SOCIEDAD › EL RELATO DE LA HIJA DE UNA MUJER ASESINADA POR SU NOVIO EN OLAVARRíA

“No creía que nos podía pasar”

En coincidencia con el Día de la No Violencia hacia las Mujeres, ayer comenzó un juicio emblemático por un femicidio. El caso pone en primer plano la ineptitud de funcionarios judiciales para proteger a las mujeres. Aquí, la hija de la víctima cuenta la historia.

 Por Mariana Carbajal

“No sabés lo que es no poder sacarme de la cabeza la imagen de mi mamá llena de sangre, agonizando en la bañadera y yo durmiendo sin poder haber ido a ayudarla, a que deje de sufrir”, dijo a Página/12 Carla Melotto, la hija mayor de Graciela Tirador, una contadora muy conocida en Olavarría, que fue asesinada en una brutal golpiza el 13 de enero de 2013. Su ex novio, Luis Pablo Barbato, un jubilado de 64 años, comenzó ayer a ser juzgado por su femicidio por el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 1 de Azul. Durante la primera jornada del debate oral declararon, entre otros testigos, los otros dos hijos de Graciela, María, de 33 años, escenógrafa, y Mariano, antropólogo y becario del Conicet. El inicio del juicio coincidió con la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia las Mujeres, y los hijos de Graciela convocaron a una concentración que se hizo a partir de las 19.30 en el Paseo Jesús Mendía, de Olavarría, para concientizar, informar y visibilizar la problemática de la violencia de género en todas sus manifestaciones, con el apoyo de un abanico de organizaciones locales.

“Nos pasó a nosotros como le puede pasar a cualquiera. Yo no creía que a nosotros nos podía pasar. Siento la obligación de hacer algo para que esto ayude a otra gente. A mi mamá no me la van a devolver, pero quizás, a través de mi mamá, de lo que ella vivió, la gente que piensa que nunca le va a pasar, que nunca va a estar en esta situación de violencia por su nivel económico, social o profesional, tome conciencia”, agregó Carla. En una entrevista de este diario, la hija contó sobre los días previos al femicidio y las denuncias que realizó su mamá y no fueron escuchadas. “Este hombre ya tenía denuncias previas por violencia de relaciones anteriores, pero nunca se cruzaron datos, ni se la interrogó en detalle a mamá de la situación. No se hizo una evaluación de riesgo”, señaló.

El femicidio de Graciela sacudió a la ciudad bonaerense, que marchó en dos oportunidades durante el 2013, contra la violencia machista. “En Olavarría impactó mucho la muerte de mamá, porque ella era una persona muy conocida. Si bien había habido otros femicidios, éste puso sobre el tapete el tema. Hubo mucho, mucho apoyo de la comunidad, en general, no sólo de sus amistades y conocidos, también de sectores de sectores políticos”, recordó Carla.

A Carla le falta la tesis para recibirse de comunicadora social. “Antes del femicidio de mamá, no sabía mucho sobre el problema de la violencia de género. Cuando mamá empezó a estar en situación de riesgo comenzamos a asesorarnos, sobre todo en lo judicial, pero no en cómo contenerla frente a esa situación”, señaló la hija.

Graciela era una mujer empoderada, tenía independencia económica, era abuela, trabajaba, era la encargada del Registro Automotor Nº 1. A Barbato lo conoció por Facebook. Se pusieron de novios. Convivieron en la casa de ella durante diez meses, entre 2011 y 2012, hasta que ella decidió finalizar la relación como consecuencia de situaciones de violencia psicológica y física ejercidas por Barbato, según surge del expediente judicial. Graciela hizo varias denuncias contra su ex, por amenazas. Como les suele suceder a tantas otras víctimas de ex parejas violentas, que no aceptan que la mujer los deje, esas denuncias no fueron tomadas por la Justicia con la gravedad que suelen tener. El caso es emblemático porque pone en primer plano la ineptitud de funcionarios judiciales para dictar medidas apropiadas que amparen a las víctimas de parejas o ex parejas violentas. Otra mujer de la misma ciudad, Tamara Bravo, también había denunciado a su ex pareja, quien terminó matándola delante de sus hijos de 4 y 8 años, el 10 de diciembre de 2012, apenas un mes antes del femicidio de Graciela.

Barbato llegó al juicio detenido, acusado de “homicidio doblemente agravado por alevosía y por la relación de convivencia que tuvieron”. Es decir, se lo encuadró como un femicidio íntimo. Fue el primer caso en el país en el que se imputó esa figura, después de la aprobación de la reforma que la incorporó al Código Penal a fines de 2012. El juicio oral y público continuará hoy y mañana, según está previsto. Para hoy fueron convocados a declarar los peritos que actuaron en el lugar del femicidio y los que realizaron la autopsia. Mañana se esperan testigos propuestos por la defensa.

