punto que, según estudios encargados por la compañía, en Italia conforman el 30 por ciento del total de compradores de la colección Calciatori, dedicada a equipos de fútbol locales. En la Argentina es demasiado pronto para medir y detectar quién está detrás de cada billete de cinco pesos que cuesta un paquete, pero las pistas están frescas: entre quienes contactan a la empresa por correo para recurrir al “servicio de álbum lleno” hay cada vez más personas de entre 25 y 35 años; cada vez más usuarios adultos hablan sobre sus colecciones en las redes sociales; cada vez, también, son más los coleccionistas que ven en las figuritas un objeto de deseo más histórico que pasajero.

–¿Por qué creen que pasa?

–Es difícil de saber. Por un lado, creo, para la generación a la que pertenezco yo, que es la misma del público que vamos notando en crecimiento, el Mundial ’90 en figuritas fue significativo. A nivel colección, fue muy importante y quizás está también algo de una vuelta a darse el gusto de ser niños. En el ’90, la colección fue muy larga porque también la Argentina avanzó mucho en el Mundial, y era un equipo con el cual el público tenía una relación distinta, por ahí más fuerte, que con el del ‘86, aunque fuimos campeones. En algún sentido, coleccionar estas figuritas creo que es un poco una vuelta a un muy lindo recuerdo.

–Un ejercicio nostálgico.

–Puede ser.

Las figuritas son casi mariposas de kiosco: cada colección, que lleva largos meses de idea, diseño, tramitación de permisos, impresión, distribución, no dura más de tres meses en la calle. Eventualmente, si el evento es global y estira la ansiedad colectiva, como puede pasar con un Mundial de Fútbol, se sumarán algunas semanas. En el caso particular del torneo por jugarse en Brasil, las figuritas llegaron al circuito comercial de todo el mundo a fines de marzo, lanzamiento simultáneo “en 110 países de los cinco continentes” mediante. A mediados de mayo, ya había algunos álbumes llenos; para cuando haya empezado la competencia, posiblemente sean muchos más, pero la colección podría seguir vendiéndose, o no, según el éxito, o no, de la Selección.

–¿Este Mundial es más vendedor que otros?

–En Latinoamérica sí. Se está dando un fenómeno importante de ventas con esta colección. Probablemente porque se juega en Sudamérica, y los hinchas de cada país sienten factible poder ir. Es como si jugaran en lo del vecino y uno dijera “en cualquier momento me puedo cruzar para ir a ver”.

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