SOCIEDAD › UNA TESTIGO PROTEGIDA INVOLUCRA AL EMBAJADOR DOMINICANO EN UN ESCANDALO

“Siempre le pasaban las chicas a él primero”

La investigación sobre el tráfico de dominicanas a la Argentina avanzó con la declaración de varias testigos protegidas. Una de ellas contó que fue “entregada” al embajador apenas llegó y que otras chicas corrieron igual suerte.

 Por Mariana Carbajal

“Siempre que venían chicas nuevas, se las pasaban a él primero.” El, en este caso, es el embajador de la República Dominicana en Argentina, Cirilo Castellanos, y quien lo dice, una mujer dominicana que declaró –con identidad reservada– en la fiscalía Nº 32, donde se investiga la presunta existencia de una red de trata de blancas entre Santo Domingo y Buenos Aires con probables vínculos con la sede diplomática. La muchacha, de 25 años, aseguró que ella misma fue “entregada” al diplomático a poco de llegar y para dar evidencias de la veracidad de sus palabras describió cicatrices que –aseguró– le vio al embajador en lugares habitualmente cubiertos por ropa y dibujó un croquis del departamento donde ocurrieron los encuentros. La joven nunca antes había trabajado como prostituta, afirmó. “Fue la primera vez”, contó después con lágrimas en los ojos. Ella y otras cinco víctimas del tráfico –entre ellas, un varón– declararon el viernes en la oficina local de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que acaba de tomar cartas en el asunto para investigar y, además, abrió un listado para colaborar en la repatriación de dominicanos (ver aparte).
A Miranda le prometieron un trabajo como mucama, pero al llegar descubrió que la habían engañado, una historia similar a la de miles de dominicanas –se calculan, más de 5000– traficadas al país en los últimos años. Miranda, en realidad, es un nombre ficticio. La muchacha tiene protección de la Oficina de Asistencia a la Víctima del Delito, de la Procuración General de la Nación, debido a que declaró bajo identidad reservada y teme por su vida. Su testimonio se sumó el jueves 30 a la causa abierta en diciembre en la fiscalía Nº 32, en la que se investiga a la dominicana Máxima Pérez Matos por “amenazas de muerte” y “facilitación de la prostitución”. Media docena de dominicanas que también declararon con identidad reservada señalaron a Pérez Matos como parte de una de las redes de trata de blancas que operó en los últimos años en el país. Según los testimonios, la mujer actuaba bajo la pantalla de la Asociación Mutual para Residentes Dominicanos en la Argentina, que funcionaba bajo su dirección; además, regenteaba dos pensiones en el barrio porteño de Boedo a las que eran trasladadas las mujeres traficadas y presidía la seccional local del Partido Revolucionario Dominicano, actualmente en el poder en la isla caribeña.
A una de esas pensiones, la que funcionaba en Carlos Calvo y Boedo, se dirigió Miranda cuando el 13 de febrero de 2000, con 23 años y muchas ilusiones, aterrizó en Ezeiza. Había dejado en Santo Domingo a sus cuatro hijos, de 7, 5, 4 y 2. Recordar las primeras horas en Buenos Aires le nubla la vista. Nada resultó como le habían prometido “cuando Joselito, cuñado de Máxima” le hizo hipotecar su casa con unos usureros en 30.000 pesos dominicanos (unos 2300 dólares) para traerla a la Argentina. Con un sueldo como mucama de 500 dólares –ese fue el trato que nunca se cumplió– podría saldar la deuda en pocos meses y después vendrían los ahorros para mejorar el futuro de su familia.
De aquel sueño, Miranda despertó abruptamente. A los pocos días de llegar, Máxima le contó los planes que tenía para ella. “Me dijo: ‘Bueno, ponete las pilas, que tú te vas con las chicas para que te enseñen a laburar en la calle’.” Miranda no lo podía creer. “Yo no vine a esto, yo vine a trabajar en una casa de familia y me van a pagar 500 pesos”, le respondió. Pero Máxima insistió: “Me dijo: ‘Si querés ganar plata tenés que salir a la calle y rebuscártela como las otras chicas’”.
Miranda nunca se había dedicado a la prostitución. Pero Máxima, según aseguró la muchacha en la fiscalía Nº 32 y repitió ante este diario, la entregó al embajador para que tuviera sexo con él al poco tiempo de pisar suelo argentino.
