SOCIEDAD › LA PRENSA Y LA DEMONIZACION DE LA REGION

Triple frontera, el mito de la tierra sin ley

Una investigación realizada por dos sociólogas indaga en la construcción de esa zona limítrofe como una base de operaciones del terrorismo islámico. “El discurso de los medios norteamericanos se impuso a los que denuncian un intento de apropiación de los recursos naturales”, dicen.

 Por Mariana Carbajal

La Triple Frontera, esa zona en la que se tocan Argentina, Brasil y Paraguay, está teñida de sospechas. Pero no siempre fue así. En realidad, Puerto Iguazú, Foz de Iguaçú y Ciudad de Este dejaron de ser tres ciudades limítrofes para convertirse en una región “peligrosa” con nombre propio, con mayúsculas, hace pocos años. Dos sociólogas, investigadoras del Conicet, se propusieron hurgar cuándo y cómo se produjo ese cambio. En esta entrevista con Página/12, una de ellas, Verónica Giménez Béliveau, revela el papel de la prensa norteamericana en la construcción de la demonización de la región. “A partir del 2001 se unen circunstancias locales, como la existencia de una comunidad árabe desde los años setenta, con eventos distantes como los atentados al World Trade Center de Nueva York. Y la Triple Frontera comienza a ser caracterizada como un área con atributos propios, una ‘tierra sin ley’ que escapa a los controles estatales, y se convierte en metáfora de las ‘zonas grises’ y de los espacios amenazantes de la nueva descripción del mundo como un área de riesgo global”, comenta Giménez Béliveau.

La investigación acaba de publicarse bajo el título La Triple Frontera: Globalización y construcción social de espacio (Miño y Dávila Editores). La otra autora es Silvina Montenegro. Les llevó dos años el estudio: primero se abocaron a la revisión de los artículos sobre el tema publicados en los periódicos norteamericanos, entre otros, The Washington Times, Washington Post y New York Times y algunas revistas especializadas como Military Review. Y también el abordaje que hizo la prensa local sobre la llamada Triple Frontera. En una segunda etapa, realizaron un trabajo de campo en las tres ciudades, adonde viajaron en varias oportunidades para entrevistar a integrantes de las diversas comunidades religiosas que conviven en la zona.

–¿Cuándo empieza a aparecer la Triple Frontera en la agenda mediática?

–Algunos diarios nacionales empiezan a hablar de la Triple Frontera a partir de los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA, en 1992 y en 1994, pero con un encuadre diferente al que se le daría después. Antes de 2001 se la veía como una especie de base de operaciones relacionada con el conflicto árabe-israelí y no vinculada con Al Qaida. Y se la nombraba como la zona de convergencia de los tres países o la frontera tripartita.

–¿Cuándo se produce el cambio y se la empieza a visualizar como zona de influencia del terrorismo árabe?

–Hay un giro después de 2001 en cómo se trata a la Triple Frontera. A partir de ese año empieza a ser noticiada en un marco completamente diferente: el de las zonas grises de la nueva descripción del mundo como un área de riesgo global, donde también se incluye a la frontera entre Afganistán y Pakistán y otra triple frontera del norte entre Colombia, Brasil y Perú. En esos lugares también hay sospechas de guerrillas y de otros movimientos. La Triple Frontera es dibujada por la prensa norteamericana como una zona sin control de los Estados, donde además hay una comunidad árabe. Entonces, hay una unión entre circunstancias locales –la existencia de esa comunidad árabe desde los años setenta– con eventos distantes como son los atentados al World Trade Center de Nueva York, y luego a los subtes de Londres o a la estación Atocha en Madrid. Es decir, se crea un triángulo entre identidad étnica, adscripción religiosa y actividad delictiva: árabes, musulmanes y terroristas, todo está en la Triple Frontera. Los medios argentinos retoman esta idea de la prensa norteamericana de que es una zona donde podría eventualmente haber células dormidas de Al Qaida y esa visión va virando hacia la existencia de células financieras. Lo que es interesante ver es que para los medios la Triple Frontera funciona como una metáfora para hablar hacia adentro de cada uno de los países.

–¿En qué sentido?

–Hacia adentro de los Estados Unidos, la Triple Frontera es construida como otro de los espacios de riesgo en este nuevo mundo dominado por la lógica del terrorismo global. Hacia adentro de la Argentina, a algunos diarios les sirve para hacer un fuerte discurso con la idea de la necesidad de controlar más efectivamente esta frontera. Los gobiernos de Menem y De la Rúa tuvieron una actitud vigilante con respecto a la zona. De hecho, si uno pasa de Puerto Iguazú hacia Foz de Iguaçú y hacia Ciudad del Este, del lado argentino es en el único en que se controlan con scanners pasaportes y cédulas. Del lado brasileño y paraguayo eso no sucede.

