SOCIEDAD › EL COPILOTO ESTRELLO EL AVION EN LOS ALPES DE MANERA DELIBERADA

La tragedia de los Alpes, con la explicación menos pensada

El hombre, un alemán de 28 años formado en la escuela de Lufthansa, aprovechó una salida del piloto de la cabina para encerrarse en ella y embestir el avión de forma intencional. No se sabe por qué lo hizo, pero descartan que se trate de un acto terrorista.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

El vuelo GWI9525 de Germanwings tiene un misterio menos. Todos los interrogantes que se plantearon los especialistas de la aviación desembocaron en una respuesta impensable: el avión que se estrelló en los Altos Alpes franceses con 150 personas a bordo no cayó a consecuencia de un accidente, sino que se trató de un crimen. Andreas Lubitz, el copiloto de 28 años formado en la escuela de Lufthansa, precipitó el aparato a tierra. A lo largo de un relato escalofriante y denso, Brice Robin, el fiscal de Marsella encargado de la investigación, resumió el primer misterio: “La acción del copiloto puede interpretarse como una voluntad de destruir el avión”. El segundo queda intacto: ¿por qué? Lufthansa, la propietaria de la aerolínea de bajo costo Germanwings, dijo que no tenía ni el más mínimo indicio “de las motivaciones del copiloto”. El prolongado descenso durante 9 minutos, la no activación de una alerta de emergencia y la ausencia de respuestas de los pilotos a los reiterados llamados de los controladores aéreos no fueron producto de un incidente técnico o de un acto terrorista, sino de la acción deliberada de Andreas Lubitz. El copiloto precipitó el avión al suelo mientras el piloto, Patrick S, intentaba entrar sin éxito en la cabina de donde había salido.

La puerta blindada de la cabina de la tripulación, impuesta luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, se convirtió en una medida de seguridad mortal. El vuelo se inició según condiciones “normales en un vuelo normal, sin nada extraordinario”. La grabación de las conversaciones entre los pilotos recuperada en la primera caja negra (VCR cockpit voice recorder) revela que el piloto salió en un momento de la cabina y que luego no pudo volver a ingresar. El fiscal de Marsella explicó que “se escuchan varias llamadas del comandante de a bordo a través del interfono para entrar en la cabina. No hay respuesta del copiloto. En un momento, el comandante llegó hasta golpear la puerta. Se escuchan golpes para derribar la puerta blindada”.

Brice Robin aclaró que “en todo momento se escucha el ruido de una respiración humana en la cabina, hasta el impacto. Ello prueba que el piloto está vivo en la cabina. Su respiración es normal, no como la de una persona que sufrió un infarto”.

El misterio de la conducta del copiloto es, por ahora, tan dramático como denso. Joven, alemán, sin antecedente alguno. El relato que ofreció el fiscal de Marsella es plano, hasta el momento en que se produce una ruptura: “Durante los 20 primeros minutos de vuelo, los dos pilotos conversan de forma animada, incluso cortés. Luego se oye al comandante de a bordo preparar el briefing para el aterrizaje en Dü-sseldorf”. La banda sonora revela aquí un cambio de tono. Lo que era “cortés” y “animado” cambia de dimensión. El copiloto responde entonces de manera “lacónica”, ya no se trata más de “un diálogo verdadero, de un intercambio. Hay respuestas breves”. Después, “el comandante le pide al copiloto que se haga cargo de los comandos. Se oye el ruido de un asiento que retrocede y una puerta que se cierra. Visiblemente, el comandante salió para satisfacer una necesidad natural. En ese momento, el copiloto está solo con los controles”.

A partir de allí, todo se precipita. Andreas Lubitz manipuló el “flight monitoring system”, es decir, el dispositivo que acciona el descenso del aparato. El comandante se quedó sin poder volver a la cabina: “El copiloto, mediante una acción voluntaria, rehusó abrir la puerta de la cabina al comandante y accionó el botón que desencadena la pérdida de altitud”. No existe posibilidad de que este gesto haya sido producto de un accidente. El fiscal precisó que hacen falta varios movimientos para que ese mecanismo entre en función.

Le siguieron cerca de nueve minutos de descenso a 700 kilómetros por hora, en medio de los golpes en la puerta del comandante y los llamados de la torre de control, hasta la activación de la alarma automática “Terrain, Terrain”, que advierte sobre la inminente cercanía del suelo. En ese modelo del Airbus A320, la puerta se bloquea desde el interior y no hay forma de abrirla desde afuera. El relato de Brice Robin hiela la sangre. Todo es audible, hasta el último segundo: “Justo antes del impacto final se escucha el ruido de un primer impacto contra un terraplén”. La muerte de los pasajeros fue “instantánea. Sólo al final, en los últimos minutos, se escuchan los gritos de los pasajeros”.

En el pasado del copiloto no hay, por ahora, ninguna traza capaz de explicar un gesto semejante. Matarse a sí mismo y conducir a la muerte a 150 inocentes no es común. Aunque no sea frecuente, el suicidio de un piloto no es nuevo. En el último cuarto de siglo se produjeron unos seis casos similares. El más controvertido atañe al vuelo de un Boeing 767 de Egypt Air. El aparato se estrelló el 31 de octubre de 1999 poco después de haber despegado de Nueva York con 217 personas a bordo. La NTSB (National Transportation Safety Board), la agencia norteamericana para la seguridad en los transportes, concluyó su investigación con la tesis del suicidio, un argumento rechazado por Egipto. Hay semejanzas entre los dos dramas: en ambos, el copiloto estaba solo en la cabina cuando el avión se precipitó a tierra. La misma pista sobre el suicidio del piloto constituye una de los hipótesis principales para explicar la irresuelta desaparición, en marzo de 2014, del vuelo MH370 de Malasia Airlines (239 personas a bordo). En ese vuelo, los sistemas de comunicación fueron desactivados deliberadamente y el avión cambió de rumbo. La catástrofe francesa parece inscribirse en la misma factura. La tragedia del vuelo GWI9525 de Germanwings contiene una casi solución tan dramática como fuera de toda conjetura racional. Desde ya, la Secretaría de Transportes de Francia llegó a una conclusión colateral inevitable: el drama conducirá a que se cambien “algunas prácticas”. Varias compañías ya empezaron a hacerlo. Las reglamentaciones aéreas no imponen la presencia de un miembro de la tripulación cuando uno de los pilotos abandona la cabina. Un portavoz de la EASA, European Aviation Safety Agency, explicó que la reglamentación prevé “solamente que los pilotos deben permanecer en la cabina a lo largo del vuelo, salvo caso de fuerza mayor”. Las compañías EasyJet, Norwegian Air et Icelandair anunciaron un cambio en los procedimientos y la consiguiente obligación de que haya dos personas de manera permanente en la cabina. Las investigaciones se trasladaron ahora a Alemania. Sólo allí, en la vida y en el entorno de Andreas Lubitz, está la última respuesta.

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En el pasado del copiloto Andreas Lubitz no hay, por ahora, ninguna traza capaz de explicar una acción semejante.
 
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