SOCIEDAD › OPINIóN

¡No teman!

 Por Mercedes Morán *

Qué tranquilidad para la gente que temía tanto con esta ley. A un año de promulgada, pueden dormir tranquilos: no saldrán hordas de hombres con hombres y mujeres con mujeres a pedir turno en los registros civiles, como muchos habrán temido. Tampoco serán obligados a casarse los hombres y mujeres heterosexuales entre ellos. Una fantasía que me hace acordar a la que imperaba allá por el ’87, cuando salía la ley de divorcio y muchos discursos sugerían que la ley habilitaría una decisión que de otro modo no sería tomada. Esa costumbre tan hija del terror y propia de cabezas cerradas.

Gracias a esta ley, hay gente que pudo legalizar una unión de años, pasando en limpio el compromiso y augurando un futuro de tranquilidad. Supongo que debe haber estadísticas: nada demasiado alarmante para los dinosaurios temerosos. Además, quienes pasaron por el Registro Civil gracias a esta ley, blanquearon frente a la sociedad algo que tiene que ver con su identidad, lo que siempre debe ser celebrado. Otros habrán sentido también el alivio de compartirlo con su familia y amigos: muchas veces, lo que se celebra bajo el peso de la ley parece más real y verdadero.

En mi caso personal, fui elegida por una pareja de grandes amigos: Alejandro Vanelli y Ernesto Larrese. El camino empezó hace cuatro años, cuando fueron a pedir turno al Registro Civil y los rebotaron: los que estábamos ahí sabemos que empezó algo y que la lucha por obtener el derecho de casarse como las parejas compuestas por personas de diferente sexo iba a seguir, aunque llevara tiempo. Por eso la emoción fue tan grande cuando finalmente tuvieron su libreta roja. No sólo fui testigo de un casamiento entre dos que se aman hace más de treinta años, sino que fue la primera pareja en hacerlo en la ciudad de Buenos Aires y la segunda en el país. Todo eso cargó la fiesta de muchos sentidos.

La Ley 26.618 marcó un antes y un después. Hay algo que sin duda está más destapado, y los beneficios no son sólo los obvios; creo que expandir cabezas en una sociedad es sano para la sociedad, más allá de los beneficiados particulares. Es un gran ejercicio de libertad y de pensamiento y sólo se me ocurre festejarlo. Creo que esta ley es un síntoma de que algo está cambiando, a pesar de quienes pretenden lo contrario y a pesar de los miedos que quieren infundir a los que dudan.

* Actriz.

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