–¿Cómo impactó la muerte de tu mamá en la familia? –le preguntó este diario a Carla.

–Modificó todo, todo. Desde lo cotidiano hasta desencadenar problemas de salud míos y de mis hermanos. Tengo que seguir conteniendo mucho a mis hijos porque en Olavarría los comentarios son de toda índole y llegan a sus oídos, incluso a través de sus compañeros, sobre todo comentarios morbosos sobre cómo fue encontrada mi mamá, que no los queremos conocer porque no hacen a la cuestión y quiero que recuerden a su abuela de otra manera. Trato de que no tengan odio ni resentimiento y busco que vean la posibilidad de que lo que pasó con la abuela sirva a nivel social.

–Ustedes habían percibido rasgos violentos en Barbato. ¿Puntualmente cuáles actitudes les hicieron ponerse en alerta?

–Vimos en el femicida rasgos violentos, por eso lo sacamos de la casa de mamá. Siempre tratamos de que durmiera acompañada por alguien de confianza y que no estuviera sola durante el día. Muchas veces mamá no nos contaba las cosas que él le hacía, porque la tenía amenazada con que nos iba a hacer algo a nosotros y a sus nietos, Me contó de una extorsión con fotos. Ahí fuimos otra vez a la Comisaría de la Mujer. Nunca cumplió la restricción de acercamiento que le impuso la Justicia. Insistimos para que no se acercara, pero lo hacía igual. Cada 90 días caía la denuncia. Y mamá la hacía de nuevo. Pero una de las últimas veces la tuvo que retirar al día siguiente porque la amenazó de nuevo con hacernos algo a nosotros, los hijos. Incluso adelante nuestro, hacía comentarios obscenos, la acosaba por el Facebook y por teléfono. También le pasaba notas escritas por debajo de la puerta con letras recortadas del papel de revistas, con amenazas, esto durante el día, y a la noche le dejaba una rosa dibujada con su puño y letra. La última denuncia la hizo con un abogado en el Tribunal de Familia Nº 1, porque ya mamá tenía mucho miedo, no sólo por ella sino por todos nosotros –contó la hija.

En esa oportunidad, Graciela denunció que Barbato no cumplía con la prohibición de acercamiento. Y le pidió a la jueza María Inés Germino que velara por su integridad física y moral. La jueza resolvió que se lo comunicaría a la fiscalía de turno. Pero nunca lo hizo.

–¿Qué pasó luego?

–Mi hermano estaba en Olavarría viviendo en la casa de mamá, de vacaciones con su novia. Por eso, pensamos que en esos días no la molestó. El día del femicidio mi hermano viajaba al sur de vacaciones. Barbato sabía que mamá se quedaba sola. Creo que tomamos todas las precauciones posibles, pero este hombre buscó el momento. Creo que él la hubiese buscado donde fuera. Llegamos a decirle a mamá que se mudara, pero no sé si hubiese sido la solución. Este hombre ya tenía denuncias previas por violencia de relaciones anteriores, pero nunca se cruzaron datos, ni se la interrogó en detalle a mamá de la situación. No se hizo una evaluación de riesgo –cuestionó Carla.

La investigación que llevó adelante el fiscal Martín Pizzolo –quien actuará en el juicio– estableció que en la madrugada del 13 de enero de 2013, Barbato se presentó en el domicilio de su ex pareja y le dio una feroz golpiza con un bate de béisbol y un caño galvanizado, lo que le provocó la muerte. Las pruebas que lo incriminan son varias: en su casa se encontró un caño galvanizado similar al que había en la escena del crimen –y que no pertenecía a Graciela– y una silla blanca de plástico con manchas de sangre compatibles con el perfil genético de su ex novia. Cuando la Justicia allanó, ese mismo día, la casa de Barbato, en el garaje, colgados de una soga, se encontraron una camisa y un pantalón sospechosamente lavados en la madrugada de ese domingo. Para el fiscal pudieron ser las prendas que vestía el acusado en el momento del crimen. Al pedir la elevación del caso a juicio oral y público, el fiscal Pizzolo tuvo en cuenta los antecedentes de violencia de género relatados por los familiares de Graciela.

Las hijas de Graciela se enteraron, luego de la muerte de su madre, de que Barbato tenía dos matrimonios anteriores con varios hijos. Según pudo investigar el fiscal, las relaciones que encaraba terminaban de manera conflictiva. Sus familiares declararon que era muy agresivo, sobre todo verbalmente. Enteradas del femicidio de Graciela, ambas ex esposas se acercaron a Carla, María y Mariano para ayudarlos y acompañarlos. Contaron que ellas también habían sufrido violencia de parte de Barbato. La primera ex esposa y una de sus hijas se sumaron incluso a la segunda marcha organizada por la familia de Graciela.

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“Siento la obligación de hacer algo para que esto ayude a otra gente”, afirmó su hija.
 
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