SOCIEDAD › VAN A JUICIO LOS QUE DESTROZARON OBRAS DE LEON FERRARI

Otro premio gracias al arzobispo

La Justicia procesó a los tres hombres que atacaron la muestra del artista en el Centro Cultural Recoleta, en 2004. Ferrari lamentó que no se hubiera procesado a Bergoglio “por instigador”.

 Por Carlos Rodríguez

León Ferrari dijo haber recibido “muy bien” la resolución de la Justicia, conocida ayer, de procesar a tres personas por los destrozos cometidos, en diciembre de 2004, en una muestra retrospectiva de su obra que por su cuestionamiento a la Iglesia despertó la ira de sectores ultracatólicos y la crítica feroz del Episcopado. En diálogo con Página/12, el artista lamentó –de todos modos– que “no se hubiera procesado al instigador del ataque, es decir al cardenal Jorge Bergoglio”, jefe de la Iglesia Católica argentina. Recordó que fue el prelado quien llamó a los fieles “a un día de ayuno y oración para repudiar la muestra”. Ferrari sostuvo que Bergoglio, “sabiendo que una religión como la de ellos, condena a los que no piensan igual, debió prever que algunos reaccionaran de la forma en que lo hicieron”. Los incidentes ocurrieron en la noche del 4 de diciembre de 2004, cuando un grupo de personas al grito de “¡Viva Cristo Rey, carajo!”, destrozó dos de las obras, amenazó al público presente con botellas de vidrio rotas e hirió a una mujer en un pie.

El juez Osvaldo Daniel Rappa procesó por “daño agravado, amenazas con armas y lesiones leves” a Hernán Martín Capizzano, mientras que Néstor Daniel Mariotti quedó en igual situación por los dos primeros delitos y Carlos María Aztinza, sólo por daño. La pena por “daño agravado” es la más alta de las tres invocadas en la resolución y puede llegar a los cuatro años de prisión. Los tres imputados quedaron en libertad hasta el juicio oral, pero se les fijó un embargo de 50 mil pesos. En la causa fueron sobreseídos el periodista Rodolfo Claudio Montes, del diario La Capital, de Rosario, quien había ido a hacer una nota sobre la muestra y quedó en medio del escándalo, y José Antonio Muskett.

Con voz serena y su habitual ironía, Ferrari comentó la decisión del juez Rappa: “La religión de Bergoglio contempla la muerte por lapidación de los blasfemos y de eso me acusaron a mí. Por eso el cardenal tenía que haber contemplado la posibilidad de que alguno se tomara en serio las normas y atentara contra la muestra”, que se exhibía en el salón Cronopios del Centro Cultural Recoleta.

Del mismo modo, se refirió a las razones por las cuales fue relegado el especialista en temas culturales Ignacio Liprandi, el primero mencionado como futuro ministro del área y que quedó en el camino porque Bergoglio lo cuestionó ante el electo jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri.

“Lo que pasó con Liprandi está demostrando, a todas luces, que lo que pretende el cardenal Bergoglio es que la Iglesia cogobierne, como lo hizo durante la dictadura militar”, aseguró Ferrari. Se dijo que la Iglesia le cuestionaba a Liprandi su adhesión pública a la unión civil y a la defensa de los derechos de los homosexuales.

Ferrari, que fue querellante en la causa, también se refirió a las dos obras dañadas por los fanáticos. Una de ellas, 1.492-1.992. Quinto Centenario de Conquista, que critica la llegada al continente americano de los españoles, mientras que La ciudad de los inmortales estaba “en un hermoso cuento de Jorge Luis Borges llamado ‘El Inmortal’ y que nada tenía que ver con la religión”.

“A las dos obras las mantengo rotas, como me las dejaron, aunque ahora les cambié el nombre y les puse ‘Gracias, cardenal Bergoglio’”, aseguró Ferrari, quien no descartó la posibilidad de que las vuelva a exhibir, en el estado en que están. “En las obras había muchas botellas con imágenes que aludían a las posturas disparatadas de los obispos contra el aborto, la homosexualidad, la educación sexual o los preservativos. De hecho había muchos preservativos, mezclados con imágenes del Papa.”

“Creo que si vuelvo a exhibir estas piezas, las van a seguir rompiendo, pero no por eso voy a dejar de hacerlo. No sé por qué me atacan ahora, en vida, sin tomar en cuenta todas las descripciones terroríficas que se hacen sobre lo que nos espera a los blasfemos en el más allá. Para qué me van a torturar ahora, si ya lo van a hacer en el más allá. Lo mejor es que esperen un poquito”, dijo León Ferrari.

En los incidentes de diciembre de 2004 fueron rotas las botellas de vidrio de la obra sobre la conquista y la estructura de acrílico del trabajo sobre el cuento de Borges. Varios testigos reconocieron como responsables a los procesados Capizzano, Aztinza y Mariotti. El primero de los nombrados fue, según el auto de procesamiento, el que gritó “¡Viva Cristo Rey, carajo!”, a la vez que rompía las botellas. Después se sumó Aztinza, quien tomó “una segunda estantería arrojando al suelo todas las esculturas que allí se exhibían”. Los agresores insultaron al público presente: “¡Hijos de puta, viva Cristo Rey!”

De Mariotti se dijo que “estaba parado tratando de que el público presente no se acercara a los que destruían las obras”. En un momento dado él también “destruyó una obra, la cual consistía en una caja de cristal”, según relataron algunos testigos. Capizzano fue quien, luego del destrozo, se quedó “con los picos (de las botellas en las manos) procediendo a amenazar a los visitantes de la muestra con frases tales como ‘no se me acerquen porque los mato’”. La gente reunida en el lugar había comenzado a repudiar, en forma verbal, lo que hacían los agresores y trataban de llegar hasta ellos para evitar que siguieran con los destrozos.

A Capizzano se lo señaló como el responsable de la herida que sufrió en el pie una de las personas del público, Silvia Ibarra. Una hermana de la víctima, Diana Emma Ibarra, precisó que el imputado, “quien portaba en cada mano una botella de vidrio rota, al romper una de ellas, lesionó” a la mujer en el pie izquierdo. Los tres fueron imputados por el delito de “daño agravado”, según lo que expresa el inciso quinto del artículo 184 del Código Penal, que considera más graves los hechos que se producen en museos, paseos u otros bienes de uso público. El juez citó jurisprudencia que establece que hay agravante “basado en el respeto a las cosas de uso público”, se trate de “bienes del Estado, públicos o de particulares, que están entregados al uso público”.

Capizzano y Mariotti fueron imputados por el delito de “amenazas coactivas”, porque “se encuentra claramente acreditado que su intención fue amedrentar con sus dichos a algunas personas que se encontraban en la exposición”. A Capizzano se le atribuye, en solitario, el delito de lesiones leves, porque “al arrojar una de las botellas (...) causó una herida cortante en el pie izquierdo de la señora Silvia Ibarra”.

Respecto del periodista Rodolfo Claudio Montes, se dejó sentado que se lo sobreseyó porque “no surge prueba alguna que determine la participación activa del nombrado en los hechos”, mientras que Muskett “no fue reconocido por ninguno de los testigos presenciales”.

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En diciembre de 2004, un grupo ultracatólico atacó la muestra de Ferrari y rompió dos obras.
 
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