SOCIEDAD › LOS PADRES DE CROMAñóN

“Fue todo igual”

 Por Pedro Lipcovich

“Yo miraba, en el televisor, lo que pasaba en Brasil, y era como si mi hijo estuviera allí y yo volvía a desear que lo sacaran con vida”, dijo ayer una de las madres de los muertos en 2004 en Cromañón. Los familiares se sorprendieron amargamente porque “fue igual que lo que nos había pasado a nosotros”, y compararon: “Las condiciones del lugar, los funcionarios que se esconden, el incumplimiento de las funciones del Estado”. Los argentinos se pusieron a disposición de sus pares de Brasil, ya que “en estos casos, entre los familiares de los muertos se establece un lazo afectivo donde no hace falta hablar, como si nos conociéramos de toda la vida”.

–“Fue un mazazo –comentó Nilda Gómez, madre de Mariano Alexis Benítez–: despertarnos el domingo pasado con llamadas de periodistas de Brasil y de otros padres; prender el televisor y volver al 30 de diciembre de 2004. Es cierto que uno nunca salió de ahí. Y ver otras familias, y unos hombres que trataban de hacer un agujero en la pared de ese lugar en Brasil, y yo ansiaba que por ese boquete sacaran a mi hijo, estaba ahí, esperando que sacaran a mi hijo con vida, fue terrible.”

“Uno no termina de asombrarse –agregó la señora Gómez–. Lo que pasó en Cromañón se difundió en todo el mundo y que ahora vuelva a pasar es incomprensible. Es un espejo de lo que pasó acá: la corrupción, la ambición. Siempre es el dinero, como valor superior a la vida, que marca el rumbo a dirigentes; el afán de lucrar es lo que define cómo se toman las decisiones, qué se hace con nuestros jóvenes.”

Mirta Miralles –madre de Cristian Viegas Méndez– también contó que “esta tragedia nos tocó muy de cerca. Fue igual que lo que nos había pasado a nosotros: el lugar no habilitado, la banda bengalera, la falta de controles. Y destaco el gesto que tuvo la presidenta de Brasil al hacerse presente; en nuestro caso, nadie se hizo cargo”.

Mercedes Salvi, madre de Pablo Blanco, dijo que “lo de Brasil me asusta. Me asusta muchísimo. Por supuesto, uno vuelve a tener sensaciones como las que vivió en aquellos días. Lo terrible es el paralelismo entre los dos casos: el dueño del local es un inescrupuloso; el lucro está por encima del valor de la vida; y el gobierno que lo permite. Lo medular es que el Estado no cumple su función de garantizar la seguridad de los ciudadanos. Es una locura que ese lugar estuviera abierto”.

“Lo que me impresionó muchísimo –agregó la señora Salvi– es que Dilma Rousseff haya ido para estar presente, cuando no tenía obligación de estar. En nuestro caso fue al revés: Aníbal Ibarra (entonces jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) se escondió ese día con sus funcionarios, no fue al hospital, no visitó la morgue, no acompañó a nadie.”

“Lo primero que me pasó –contó José Iglesias, padre de Pedro Iglesias– fue la conmoción de ver en televisión lo mismo que habíamos vivido. También me había pasado con la tragedia del tren en Once. Y lo segundo, una enorme frustración. Cromañón tuvo repercusión mundial; se difundió, no sólo lo que había pasado, sino las causas. Se supo en todo el mundo y también en Brasil. Y nosotros tuvimos también un Cromañón chiquito en Beara, en los derrumbes de los últimos años. Ahora nos ponemos a disposición de los familiares. Podemos ofrecerles nuestra experiencia en situaciones que van a enfrentar. Lo primero que tuvimos que hacer, cuando empezamos el 3 de enero de 2005, fue concordar entre gente que no se conocía, donde el único lazo era la pérdida de un hijo, de un hermano. Entre familiares de fallecidos se establece un lazo afectivo donde no hace falta hablar, como si nos conociéramos de toda la vida. Ya nos comunicaremos con ellos o se comunicarán con nosotros. Ahora ni siquiera debe haber concluido el reconocimiento de los cadáveres.”

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El dolor atravesó la ciudad de Santa María, y a los familiares de las 231 víctimas.
 
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