SOCIEDAD › OPINIóN

Drogas y religión

 Por Juan Gabriel Tokatlian *

Recientemente el papa Francisco se manifestó contra la legalización de las drogas. A los pocos días, la Oficina de Naciones Unidas para las Drogas y el Delito presentó su Informe Global de 2014. Según el estudio, hay en el mundo entre 125 millones y 227 millones de personas que consumen marihuana, por lejos, la sustancia psicoactiva de mayor uso. La afirmación del pontífice y los nuevos datos de la ONU deben localizarse en el marco más amplio y complejo respecto de la relación entre religión y drogas.

Durante siglos, por ejemplo, algunas drogas (cannabis, coca y alucinógenos) se utilizaron en rituales religiosos en diferentes ámbitos geográficos por parte de distintas civilizaciones. En la Edad Media, la Iglesia Católica repudió el uso de drogas para esparcimiento y vinculó su consumo con la brujería. Desde América latina y durante la colonia, la Iglesia Católica demandó a las autoridades españolas a que erradicasen completamente el cultivo y la masticación de la coca en Bolivia y Perú; prácticas ancestrales entre las comunidades andinas. Entre 1875 y 1890, ramas de la Iglesia Protestante (metodistas, presbiterianos y baptistas) en Gran Bretaña se sumaron a la campaña contra el comercio del opio, que tanto había afectado a China. Para el Islam, todas las sustancias que embriagan o intoxican, como las drogas, son haram (están prohibidas). El judaísmo desaprueba el recurso a las drogas. En síntesis, ésas y otras religiones siempre han estado atravesadas, en un sentido u otro, por la cuestión de las drogas.

Es importante subrayar que entre finales del siglo XIX y principios del XX, sustancias psicoactivas como la heroína, la cocaína y la marihuana estuvieron disponibles y no eran ilegales. A su vez, en la gestación del vigente régimen internacional antidrogas fue relevante la presencia de un clérigo: el obispo episcopal de Manila, Charles Henry Brent, canadiense de origen y destinado por años a una parroquia de Boston. En 1903, Estados Unidos envió un Comité del Opio –del que formaba parte Brent– a estudiar qué sucedía con la heroína en Asia. El informe que lideró Brent recomendó una política prohibicionista. Su entusiasmo de cruzado le permitió, con el pleno respaldo de Washington, presidir la primera conferencia internacional sobre el opio, que se efectuó en 1909, en Shanghai; conferencia que sentó las bases para la Convención Internacional del Opio de La Haya de 1912. Brent fue delegado de Estados Unidos en La Haya y después se convirtió en el capellán superior de las fuerzas armadas estadounidenses en Europa durante la Primera Guerra Mundial.

En tiempos más próximos, el vínculo religión-drogas ha tomado otras características. Por ejemplo, en 1998 la Asamblea General de Naciones Unidas realizó una Sesión Especial sobre Drogas –algo que se repetirá en 2016– y en su declaración final convocó, entre otros, a los dirigentes religiosos en el mundo a procurar una tarea un tanto grandiosa y quimérica: una sociedad libre de drogas. Paralelamente, existen 33 países que aplican la pena capital a ciertos delitos relacionados con las drogas. De ellos hay 6 (China, Vietnam, Malasia, Singapur, Irán y Arabia Saudita) que la utilizan mucho y de estos últimos en una predomina el Islam chiíta (Irán) y en otra el Islam sunnita (Arabia Saudita). Sin embargo, hay que destacar que en Irán se cultiva legalmente el cannabis, pues sus semillas se usan para propósitos alimentarios. Además, en un país predominantemente sunnita como Marruecos, el Parlamento debatió en 2013 la legalización del cannabis para fines medicinales e industriales.

En el actual contexto, el tema de la legalización plena de la marihuana en Estados Unidos (los estados de Colorado y Washington) y Uruguay ha revivido el asunto del vínculo entre religión y drogas. En el caso estadounidense se produce con un doble telón de fondo. Por un lado, ya hay 22 estados y la capital, Washington, que han legalizado la marihuana para fines medicinales. Por, el otro lado, según encuestas de Gallup, en 2001, al 58 por ciento de la opinión pública le inquietaba mucho el problema de la drogas, mientras que en 2014 sólo al 34 por ciento le preocupa tanto. Asimismo, según otras encuestas de Gallup, en 1969 apenas el 12 por ciento favorecía la legalización de la marihuana, mientras que en 2013 el porcentaje se elevó a 58 por ciento. A su turno, según una encuesta de 2014 del Pew Research Center, 54 por ciento de los estadounidenses respaldan dicha legalización, al tiempo que otra encuesta de CNN/ORC Poll para este año indica que el apoyo a la legalización de la marihuana es del 55 por ciento.

En una encuesta de 2013 del Public Religion Research Institute en Estados Unidos, el 58 por ciento de los protestantes blancos de las denominaciones principales del protestantismo y el 54 por ciento de los protestantes afroamericanos favorecían la legalización de la marihuana, mientras el 69 por ciento de los evangelistas se oponían. Entre los católicos, 48 por ciento estaban a favor y 50, en contra. Cabe destacar que entre los jóvenes (18-29 años) católicos, la aprobación de legalizar la marihuana llegaba al 50 por ciento. En Utah, donde el 60,7 por ciento son mormones, si bien el 71 por ciento de los mormones se oponían a la legalización de la marihuana, el 75 por ciento de los católicos, el 68 por ciento de los protestantes y el 50 por ciento de los judíos apoyaban la marihuana legal según una encuesta de 2013 del Libertas Institute.

En el caso de Uruguay y a pesar de que las encuestas (Cifra, Mori, Factum) indicaban que no existía una mayoría a favor de legalizar la marihuana, el gobierno avanzó con esa iniciativa y logró el respaldo del Legislativo. Corresponde remarcar que según la encuesta de Latinobarómetro de 2014, Uruguay es el país de la región donde menos predomina el catolicismo: 41 por ciento (en Argentina es el 77 por ciento). Además, es uno de los dos países latinoamericanos con menos confianza hacia la Iglesia Católica: mientras en la gran mayoría la confianza es superior al 60 por ciento, en Uruguay es de apenas del 48. En buena medida, el caso uruguayo expresa una acelerada secularización. En consecuencia, la incidencia de la Iglesia Católica en el debate sobre la marihuana fue relativamente poco significativa.

Así entonces, las expresiones de Francisco contrarias a la eventual legalización de las drogas se tropieza con una dinámica en la que el paradigma prohibicionista –con un sustrato cultural que atraviesa diversas religiones– está siendo severamente cuestionado. Al menos en cuanto a la marihuana, será difícil revertir la tendencia a favor de la naturalización de su consumo; en especial, en Occidente.

* Director del Departamento de Ciencia Política y Estudios Internacionales de la Universidad Di Tella.

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