SOCIEDAD › LA MASONERIA EN LA ARGENTINA, EN MEDIO DE LA POLEMICA POR “EL CODIGO DA VINCI”

Grandes hermanos

Caballeros Templarios, logias, secretos. La película sobre el libro de Dan Brown reavivó el misterio en torno de los masones. Hubo algunos que se sentaron al debate con representantes de la Iglesia Católica. Hubo otros que protestaron en el anonimato. Quiénes son, qué hacen y a qué se dedica la masonería en la Argentina.

 Por Horacio Cecchi

Parecen ser lo que no son y parecen querer ser lo que jamás querrían. Los masones parecen una sociedad secreta, pero conforman una asociación civil pública, tanto que tiene personería jurídica. Y pretenden ser igualitarios aunque si sos masón mejor y si sos varón, ni qué hablar. Así de crípticos y secretos, como de públicos y en boca de todos. Después del agitado paso de la novela y película El Código Da Vinci y su orden de Caballeros Templarios, la pregunta viene a cuento: ¿y los masones, quiénes son? ¿Qué hacen? ¿A qué se dedican? ¿Por qué son secretos? ¿Por qué dicen que no lo son? “Para hacer la nota tiene que hablar con el Gran Secretario”, respondió al teléfono la secretaria hermana Equis Equis. “Para hacer la nota tiene que hablar con el Gran Maestre” –dijo el Gran Secretario de la Gran Logia Luis Acebal, después de que la secretaria hermana le pasara el teléfono–. “Pero el Gran Maestre (Sergio Nunes) está ocupado y cuando se desocupe debe viajar.” Y el Gran Maestre viajó o aún no se desocupó y si el G. M. no lo autoriza...

“Lo que dijo la película sobre los Templarios está todo mal. Son patrañas”, dijo un hermano maestro que prefirió permanecer en el anonimato, después de que la secretaria hermana Equis Equis pasara la comunicación pero antes de que atendiera el G. S. Acebal. “La Orden de los Caballeros Templarios es una logia masónica, y lo que dijo la película es tal cual la realidad”, confió otro masón que también prefirió mantenerse en el anonimato. De los extremos posibles, de una respuesta a la otra, un mundo de posibilidades. Y todos bajo el mismo nombre: masonería.

Aprendiz grado 1º

“El fin último de los masones son la libertad, la igualdad y la fraternidad”, recitan casi en protocolo su casete todos y cada uno de los masones. Supuestos porque difícilmente lo acepten en público, o silenciosos, porque cuando lo aceptan jamás se los oirá hablar sobre la masonería, salvo que “el Gran Maestre lo autorice”.

–¿Hablo con la casa de los masones?

–La Gran Logia de la Argentina de Aceptados y Masones –dijo la telefonista de la casa de la G.L.A.A.M.–. ¿Qué desea?

–Hacer una nota sobre los masones.

–Para eso va a tener que hablar con el Gran Secretario. En este momento está ocupado. Déjeme su teléfono que lo vamos a llamar.

Compañero grado 2º

Qué es la Gran Logia Argentina. Desde la perspectiva de un lego en la materia, cuatro de la tarde de un día cualquiera laborable. “Para entrar tenés que pasar por tres aplomes”, dice el maestro anónimo y masón, sentado en un bar del barrio de Flores. “Aplomes son entrevistas –aclara después de ver que el rostro de su interlocutor parece querer descifrar sánscrito–. Son tres aplomes y en cada uno se juega una cosa diferente.”

No queda claro. Cómo es que uno llega a conectarse, porque si todos son anónimos - ocultos, cómo se hace para llenar el formulario de ingreso. Después se irá comprendiendo que los masones no son ni tan ocultos, ni tan anónimos como el mito y la superstición popular dice que son; ni tan públicos ni tan abiertos como un periodista quisiera que lo fueran.