“Un día Máxima me vino a buscar a la pensión y me llevó a la embajada. Estuve ahí la mañana entera, me presentó al embajador y después me mandó en un taxi de vuelta a la pensión de Carlos Calvo. Ese día no pasó nada.Pero después, como a los dos días, me llamó por teléfono y me dijo que fuera para su oficina en un taxi. Me dictó la dirección y me fui”, recordó Miranda. La dirección, afirma, era Sarmiento 4075 8º D, cuyo teléfono en las Páginas Doradas estuvo registrado hasta los primeros meses de este año a nombre de Máxima Pérez Matos, según pudo comprobar Página/12. Allí funcionó durante un tiempo la mutual. Aparentemente, cuando en marzo estalló en Dominicana el escándalo por las noticias que revelaron el tráfico de mujeres, el teléfono fue dado de baja y ahora está asignado a otro domicilio.
Al llegar al departamento de la calle Sarmiento, Miranda encontró que en la parte de adelante funcionaba la oficina de Máxima y atrás había otra habitación, con un sofá cama. “Máxima me dice: ‘Pasa para allá atrás’. Cuando voy estaba el embajador”, contó la joven mulata.
–¿El embajador Cirilo Castellanos? –le preguntó este diario.
–Sí, el embajador Cirilo Castellanos.
–¿Podría describirlo?
–Es un hombre bajito, blanco, ya mayor, canoso. Siempre que lo vi estaba de traje.
En su declaración en la fiscalía, Miranda dio, además, detalles de una cicatriz que dijo haberle visto a Castellanos en el abdomen.
–Yo entré. Estaba él ahí y me dijo que se quería acostar conmigo. Me acosté con él. Ese día me pagó 100 pesos, pero Máxima me los sacó.
–¿Ya habías salido a trabajar a la calle?
–No, fue la primera vez ... Después (el embajador) siguió llamando. Porque él se comunicaba a la pensión y pedía que le manden tal chica. La segunda vez que me llamó, fui nuevamente a la misma oficina. Ese día estaba Máxima, él, y llegó Isabel, porque él la pidió a ella también. Ese día quería dos chicas. Cuando entramos a la habitación, él quería que.... que tuviéramos relaciones nosotras dos, aparte de hacerle cosas a él también. Yo dije que no, que no podía hacer eso con una chica. De todo lo que puede hacerse entre un hombre y una mujer.
Miranda se resistió y salió de la habitación; Máxima la interceptó y trató de convencerla, según recordó la joven: “Andá que Isabel te enseña. ¡Gánate tu chelito, ganate tu chelito!”, aseguró que le dijo Máxima, usando una típica palabra caribeña para referirse al dinero. Pero Miranda no aceptó y se fue.
–¿En otras oportunidades te llamó el embajador?
–Sí, tres o cuatro veces más. Todas el año pasado.
–¿Máxima le mandó otras chicas?
–Siempre que vienen chicas nuevas, se la pasan a él primero –aseguró.
Durante su declaración en la fiscalía Nº 32, Miranda hizo hasta un croquis del departamento, donde –afirmó– mantuvo contactos con el embajador. Su testimonio se agregó al expediente en el que ya declararon media docena de dominicanas con identidad reservada y que como ella están bajo la protección de la Oficina de Asistencia a la Víctima del Delito, de la Procuración.
Como les ocurrió a tantas otras compatriotas suyas, Miranda decidió quedarse en el país a pesar del engaño y la lejanía de sus hijos para juntar dinero y levantar la hipoteca de su casa, con la ventaja del cambio monetario. En diciembre esa posibilidad se desmoronó. Tuvo suerte y una conocida le consiguió un trabajo de empleada doméstica. Salvo los encuentros con el diplomático, dice que no ejerció en otras oportunidades la prostitución. Ahora, como tantas compatriotas suyas, quiere regresar a Santo Domingo para reencontrarse con su familia. Está desesperada por volver. La sola idea de ver a sus chicos la hace llorar. “A mi hijo más chiquito lo cuida mi hermana, pero los tres más grandes los tiene el papá y no sé dónde están. Hace un año y tres meses que no sé nada de ellos, porque el padre se los llevó a una provincia del interior del país, luego volvió, y se volvió a ir.” Y les perdió el rastro.

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Dos de las mujeres que declararon ante la fiscalía Nº 32 como testigos protegidas.
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