–¿Qué diferencia observaron entre la construcción que hacen los medios y la visión que obtuvieron ustedes de la zona?

–Nos encontramos con que el espacio de la Triple Frontera es una zona muy diversa. Lo que hacen los medios es uniformarla. La población es de unas 500 mil personas que se dividen unas 300 mil del lado brasileño, en Foz de Iguaçú, unas 150 mil del lado paraguayo en Ciudad del Este y 30 mil en Puerto Iguazú, que es la ciudad que aparece como más alejada de esta dinámica. En realidad, podríamos decir que lo que los medios han caracterizado como Triple Frontera es la unión entre Foz de Iguaçú y Ciudad del Este. En ese espacio urbano separado por un puente y un río vive una comunidad árabe de alrededor de 18 mil personas, una comunidad proveniente de Oriente, que son chinos y coreanos de unas cinco mil personas, un grupo de hindúes y otros de guaraníes. Las comunidades étnicas llegan ahí básicamente atraídas por la posibilidad de ejercer el comercio por las políticas fiscales de Ciudad del Este. Es un comercio que es legal e ilegal. Hay contrabando hormiga tanto como, sospechamos, a mayor escala. Puerto Iguazú es una ciudad chica del interior de Argentina, que no tiene la diversidad cultural y de comunidades que hay entre Foz de Iguaçú y Ciudad del Este. La mayoría de los actores entrevistados en la zona opone una fuerte reacción a la idea de que la Triple Frontera sería una zona sin control del Estado, con actividades terroristas, como la construyen los medios norteamericanos.

–¿Cuál es la visión que ustedes tienen de la zona?

–La zona se nos aparece como un espacio abierto a todo tipo de construcciones. Es interesante ver cómo hay una lucha para definir qué es la zona. Esa lucha se percibe al hablar con la gente, al recorrer. Me acuerdo de que en algún momento habían dicho que Bin Laden había estado en las Cataratas del Iguazú porque encontraron en una cabaña de Afganistán una foto de ese lugar turístico, en un hotel de Foz de Iguaçú, que retomó la idea y dijo: “Si Bin Laden estuvo aquí es porque vale la pena”. Esta anécdota sirve como ejemplo para mostrar cómo hay esa permanente disputa con respecto a decir qué es y qué no es la Triple Frontera. Por ejemplo, los grupos encabezados por la Iglesia Católica y la mayoría de las iglesias protestantes históricas han dado vuelta el argumento y sostienen que la idea de la Triple Frontera asociada al peligro está construida por las grandes potencias como Estados Unidos para sembrar la sospecha sobre la zona y apropiarse de sus recursos naturales.

–¿La idea de que vienen por el agua?

–Sí, ése es el discurso de algunos medios alternativos de comunicación, que empiezan a decir que habría intentos de Estados Unidos de establecer una base militar, que busca lograr la inmunidad diplomática para sus soldados. Entonces dicen: ¿Para qué quieren instalarse aquí? Para apropiarse básicamente del agua y de la biodiversidad.

–Para algunos ese es un mito...

–Los mitos son sumamente efectivos porque generan políticas. Nosotros no decimos que es un mito sino que es un discurso. En la medida en que estos grupos logren instalar en la escena pública la idea de que las potencias quieren apropiarse de los recursos naturales se van a dar políticas más proteccionistas de parte de los Estados.

–La pregunta del millón: ¿hay células terroristas dormidas?

–No podemos contestar esa pregunta porque no formó parte del eje de nuestra investigación. Lo que sí podemos decir es que habiendo una comunidad árabe importante, que proviene de Siria, del Líbano y de Palestina, podríamos sospechar que efectivamente haya gente que financie determinadas obras en sus países de origen, como el mantenimiento de las viudas o huérfanos de la resistencia contra el Estado de Israel. La idea de que existen células dormidas de Al Qaida es una construcción que hace la prensa de Estados Unidos. En ese sentido, la figura del terrorista islamista es también una especie de metáfora. También encarna la idea del peligro: el hombre que va sólo por la vida con una bomba y que puede explotar en cualquier lugar aparece como una concentración de todas las ideas de peligro que pueden aparecer en una sociedad urbana, desarrollada y de consumo. En esta lucha entre posturas diferentes, entre los que dicen que quieren apropiarse de los recursos y la visión de los Estados Unidos, los que han logrado imponer en la escena pública su idea son los medios norteamericanos.

–¿La población que vive en la Triple Frontera tiene miedo al terrorismo?

–Lo que vimos es que en grupos religiosos que no tenían relaciones con el Islam, no existe ese miedo.

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Imagen: Rafael Pérez
 
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