“Yo me fui conectando –dice el maestro anónimo y masón, comprendiendo que la incógnita no se despejaba– porque tengo un pariente masón y él me conectó. Pero hay otros que se pueden conectar por sus actividades. Una charla, una serie de encuentros de cualquier tema organizado por masones pero sin aparecer como tales. Los últimos años la Gran Logia decidió abrirse a la sociedad y diferenciarse de lo que es ser una logia secreta para pasar a ser una logia discreta.”

Maestro grado 3º

–Hola, sí, habla el Gran Secretario. ¿Qué es lo que necesita?

–Hacer una nota sobre los masones...

–Para eso va a tener que dar la autorización el Gran Maestre, y ahora está ocupado...

–¿Espero o vuelvo a llamar...?

–Yo me encargo. Le pregunto y seguro que no va a haber ningún problema. Pero ahora no lo puedo interrumpir. Le pregunto cuando termine. Llámeme mañana a la mañana y le damos la entrevista a las 19. Le doy mi celular.

Maestro secreto grado 4º

Como en todo grupo humano, en la masonería hay diferencias internas: muchos dicen que la masonería empezó en Egipto arcaico, otros que fue en torno del gran Salomón, o que fue la orden de los Templarios, la de los Rosacruces, que los fenicios la trasladaron por todo el Mediterráneo, que fue Pitágoras quien creó la orden de Crotona y que emigraron más tarde a Francia y de allí, siglos después, sus descendientes viajaban a Inglaterra.

Santísimo triángulo. Digan lo que digan, que por algo los masones se imprimen el don de la tolerancia (los acólitos del defenestrado Patti no deberían pasar el examen), en el seno masónico coexisten tantas versiones como se pueda fundamentar, pero el origen oficial y más consensuado es el que dice que nacieron del gremio de los constructores. La palabra masonería deriva del francés maçon, albañil. En la Edad Media, los obreros de la construcción, que levantaban los grandes castillos y catedrales, estaban obligados a vivir en comunidades bastante sufridas. Como protección y ayuda mutua trasmitían sus artes y conocimientos a compañeros de confianza a través de códigos y símbolos sólo comprensibles por ellos. Esas asociaciones se denominaron hutten, en alemán, logias. Debían responder a cartas constitucionales y ordenanzas, y al entrar juraban ante ellas no revelar jamás esos conocimientos.

“Aunque se hable de igualdad, no es igual para todos –describe el maestro masón anónimo, en el bar de Flores–. Para entrar, lo más fácil es que seas pariente de otro masón, porque necesitás un maestro que te presente. Si no tenés un maestro pariente, todo es más difícil. En los tres aplomes te exprimen como si fueras una naranja. Y si no venís del lado que les interesa, te rebotan.”

El primer aplome es una reunión en un lugar específico donde el maestro presenta al aspirante la logia y todas sus características. El segundo es al revés, y el aspirante es el que dice por qué pretende entrar, y dice todo lo que es él. “En la tercera te dan la ficha o te rebotan. Que te den la ficha quiere decir que te dicen quién pasás a ser desde ese momento, qué se espera de vos, te dan tu nueva personalidad con un nombre simbólico que no podés revelar a nadie pero que es con el que te conocen adentro. Viene entonces el rito iniciático. Ese rito varía según el distrito de la logia, o sea, de la Gran Logia que depende, como en el cristianismo está la iglesia católica romana, la ortodoxa griega, la evangélica.”

El rito de iniciación es para los masones la representación de la muerte del que se era y el nacimiento de una nueva persona asociada a la nueva manera de pensar, vivir y hablar: “No es como se imagina la gente que la iniciación es una orgía ni nada de eso, que te vendan los ojos, te fumás un porro y tocás una teta, pero puede haber algo de eso”.

