SOCIEDAD › ES EL PRIMER PAIS EN APROBAR EL MATRIMONIO IGUALITARIO POR PLEBISCITO POPULAR

La segunda revolución irlandesa

A punto de cumplir un siglo de su revolución política, hizo una social aprobando la iniciativa por dos tercios de los votos y con el apoyo del gobierno. Silencio de la Iglesia.

Uno de los países más conservadores en lo social acaba de sorprender al mundo al convertirse en el primer país en aprobar el matrimonio igualitario en un plebiscito. El voto en Irlanda fue, además, claro y abrumador, con dos tercios del electorado a favor y apenas un tercio en contra. El conteo fue seguido con pasión por todos los medios y por mucha gente que festejaba en pubs y en lugares públicos ante pantallas gigantes.

Los resultados quedaron en claro apenas dos horas después del cierre de las urnas. Los finales dieron un 62,1 por ciento por el Sí y un 37,9 por el No, y fue entonces que el director del movimiento por el matrimonio tradicional, David Quinn, felicitó públicamente a sus oponentes: “Felicidades, bien hecho. Obviamente hay una cierta decepción, pero también veo el resultado con bastante filosofía”.

Las encuestas anunciaban un resultado positivo para el Sí, pero ajustado. Y también se recordaba que los irlandeses habían rechazado el divorcio por plebiscito una vez, y lo habían terminado aprobando por un estrecho margen años después, con lo que la cuestión no estaba asegurada. El instinto conservador de la isla ya había demorado la despenalización de la homosexualidad, que siguió siendo un delito punible hasta la década del noventa. Recién en 2011 y tras duros debates se habían permitido uniones civiles entre gays y lesbianas, pero sin equiparamiento con el matrimonio ni en derechos ni en protección a la familia.

El cambio de mentalidad en el país se pudo ver en las escenas de festejo ante la pantalla colocada frente al Castillo de Dublín, hoy un museo pero por siglos el centro del poder político en Irlanda. Entre otros, estaba el senador David Norris, una de las figuras clave en la despenalización de la homosexualidad, que dijo que “creo que al final del día las personas gay serán iguales en este país. Creo que es maravilloso”. Y agregó, con melancolía, que “es un poco tarde para mí. Pasé tanto tiempo empujando el barco que me olvidé de subir y ahora ya salió del puerto, está en altamar. Pero es muy agradable verlo”. Norris se presentó en 1988 ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y logró que se reformara en 1993 la ley que prohibía la homosexualidad.

Esta vez, el Sí tuvo el apoyo explícito de lo más alto del poder político. El premier Enda Kenny hizo campaña y destacó que el padrón nacional se amplió en 60.000 jóvenes, que se inscribieron especialmente para poder votar. También fue notoria la llegada de emigrantes que visitaron su país para poder votar por el Sí. El ministro de Salud, Leo Varadkar, que hizo pública su homosexualidad en enero, dijo que “éste es un gran día para Irlanda. Para mí personalmente esto no es sólo un referéndum, sino una revolución social”. El ministro de Justicia, Frances Fitzgerald, señaló que Irlanda “envía un gran mensaje al mundo” y anunció que el cambio será legalizado antes de septiembre.

El gran protagonista de la campaña por el No, la Iglesia Católica, fue reticente en sus críticas. El arzobispo de Dublín, Diarmuid Martin, se conformó con decir que “ahora hay que revisar la realidad”. De hecho, el plebiscito es también un síntoma de la abismal pérdida de influencia de la institución en un país que en los años veinte hasta mandó su constitución al Vaticano para que fuera aprobada por el papa antes de votarla. Tras tener el casi monopolio de la educación, una inmensa influencia en los medios y el control de todos los servicios sociales, la Iglesia fue golpeada por muy duros escándalos sexuales, de violencia y corrupción en los últimos años.

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Festejos en las calles de Dublín al conocerse el resultado de la votación.
Imagen: AFP
 
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