El lugar del ritual es una habitación de paredes negras o cubiertas de telas oscuras cubiertas de simbología a la que son tan afectos los masones: esqueletos, calaveras, guadaña, relojes de arena, gallos. Como únicos muebles, una mesa y una banqueta, un trozo de pan y una jarra con agua. El aspirante se debe despojar del vil metal, lo que sea que lleve encima, simbolizando que se quita lo que brilla engañosamente.

Maestro de los doce grado 11º

Cuando se entra la idea es no salir. Al menos, la obediencia férrea y vertical parecen indicarlo. “Por favor no menciones mi nombre”, dijo el maestro masón anónimo en el bar de Flores. ¿Por qué? “El juramento masón es no revelar nada sobre la masonería. Todo lo que se pueda decir lo dice el Gran Maestre. Cualquiera puede decir de sí mismo que es masón, pero no puede revelar a sus hermanos masones.” ¿Qué pasa si no se cumple y alguien revela esos secretos? “Cualquiera puede hablar sobre la masonería pero no como masón. Yo no puedo decir soy masón y la masonería es así. Si yo cuento cómo es, no soy masón y la masonería no me va a reconocer como tal. Si rompo el secreto, pierdo los derechos de todo masón.”

¿Cuáles son esos derechos? El maestro masón anónimo no respondió. Giró la cabeza, alguien había entrado al bar y por un segundo enmudeció. Luego volteó de frente. Quizás el giro de cabeza fue sólo un impulso de su curiosidad; quizás, además de masón alguien lo siga por algún otro motivo más mundano. Es posible, pero siendo masón el misterio es su apellido.

El maestro masón anónimo, de todos modos, niega que se priorice el secreto. “Desde hace unos años que la Gran Logia está decidida a abrirse a la sociedad. Reconozco que no es algo abierto, pero es pública, es como una asociación cualquiera, tiene presidente, que es el Gran Maestro; tiene vicepresidente, tiene tesorero, secretario. Las autoridades son electivas y se cambian cada cuatro años. Son elegidas en una asamblea en la que están representadas todas las logias que integran la Gran Logia.”

Claro, el maestro masón anónimo aceptó que una asociación cualquiera no anda repartiendo sus miembros aquí y allá y no se relaciona como se relaciona a la masonería con la idea de inserción en el poder. Lo que puede ser tan cierto como falso. Masones fueron San Martín y Belgrano, Moreno y Bolívar, Miranda pero también Washington, Sarmiento y Mitre, pero también Alfredo Palacios y el sufrido Alfredo Bravo, pero también el execrable Massera, Licio Gelli y los contactos con la logia más explosiva del mundo, la P-Due. Como algunos vinculan a la logia de los Rosacruces, habría que agregar al poderoso sargento de policía López Rega.

En el poder y en la lucha contra el poder, masones hubo por doquier. “Yrigoyen fue el último presidente que tuvo la masonería en Argentina –reconoce otro maestro masón anónimo–. Pero no es que está usando el cargo público para sacar provecho para la masonería. Ellos en ese momento pasan a ensueño. A ensueño –repite–, o sea el ser masón pasa a un estado de latencia. Sigue siendo masón pero no lo ejerce porque se contradice con el cargo que ejerce, está en suspenso y cuando deja el cargo, vuelve. Claro que a veces no se cumple. Como a veces no se cumple tampoco el juramento de jamás agredir a un hermano masón. Pinochet era masón hasta que lo expulsaron porque dio el salvaje golpe que además terminó con la vida de otro masón, Allende. Massera fue expulsado por el golpe y por lo que fue la dictadura y cómo se persiguió a muchos masones. Esa expulsión dicen que está en un acta que dicen que existe, pero que nunca muestran. Es muy discutido por adentro lo que quiere decir la igualdad y la fraternidad. Yo no me explico si no lo que pasó el 24 de marzo pasado. No hubo ni una sola carta dirigida a aborrecer el golpe. Si los masones estamos con la idea de liberar al hombre, no se puede ser neutral en esto.”

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Imagen: Rafael Yohai
 

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